Investigadores de la UNL determinaron que en las branquias e hígado de los sábalos se encontraron rastros del herbicida 2,4-D y del insecticida organofosforado clorpirifos.
Un estudio científico realizado por investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) detectó la presencia de agroquímicos tanto en el agua del río Salado, en su tramo final en territorio de la provincia de Santa Fe, como en los sedimentos y en los peces que aparecieron muertos en forma masiva en diciembre de 2020.
El trabajo fue elaborado por integrantes del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL a pedido de la Procuración General de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe.
Las muestras de agua y sedimentos para realizar los análisis fueron tomadas a finales de 2020 a la altura del country Los Molinos, en el norte de la ciudad de Santa Fe, y en el puente de la ruta provincial 70, en jurisdicción de la ciudad de Esperanza. También se colectaron peces que todavía estaban con vida pero que mostraban conductas inusuales, como subir permanentemente hasta la superficie para respirar.
Sobre esas muestras se efectuaron análisis fisicoquímicos, bacteriológicos y de metales, además de medirse el oxígeno. Asimismo, se trabajó en la detección de químicos que llegan a las aguas del río Salado por su cercanía con campos agrícolas que son fumigados con plaguicidas.
En ese sentido, los científicos determinaron que encontraron en las branquias e hígado de sábalo “el herbicida 2,4-D” y “el insecticida organofosforado clorpirifos con 80” en el primer sitio de extracción de muestras y “clorpirifos 30” en el segundo. Por otra parte, los especialistas también indicaron que “el 2,4-D por su efectos tóxicos y genotóxicos en peces, se puede clasificar como una sustancia muy nociva para los organismos acuáticos”.
“El clorpirifos es el insecticida neurotóxico de amplio espectro más utilizado en Argentina (principalmente en cultivos de soja, maíz, trigo y girasol) para controlar plagas de insectos”, añadieron en el trabajo. Luego, indicaron que “debido a sus grandes riesgos para la salud humana y animal (sus exposiciones crónicas pueden causar déficits cognitivos y conductuales) en enero de 2020 la Unión Europea prohibió el uso del clorpirifos”.
El informe fue confeccionado por los investigadores Rafael Lajmanovich, Paola Peltzer y Maximiliano Attademo, todos científicos del Conicet y de la UNL.
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