Jorge Ricci murió en una noche santafesina de verano, sentado en un hemiciclo como hace más de dos mil años otro hombre, como él, también intentaba encontrar un reflejo o una dicha en un escenario. Las circunstancias concentran toda su vida, cuya huella en la cultura y el arte de la ciudad es profunda en el teatro, la radio y la gestión pública.
Junto al Equipo Teatro Llanura, Ricci montó en nuestra ciudad el Woyzeck de Georg Buchner, en 1973. Siguieron el Ubu Rey de Jarry, Chejov, Pavlovsky, Arlt. Con Rafael Bruza, fallecido hace una semana, hizo una dupla creativa que viajó por el país y el mundo con las tres obras que más marcaron su trayectoria: El clásico binomio, Actores de provincia y El cruce de la pampa.
Quienes lo vieron actuar en sus comienzos no olvidan su trabajo en Zapatones, una de las obras que escribió como dramaturgo. Como actor veterano, Ricci todavía desplegaba con destreza su presencia galante bajo las luces hasta absorber en su cuerpo todo el escenario. En sus personajes estaba la habilidad del clown, la calidez fraternal y la mirada de nostalgia tanguera.
Ligado a la Universidad Nacional de Litoral, Ricci fue responsable de LT10 –también lo sería de Radio Nacional– y comandó el crecimiento de la Secretaría de Cultura. Con él, y con el equipo que se formó bajo su amparo, el Foro de la UNL tomó su forma casi hasta lograr su vigor contemporáneo. Ya retirado de la función pública, solía seguir visitando tanto el edificio moderno como el gran salón de lectura de la centenaria Biblioteca Gálvez.
Pero su influencia estaba más allá de una enumeración de títulos. La casa de Jorge era un paso obligado en las recaladas anuales de Saer por Santa Fe. Su preocupación por abrir un espacio de vinculación con la cultura nacional llevó al continuo flujo de intelectuales hacia nuestra ciudad, en un esfuerzo por cachetear un poco lo que por demasiado tiempo parecía una siesta sin fin.
El escenario quedó mudo, los músicos y el actor callaron, Jorge yacía el 12 de febrero en las gradas del antiguo Anfiteatro del Parque Sur, que cobraba nuevo esplendor como resultado del trabajo de su hijo Paulo, secretario de Cultura de la Municipalidad. Tenía 74 años.