ANUARIO 2020 | El año en que la pandemia nos puso en modo home office.
Home office, videollamada, Zoom, fueron algunas de las palabras más repetidas durante este 2020 que se va. El teletrabajo, la forma de trabajo del futuro que muchos auguraban, aceleró de cero a 100 con la llegada de la pandemia y casi nadie pudo escapar de los encuentros virtuales para seguir trabajando y estudiando, pero también asistiendo a fiestas y cumpleaños en modo cuarentena, una situación y una demanda que fue creciendo hasta niveles de hartazgo y burn out total.
Muchos trabajos pudieron reconvertirse y seguir funcionando de forma virtual, otros tantos no y el resultado de eso son las cifras de pobreza y de caída del empleo en todo el mundo, pero especialmente en los países en desarrollo donde las formas de contratación precarias son la norma y no la excepción.
Ante esta situación el Congreso sancionó, sin apoyo de la oposición, una ley para regular el teletrabajo y garantizar que quienes lo hagan gocen de los mismos derechos y obligaciones que quienes lo hagan en forma presencial, legislando además sobre la remuneración, la extensión de la jornada, el derecho a la desconexión digital y a compatibilizar los horarios de trabajo con las tareas de cuidado.
La ley, además, ordena que el empleador tiene que proporcionar las herramientas de trabajo y asumir los costos de instalación y reparación de las mismas, algo que casi ni sucedió y cuyo máximo exponentes fueron les docentes: con sueldos precarios, equipamiento propio y quemados, sostuvieron la escolaridad de gran parte de niñes y adolescentes del país.