A propósito del crimen de Enzo Aguirre y del homo lesbo trans odio en nuestro país.
Por Esteban Paulón (*)
La aparición sin vida de Enzo Aguirre durante la madrugada del jueves, escribe un nuevo nombre en la larga lista de crímenes de odio de los cuales es víctima el colectivo LGBT+ de nuestro país. Violencia, insultos, discriminación y asesinatos son parte del paisaje cotidiano para nuestra población. Enzo, cuyo cuerpo presentaba signos de violencia, era parte del staff del boliche KM Cero de la ciudad de Buenos Aires.
El nombre de Enzo se suma a más de 40 víctimas LGBT+ que han perdido la vida sólo en 2020. La mayoría de ellas mujeres travestis y trans que, como Enzo, han sido víctimas del cis hetero patriarcado.
Pero también se suma a una interminable lista de víctimas de diversos hechos de homo lesbo y trans odio que no nos dan respiro.
365 días de violencia
El año del homo lesbo trans odio empezó temprano, con golpes e insultos a la salida de boliches y playas. Recordamos a Marcos y Franco, quienes fueron golpeados mientras desayunaban tranquilamente en un Mc Donalds porteño. También fueron agredidos Brian y Ariel en Villa Urquiza, al grito de “No tienen que estar acá haciendo eso. Son unos desubicados, no tienen derecho” por parte de un vecino.
No la pasó mucho mejor la pareja de una chica lesbiana y un varón trans en el Bar UFO/Don Rammon de Necochea agredides por el personal de seguridad del local bailable, o la de Gustavo y Mariano expulsados del Balneario Ocean Club ubicado en Playa Grande de Mar del Plata. Todo ocurrido en enero de 2020.
Y también pasó un mal momento Emiliano Ivaldi, paciente recuperado de COVID 19 que, queriendo donar plasma para contribuir con la recuperación de otros pacientes, se topó con un jefe de servicio de hemoterapia evangélico en el Hospital provincial Eva Perón de Granadero Baigorria, Santa Fe. La negativa fue tajante, no podía donar “por ser gay”.
De un insulto a la muerte
El homo lesbo trans odio puede adquirir diversas formas, y producir múltiples efectos. En un extremo se puede plasmar en un insulto, un impedimento para el ejercicio de un derecho, una burla o un golpe. En el otro puede provocar la muerte. Tal como ocurrió con Enzo, o con Melody, una joven trans mendocina asesinada a manos policiales en la localidad mendocina de Guaymallén.
Junto a la vida de Mélody, la violencia y el odio se llevaron otras 40 vidas trans, entre ellas las de Roberta Carabajal (45 años), asesinada en febrero en La Plata; y Karly Palomino (33), asesinada en marzo en Ciudadela. El odio les arrebató el derecho a construir su propio proyecto de vida.
Mucho hecho, mucho por hacer
Muchas veces escuchamos que Argentina es un país de avanzada en materia de derechos LGBT+. Y es cierto. La aprobación de las leyes de Matrimonio igualitario e identidad de género impulsadas por la FALGBT en 2010 y 2012 es prueba de ello. Pero la brecha entre la igualdad legal ya conquistada, y la igualdad real con la que soñamos es enorme.
Y para achicarla tenemos que promover políticas públicas que empujen un gran cambio cultural que ya no se limite a “respetar” las diversidades, sino que invite a toda la sociedad a celebrarlas.
Celebrar la diversidad implica reconocernos en la diferencia como sujetas y sujetos de derechos, poder expresar lo que sentimos sin miedo a la violencia. Es construir una sociedad en la cual vivir y amar libremente sea un derecho ciudadano.
Debemos seguir luchando por lograr una profunda transformación de nuestra sociedad. Y tenemos que alzar la voz cada vez más fuerte. Porque en el camino de la construcción de esa sociedad arco iris que anhelamos, nos siguen odiando, nos siguen matando.
(*) Director Ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas LGBT+