Hoy puede ser un día histórico para Argentina. Para sus mujeres, para las personas gestantes, pero también para todo un país que a fuerza de lucha, militancia y compromiso ciudadano expande los límites de la democracia para que quepan en ella todos y todas.
Este martes el Senado de la Nación vuelve a tener en sus manos el poder para cambiar la vida de millones de mujeres y personas gestantes en el país. La Cámara alta dará sanción definitiva, o no, al proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Ese es el nombre técnico de lo que sencillamente es el derecho al aborto voluntario, algo tan simple y que tanto repugna a sus detractores y detractoras.
Porque lo que se discute hoy no es el derecho a abortar si el embarazo es producto de una violación, si se trata de una menor o de una mujer con discapacidad, eso ya está legislado desde 1921, aunque sí es cierto que hasta en esas situaciones acceder a la práctica es difícil.
Hoy lo que le estamos exigiendo a les legisladores es que legislen para, paradójicamente, sacar sus leyes restrictivas y penales de nuestros ovarios. Hoy se trata de la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, se trata de autonomía, de poder planificar nuestros proyectos de vida como se nos dé la gana.
Con cierta ingenuidad, quizás, algunes postulan que “nadie está a favor del aborto, se está a favor de la legalización”. Ese discurso, en 2018, seguramente acercó a muchas personas a la militancia de la ley o, al menos, a rever sus posturas y tratar de entender de qué se hablaba. Pero hoy, con toda el agua que pasó bajo el puente en estos últimos dos años, podemos hablar con claridad: queremos esta ley porque estamos a favor del aborto, porque para muchas, en diversos momentos de sus vidas, realizarse un aborto en condiciones seguras es un alivio, es la mejor decisión, es su propia decisión.
Lo que hoy puede ser ley es que nadie tenga que dar razones ni explicación para decidir qué hacer con su cuerpo, con su vida. Que el aborto sea legal en el hospital pero, y sobre todo, en cualquier lugar. Porque después vendrá el gran trabajo para que los hospitales y centros de salud cumplan la ley y lo hagan sin violencias, sin vulnerar derechos, sin hacernos pagar el costo de una victoria que muchos ven como el advenimiento de Satán sobre estas tierras.
Sea cual sea el resultado de la votación de hoy, nada termina. Las redes de información y contención que hemos sabido construir continuarán dando respuestas, las profesionales de la salud por el derecho a decidir resistirán en sus espacios de trabajo, los saberes seguirán pasando de boca en boca, de mano en mano.
Los pañuelos verdes seguirán en las calles, en las casas, en los trabajos, en los bares, como un símbolo de la lucha que tantas y desde hace tanto tiempo supieron, supimos, forjar. Si, cada vez estamos menos solas y la lucha seguirá hasta que todo sea como nos merecemos. Hoy las plazas y calles, reales y virtuales, nos vuelven a encontrar, y acá seguiremos gritando, cantando, rosqueando y luchando hasta que sea ley.