Mañana se decide el futuro de Estados Unidos y su imperio en el planeta, con temores fundados respecto de la transparencia del proceso electoral. Se da por descontado que Biden tendrá más votos... ¿Los aceptará y validará Donald Trump?
Se está por terminar la elección presidencial más larga de la historia de los Estados Unidos. Desde que el ex-representante John Delaney anunció su candidatura hasta la elección del 3 de noviembre pasaron 1194 días. Se presentaron como pre candidatos 29 demócratas y tres republicanos (incluyendo el presidente). Donald Trump despacho con facilidad a sus adversarios intrapartidarios. La primaria Demócrata fue más caótica, pero terminó con los dos candidatos más conocidos, Joe Biden y Bernie Sanders, en el primer y segundo puesto respectivamente. Biden ganó las primarias con la promesa de una vuelta a la normalidad. Ganó con los votos de muchos demócratas que preferían las políticas de Sanders, pero que creían que Biden era el candidato más fuerte para presentar contra Trump.
Tras años de escándalo, la promesa de normalidad resonó en la base demócrata y en la mayoría de norteamericanos que nunca apoyaron a Trump. La reelección del presidente parecía improbable al comienzo del año, pero su inhabilidad para enfrentar al coronavirus deshizo cualquier posibilidad de ganar.
En 2016, Trump ganó la presidencia con una campaña dinámica y poco convencional. Sin ningún pasado político, pudo tomar posiciones que un Republicano tradicional no. Atacó a Hillary Clinton por su apoyo a los acuerdos de libre comercio, por su voto a favor de la guerra en Irak, y por su rol en promover políticas punitivas de justicia penal. Las críticas eran válidas. Los acuerdos de libre comercio llevaron a la pérdida de cientos de miles de laburos agremiados, especialmente en la región medio oeste del país. Las políticas de justicia penal de Bill Clinton impactaron en las comunidades afroamericanas, hoy en día hay más hombres negros encarcelados que la cantidad de hombres negros en la esclavitud en 1850. La guerra en Irak fue un desastre total; cientos de miles de irakíes murieron, miles de soldados estadounidenses también, y resultó en la desestabilización total de la región. Trump ganó la presidencia en 2016 gracias a su fuerza en el medio oeste. Votantes blancos que eligieron a Obama cambiaron de partido, y muchos votantes negros no salieron a votar. Los ataques de Trump sirvieron para que ganara Pensilvania, Michigan y Wisconsin por menos de 80 mil votos y, con eso, obtuvo cuatro años en la Casa Blanca.
Trump usó esos años para implementar los elementos menos populares de su agenda y romper sus promesas populistas. Aterrorizó a inmigrantes y refugiados. Separó miles de niños de sus familias en la frontera con México. Se negó a condenar a los blancos supremacistas que asesinaron a Heather Heyer en Charlottesville, y también defendió al asesino Kyle Rittenhouse. Su legado legislativo fue una transferencia masiva de riqueza hacia los más ricos. Nombró tres jueces a la Corte Suprema –uno de ellos acusado de violación, otra es miembro de una suerte de secta y lleva menos de tres años en la justicia federal. Estas políticas no eran populares. Trump se presentó como un candidato anti-guerra, pero tomó la guerra aérea de Obama y la multiplicó. Como candidato habló de proveer cuidado de salud gratuita, como presidente intentó quitar la obra social a millones de americanos pobres. Prometió reducir el déficit comercial con China, pero su guerra económica dañó la agricultura estadounidense y el déficit creció a un nivel récord. Si las encuestas se pueden creer, el público estadounidense el martes va a rechazar su agenda derechista.
Ya votaron más de 93 millones de estadounidenses. Según el promedio de encuestas de 538, Joe Biden gana a Trump por 8,6%. En Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, Biden está ganando por 5% o más. Con ganar esos tres estados y los estados que ganó Clinton en 2016, Biden será presidente. También le está ganando en Arizona, Florida, y Carolina del Norte, y está parejo en estados más conservadores como Georgia, Iowa, Ohio y Texas. El experimento Trumpiano terminó siendo una presidencia poco populista y poco popular. La reelección de Trump depende ahora de los mecanismos antidemocráticos que ha cultivado el partido Republicano. En Texas, quieren tirar más de 100.000 votos. En Minnesota, la corte canceló el periodo de gracia para recibir boletas que llegaron tarde en el correo. Nadie discute que el presidente es impopular, ni que su agenda es impopular, ni que Joe Biden va a recibir más votos que Trump. La única pregunta es si los contarán.