Durante la última semana por el tramo final del Salado una brillante cinta de peces muertos bajó hacia el Coronda. Todavía no hay una versión oficial que explique por qué murieron tantos peces, aunque los motivos probables se superponen en un mismo punto: el daño al planeta.
El miércoles el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, utilizó un término que ya no es más excesivo: "Incendios, inundaciones, ciclones y huracanes apocalípticos cada vez más son la nueva normalidad". Esta última semana en Santo Tomé se vio una corriente casi continua de peces muertos pasar por debajo del Carretero, flotando con la lentitud de un mensaje ominoso.
Todos los años hay cierta mortandad de peces por falta de oxigenación del agua. El fenómeno es conocido y no produce alarma. Pero la cantidad de sabalitos, bagres, palometas, mojarras, doraditos y tarariras que se acumularon esta semana en el Salado y las costas fue extraordinaria. La bajante histórica de todo el sistema del Paraná, en combinación con la sequía de todo 2020, parecen las primeras causas. Si bien se han registrado previamente bajantes y sequías parecidas, se hace difícil no unir el fenómeno actual con la frase de Guterres y con la nueva normalidad de una naturaleza cada vez más extrema como resultado de la crisis climática.
Pero sobre esas primeras causas generales –a las que ya se les puede asignar un origen humano– se superponen luego las específicas de nuestra región: los plásticos de los basurales volando hacia los cursos de agua; la caca de poceras y sistemas sanitarios saturando ríos; los residuos industriales vertidos sin tratamiento; los canales rurales –clandestinos o no– derivando el glifosato, el endosulfán, el clorpirifós hacia el río en cantidades tan masivas que terminan sedimentándose en el lecho.
Como el humo de las islas incendiadas, el hedor de los peces muertos afectará las narices de los ciudadanos durante un tiempo. Pasados los días y los peces, la máquina seguirá con su curso hasta la próxima y cada vez más horrible alarma.
Las que siguen son imágenes de la mortandad de peces en el río Salado el 4 de diciembre, en las proximidades del balneario de Santo Tomé.