ANUARIO 2020 | La pandemia se expandió por Santa Fe conforme el AMBA relajaba su cuarentena. Ahora el virus circula en todo el territorio de la provincia.
Más de 2500 familias santafesinas pasarán estas fiestas recordando a una víctima del coronavirus. Santa Fe es la segunda provincia en cantidad de contagios en el país, detrás de Buenos Aires, y la tercera en cantidad de muertos, detrás de la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Hasta el 1º de junio mantenía un control casi total de la pandemia, registrando varios días corridos sin siquiera tener contagios. La liberalización de la actividad en el Área Metropolitana de Buenos Aires el 17 de julio produjo a las pocas semanas un efecto nacional del que no pudimos escapar: el estallido de contagios en el interior del país.
Entre los primeros días de agosto, en los que había un promedio cercano a los 60 casos diarios al pico del 20 de octubre, con 2928 casos en apenas un día, pasaron menos de tres meses. La interconexión con el principal polo de consumo y producción del país resultó en un flujo repentino de contagios. El virus se expandió desde el sur de la provincia hacia el norte y desde las localidades más pobladas hacia el interior de los departamentos. No sucedió nada fuera de lo previsible.
Rosario vivió semanas de zozobra, constituyéndose en uno de los polos principales de coronavirus del país, con su capacidad sanitaria casi saturada. En la ciudad de Santa Fe las autoridades hospitalarias mostraron desesperación repetidas veces por la ocupación de las camas de terapia intensiva. El gobernador contrajo coronavirus, como la ministra de Infraestructura, Silvina Frana, el ministro de Seguridad, Marcelo Saín, la ministra de Salud, Sonia Martorano, la secretaria de Estado de Igualdad y Género, Celina Arena, y también una infinidad de funcionarios de segundo rango.
Hubo contagios en caseríos perdidos de las abrasadoras planicies del norte. Pueblitos de tres manzanas por cuatro fueron invadidos por el virus, que infectó lo que en promedio sería un integrante de cada familia. Departamentos como General López o Caseros, en el sur, tuvieron víctimas en casi todas sus ciudades, comunas y parajes. Al cierre de esta edición, desde el comienzo de la pandemia se habían registrado muertos en 147 puntos de la provincia –en todos los departamentos– y contagios en 367. Es prácticamente todo el territorio poblado.
Si detener la circulación entre Santa Fe y Buenos Aires era acaso imposible –bajo las modalidades aceptadas de control social de Argentina– y si frenar el movimiento en ciudades como Rosario, Santa Fe, Rafaela, Santo Tomé o Venado Tuerto era demasiado dificultoso –más después de la horadación continua de las políticas de cuidado–, la falta de contención en las localidades rurales indica que no hubo una estrategia específica para esos casos, o que falló. En demasiadas ocasiones, el virus llegó a poblaciones de menos de dos mil habitantes con unos pocos casos y en pocos días se producía una diseminación incontrolada de contagios. Una cosa es no poder detener el contacto entre 80 mil habitantes, otra cosa es no poder lograr el distanciamiento y el cuidado de 500 personas o menos.
Santa Fe se encamina ahora a un verano con una disminución sostenida de los contagios, las hospitalizaciones y las muertes. La relajación de las medidas de cuidado está a la vista. En promedio, la cantidad de casos diarios está en los niveles de principios de septiembre. Es un nivel altísimo para confiar en que la vacuna frene una segunda ola.