La santafesina Nadia Burkett Simonutti publicó “27. Cuando me convertí en planta”, un libro de no ficción en el que testimonia el abuso sufrido en su infancia y narra su historia.
Nadia Burkett Simonutti estuvo los últimos tres años viviendo afuera, en México y Estados Unidos. Volvió a su casa este año con un libro bajo el brazo: 27: cuando me convertí en planta. Dentro del género de la no ficción, la publicación es un testimonio del proceso de la autora a partir de sus 27 años, cuando denunció a su progenitor por abuso sexual cometido en la infancia. La metáfora –plantar la semilla, brotar como las plantas en el cemento– la trajo de vuelta a Santa Fe, a trabajar con la escritura y a acompañar a otras mujeres que hayan pasado por lo mismo.
El abuso sexual se anuncia en las primeras páginas del libro y se describe con precisión más adelante, casi al final. En el medio, el desarrollo del texto pone en tiempo presente la decisión de Nadia de realizar la denuncia como forma de exteriorizar y dejar constancia de lo sucedido. “Escribir literal me salvó la vida y lo elegí como forma de vida, es algo que hago todos los días”, cuenta ella, entrevistada por Pausa.
El acceso a la justicia
En el panorama literario argentino un antecedente reciente es Por qué volvías cada verano (Madreselva, 2018) de Belén Lopéz Peiró. Periodista y escritora porteña, en su primer libro Belén cuenta el abuso cometido por su tío, un comisario de Santa Lucía, el pueblo de la provincia de Buenos Aires donde ella pasaba las vacaciones. Belén eligió narrar su historia a través de un relato coral que recurre a las distintas voces de familiares y otras personas involucradas en el caso y a las transcripciones de sus declaraciones judiciales.
Nadia no eligió esa misma operación, sino que testimonia su proceso disparado por el recuerdo del abuso y las etapas de su vida que comenzaron a encastrar a partir de eso. Narra su infancia en un pueblo de la costa, el paso por las instituciones educativas, los trabajos, el surgir de las imágenes recordadas, la negación y la sensación de culpa. Poder compartirlo con sus amigues, con un novio, con su hermana. El momento de la denuncia: un hito, pero no el final de ese proceso. Escribe en primera persona e interpela: “Monstruos hay en todos lados, no dejemos que nos obliguen a aparentar normalidad. Yo no quiero ser normal, yo quiero estar bien. Creo que este es mi primer reclamo. Es el primer grito. Va con furia. Me encantaría que este sea un libro de ficción, de amor o uno de poemas, pero al contrario, este es mi descargo”.
Lo que comparten ambos libros es la denuncia a las vías de acceso a la denuncia y la justicia. Lopéz Peiró cuenta que para narrar el hecho en sí en el libro tuvo que desprenderse de la jerga legal a la que se había terminado acostumbrando tras haber declarado en numerosas ocasiones. Nadia relata su peregrinación que comenzó con la llamada al 144, la línea gratuita sobre violencia de género que atiende en todo el país. En la entrevista y en el libro resalta la atención que recibió, en cuanto al trato y a la información brindada. Después del llamado se dirigió a la oficina de Defensa de la Víctima dentro de la Defensoría del Pueblo, de ahí la derivaron al Ministerio Público de la Acusación (MPA) y por último al lugar correcto: la Comisaría de la Mujer, Centro de Orientación a la Víctima de Violencia Familiar y Sexual (Lisandro de la Torre 2665, Santa Fe).
“Lo que me llamó la atención es que cada vez que fui a Fiscalía me preguntaron si tenía un abogado y yo lo que necesito es que ellos me defiendan como ciudadana”, agrega Nadia. La denuncia, realizada en 2017, está radicada en la Regional I del MPA. En 2019, en un primer viaje breve de regreso a Santa Fe, Nadia se encontró con que había sido desestimada y presentó el pedido de reapertura, volviendo a declarar. Consultada para esta nota, la fiscala Alejandra del Río Ayala, jefa de la Unidad Fiscal Especial de Violencia de Género, Familiar y Sexual del Ministerio Público de la Acusación, declaró que no puede brindar información ya que la causa está en trámite y aún no hay personas imputadas.
Datos duros
La Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) del Ministerio Público Fiscal de la Procuración General de la Nación publicó en 2019 un Relevamiento de fuentes secundarias de datos sobre violencia sexual a nivel país y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El informe concluye que los casos de violencia sexual representan el tipo de delito con más bajo nivel de judicialización en el país: el 87,4% de las víctimas alcanzadas manifiesta no haber denunciado el hecho padecido. Si bien las fuentes consultadas no permiten hacer una trazabilidad, el estudio puntualiza que de las denuncias que llegan a realizarse, solo el 15,5% concluyen en una sentencia condenatoria.
También se desprende del informe que las mujeres (el documento no habla de otras identidades) representan el 93% de las víctimas de los hechos de violencia sexual con sentencia condenatoria y que el 40% de las víctimas fueron personas menores de 13 años de edad. Nadia conoce esos números y, frente a eso, afirma: “Me viene la necesidad de escribirlo y traspasarlo, que no sea más miedo, generar otra cosa”.
Mujeres semillas
Sobre el proceso de corrección, la escritora cuenta que decidió respetar mucho material de años antes de comenzar la edición; y otras cosas decidió depurarlas. “En una primera versión, hablaba de cómo venía la historia de las dos familias, la materna y la paterna, de un lado estaba normalizado el abuso y el silencio; y del otro, mudanzas, desarraigos, se entendía todo”. La edición es de un sello estadounidense, Xlibris, que distribuye a nivel mundial. “Me aceptaron el libro en español, pero el diseñador sólo hablaba en inglés y trabajan a otra velocidad, fue un poco enloquecedor, pero fue lindo y aprendí a moverme con ese acelere”. Trabajó mínimo diez horas y, a la par, editó el libro. “Esos pequeños logros lejos de tu hogar son raros”, comparte Nadia.
“Hay que tener en claro que la denuncia es importante porque hace constar que eso existió y que una hizo todo lo que estaba a su alcance”, precisa. “Las instituciones tienen que actuar y nosotros, los ciudadanos, tenemos que generar ese cambio en nuestras conciencias. Yo lo hago publicando este libro, organizando espacios de mujeres, haciendo conocer mi historia. Por ese lado encuentro yo mi justicia: sembrando todas las semillas que pueda sembrar. Independientemente de que manden a una persona a la cárcel, el cambio tiene que ser social y está pasando”, asegura.
Ya en pandemia, a través de Instagram se contactó con la activista española Itahisa Collado. “Las dos sobrevivientes, nos encontramos y pudimos compartir el mismo idioma, yo necesitaba hablar con alguien y saber que entendía el proceso interno del cual hablo”, cuenta. Organizaron Mujeres Semillas. Círculo de mujeres supervivientes de agresiones sexuales, que tuvo su primer encuentro a través de Zoom el jueves 5 de noviembre. “Es un paso enorme, habiendo visto cuánto nos ayudó entre nosotras, sabemos que puede ayudar a otras y en este caso, para quien lo necesite, puede ser anónimo”.
Más info
Para recibir más información sobre el Círculo de Mujeres Supervivientes, se puede contactar a las coordinadoras en las cuentas de Instagram:
@planta_el_libro
@lunayapoesia