El otro día vi una foto de una escena de Los Simpsons con una reflexión sobre la educación emocional. ¿Cuál es el capítulo de “losimpson” referenciado? El que, para mí, es el mejor de la serie: “Y con Maggie son tres”, de la sexta temporada (1995). En ese episodio Homero cuenta por qué no hay fotos de Maggie en la casa.
Este capítulo se sitúa en el momento en el que Marge se entera que está embarazada de Maggie y no sabe cómo decírselo a Homero. En contraste, Homero está pasando por el mejor momento de su vida porque renunció a su trabajo de mierda en la Planta Nuclear y consiguió el laburo de sus sueños: administrador del Bowling. Menos plata pero más placer.
Todo marcha bien en la vida de nuestro antihéroe hasta que de repente se entera que va a ser padre por tercera vez y su vida se desmorona. Hace cuentas y sucede lo inevitable: tiene que renunciar al Bowling y volver rogando, humillado y arrodillado, a pedirle al Sr. Burns (el mejor personaje de Los Simpsons) que le devuelva su trabajo. Burns se lo da no sin antes recordarle, con un cartel delante de sus ojos, que él estará allí para siempre (“Don’t Forget. You are here forever”). Homero, desahuciado, ve marcharse su ilusión de una vida feliz y acorde a su deseo. Sin embargo, apenas Maggie nace, Homero se olvida de todo y una nueva buena vida comienza. El episodio termina con Bart preguntándole por qué si la amó desde siempre no hay fotos de ella. Y Homero le responde que sí las hay y que las tiene donde más las necesita: las tiene formando “Hazlo por ella” (“Do it for her”), resignificando el castigo del Sr. Burns.
No puedo ver este episodio sin emocionarme cada vez que llego al final. ¿Qué me emociona? Lo mismo que destaca el posteo sobre educación emocional: el sacrificio que hace Homero por su hija. Al final, Homero es un buen padre. Resignó su felicidad en pos de su familia. ¿Cómo no nos va a emocionar? Por este motivo, pienso que es el mejor episodio de Los Simpsons.
Dos segundos antes de casi compartir la foto, se me ocurrió preguntarme qué es lo que, además de lo que el texto destaca, se puede interpretar del sacrificio de Homero. La moraleja del episodio es que la virtud radica en ser buen padre. Y que ser buen padre implica, muchas veces y entre otras cosas, resignar un estilo de vida acorde al deseo propio en beneficio de otro. No tengo nada en contra de esto y creo que así debe ser si unx decide ser padre o madre. Y también creo que quien no esté dispuestx a aceptar eso, debería tener derecho a elegir no asumir ese peso y compromiso, y no ser ni estigmatizadx o penadx por ello.
Lo que me hizo ruido es que, en definitiva, termino festejando que sea más importante el deber paternal que el deber ciudadano y/o político. Homero vuelve humillado, despojado de todo derecho laboral a un trabajo que lo oprime y angustia. Lo enferma y, seguramente, contribuye a su alcoholismo. ¿Lo hace un buen padre? Sin dudas. También lo hace un tipo infeliz que renuncia a sus derechos y deseos por amor a sus hijes. En verdad, puede que no sea infeliz, solo que su felicidad queda reflejada en su rol paterno. Y si eso me emociona es porque entonces, aunque yo no lo sepa, siento que es lo que está bien. Y eso es lo que más me jode. Por eso no compartí el posteo.
Más allá de todo lo que a mí me genere, y de otras posibles lecturas válidas del episodio, me pareció notable, por un lado, las resignificaciones que pueden hacerse de los bienes culturales clásicos, y, por otro lado, cómo todavía se sostienen discursos e instituciones, más allá de la intención de hacerlo o no. Insisto en que lo que hace Homero a mí también me parece bien. Pero eso no es tan relevante como sí lo es preguntarse, entonces, qué lugar ocupa todavía hoy el padre de familia liberal y patriarcal (aunque completamente disfuncional) en la escala de valores morales y políticos. El padre de “Billy Elliott” es otro ejemplo: rompe la huelga minera y, aunque llorando, dice “Él nos necesita”. Amo esta película y también me hace llorar el final. Pero el punto es que desde la industria cultural nos siguen pegando abajo del conciente: hay que ser buen padre antes que buen ciudadano.
Vuelvo a las lecturas actuales que pueden hacerse de un episodio transmitido hace más de dos décadas: hoy la virtud elogiada puede ser puesta también en crisis. Ya lo dijo Hannah Arendt: el capitalismo necesita buenos padres de familia. Sujetos que resignen todo para que a sus hijes no les falte nada. Incluso, renuncian a defender la vida de otres hijes. El padre es el peón de la propiedad privada y su felicidad radica en la felicidad de les hijes. Es lógico. ¿Cómo un padre o una madre no va a sacrificar todo por sus hijes? Aunque ese sacrificio sean los derechos que le podrían garantizar a nuestres hijes un futuro y un mundo mejor.
Que nos siga emocionando Homero, quiere decir que sigue instalada una estructura ideológica liberal dominante: “con mis hijos no te metas”, “de mis hijos me ocupo yo”. El Señor Burns lo sabe. Pero él es millonario, ¿qué le importa? El problema es, tal vez, que quienes no lo somos se lo celebramos.
Fui muy fan de los simpsons, pero hoy me doy cuenta que eran una lata de conserva...