La sanción del aborto legal reafirma que conquistar derechos es construir, en forma colectiva, una sociedad más justa e igualitaria.
Escribir supone una acción que vas más allá del mecánico tipeo. Escribir supone poner el cuerpo, la cabeza y el corazón. Escribir en una redacción supone contar con datos precisos, voces calificadas, testimonios no siempre gratos y respuestas a preguntas que fueron repreguntadas. Escribir en una redacción supone compromiso, responsabilidad y honestidad intelectual. Escribir en una redacción y llevar el pañuelo verde en la cartera supone también adoptar una suerte de trinchera y esgrimir argumentos personales, convicciones y un activismo que se distancia de la neutralidad que se le demanda al periodismo.
En mi convencimiento sobre la legalización del aborto (“antes que se haga mal, prefiero que se haga bien”, pensaba cuando era una adolescente miope de rulos largos) me encontré con varios factores que me fortalecieron para emprender la lucha también en el campo de la comunicación. En primer término, acudir a la información, la herramienta más poderosa para decidir, para conocer y para romper preconceptos. Luego, el encuentro con compañeras, colegas y amigas en las que reconocí e identifiqué la misma inquietud, el mismo deseo, la misma preocupación y los mismos obstáculos que sortear. A todas luces, una batalla solitaria se transforma y se potencia cuando alcanza una condición colectiva, hermanada, solidaria y empática. El tercer sello, en esta historia personal, no fue otro que la calle, con sus marchas, sus actos, sus cantos, sus colores, su música. La lucha no ha sido solemne, sino una celebración tan alegre como ética.
La marea verde, así, nos interpeló con la marca de los feminismos y sus prolongadas peleas por la conquista de derechos. Conquistar derechos es construir una sociedad más justa e igualitaria. Y esa construcción también se pudo amasar en distintas redacciones, pese a que en algunas de ellas aún predominan estructuras e imaginarios machistas. No dejamos de abogar por modificar las raigambres patriarcales en los esos ámbitos.
En la lucha por la legalización del aborto y en la consigna Ni Una Menos nos reconocimos como mujeres y supimos que debíamos llevar a la tarea cotidiana, al ejercicio de la profesión, esa realidad, narrarla con rigor y con perspectiva de género: sin reproducir estereotipos, sin falsedades, sin falacias, sin revictimizaciones, sin violencia. Fue la misión que asumí, en lo personal y en lo colectivo. Mi herramienta de lucha ha sido la palabra a sabiendas de que la comunicación también transforma. Y con orgullo y emoción puedo decir que no estuve sola.
Hoy, luego de despertar, me senté frente al monitor y escribí “es ley”, mientras debí contener el lagrimeo. Ser comunicadora, ser mujer y ser feminista es ser un sujeto político comprometido con la época y la historia que nos comprende. Ojalá dentro de unas décadas pueda decir que estuve y estuvimos a la altura de las circunstancias. Ahora, celebro y me abrazo con mis amigas, compañeras y colegas porque, a partir de hoy, la democracia está un poco más robustecida.