La movida del freestyle crece en la ciudad de Santa Fe. Ingenio, flow y puesta en escena, las claves de las emergentes batallas de gallos que se celebran domingo a domingo en El Pozo.
Una ronda de gente y en el centro los maestros de ceremonia, los MC. Tan simple como antigua es la forma en que los espectáculos artísticos se organizan y con esa misma fórmula los jóvenes sub 20 celebran sus rituales, repiten sus códigos y se entrenan improvisando rimas en plazas de todo el país, la ciudad y los barrios mientras escriben el capítulo temprano del freestyle argentino.
El Pozo Freestyle (EPF) es una competencia de rap que en junio va a cumplir dos años juntando a cada vez más chicas, chicos y adolescentes y que, aún sin pretenderlo, se agrega a una serie de competencias como Invasión Rapper (con sede en la plaza San Martín) y RAP360 (que se hace en El Molino, Fábrica Cultural) a nivel Santa Fe y otras que también marcaron un norte como la extinta competencia porteña El Quinto Escalón, donde hicieron inferiores referentes como Wos, Paulo Londra, Duki y Trueno. Con poquitos años de edad, pero millones de reproducciones de respaldo, muchos MC se curten en estas batallas como trampolín para sus carreras musicales, mientras que otros eligen hacer de esas sus únicas canchas.
Reunidos en el centro comercial de El Pozo con Pausa, los organizadores Santiago Paccot y Ulises Huber atienden la consulta de un nene a bordo de una bici anaranjada, que se acerca justo antes de empezar la entrevista:
—¿Cuándo es la próxima competencia?
—El domingo que viene –se miran y contestan al mismo tiempo.
Dice Ulises: “Esto es de lo más loco que nos pasa, vienen pibes ¡o nenitos! que por ahí ni reconocemos pero que vienen siempre y te preguntan por la próxima fecha o te dicen que pasaron y les gusta, así también van llegando de otros barrios que ni pensamos, el otro día hasta vino un loco desde Oro Verde”. Con 15 años de amistad encima, entre horas compartidas en las aulas de la Mariano Moreno, gritando juntos goles de Colón y otras horas jugando al Minecraft, cuentan que donde menos coincidencias tienen es en la música: Ulises es más cercano al palo del rock argentino moderno (Sumo, Soda, Los Redondos) y Santi se crió a rap y electrónica.
El hype, la manija o la emoción por las “compe” va creciendo y se nota en la cantidad de participantes que se inscriben, en el público que se acerca y hasta en las marcas y negocios que aportan premios y apoyo: “En las primeras que organizamos llegábamos arañando a los participantes para arrancar desde octavos o cuartos de final y pedíamos por favor que se anoten para que no nos quede una llave mal armada. En un momento empezamos a superar los 20 anotados y nos salió todo bastante mal porque no esperábamos tantos. A la fecha siguiente eran el doble y la última vez tuvimos 64, pero ya estábamos mejor preparados y todo bien”.
—Rápidamente, ¿cuál es el mayor acierto de EPF?
—Nos han dicho los competidores que la elección de la plaza. Por ahí el Centro Comercial (la principal del barrio) es muy transitada y hay un murmullo con el que no te podés concentrar bien. En cambio, allá (frente a la Torre 3) es como ideal, hay un semicírculo donde se para la gente alrededor del beatbox, los competidores y listo. El espíritu este, más under, tiende a ir desapareciendo. Hace algunos años había competencias de lunes a lunes, que no eran tan formalizadas por ahí, sino para pasar el rato y compartir, pero que se re vivían. También está el tema del ambiente que se genera, que es de mucha amistad y compañerismo y que hace que los pibes no se quieran ir, termina la compe y se quedan pasándola bien juntos.
Las ramas de los alisos están en pausa, ninguna pelota pica en la cancha de básquet, un pibe se lleva la mano a la boca y empieza a tirar un beat. Un cuadrilátero armado con estacas y la clásica cinta blanca que dice “Peligro”, tres sillas plásticas para el jurado y no mucho más para configurar la arena de batallas. Nenes, pibes, jóvenes, grupos familiares y hasta los perros de la calle se forman en círculo y entran en la rima, siguen los argumentos, festejan cada buen punchline y son partícipes de la competencia en una buena medida: son los de afuera los que marcan las entradas para las improvisaciones y los que pesan en la conciencia del jurado a la hora de definir un ganador tras haber hinchado más por uno u otro.
Flipper, Mariano, Cobe, San y Dani son nombres que se fueron haciendo y creciendo en estas batallas, como decíamos, ritualizadas y con códigos propios que van desde lo gestual hasta el intercambio en las improvisaciones que son mejores si agarran el grado de conversación en rima:
—Mariano: Pero mirá que tacaño/No hables de mi hija porque te voy a enterrar en el baño (...)
—Flipper: Como te digo, no quiero meterme con cosas que son tuyas/entiendo que es feo meter cosas personales en la batalla, no creo que obstruya (...)
A veces, como en este citado, la intensidad o el “ataque” escala tanto que parece que no queda otra que la resolución a las manos, pero no. Prácticamente cada uno de los duelos termina en saludo y abrazo, en indiferencia en los peores de los casos, aunque estos se dan casi nunca.
Y de todo queda registro. Primero, se dedicaron a consolidar su cuenta de Instagram (“es un canal de difusión importantísimo, si no el más importante”). En segundo orden, empezaron a filmar las compes para subirlas a YouTube, primero con celulares y después con la segunda de Movimiento Urbano Santa Fe (un colectivo de Artistas Independientes de la provincia) para que cada fecha ahora se pueda volver a ver y escuchar en HD: “Desde la gente, los pibes que nos dan una mano con la filmación, los que nos prestan las compus y los parlantes para que podamos tirar las pistas, todo va saliendo mejor y es porque lo llevamos juntos. Está el espíritu cooperativo ese en el que todos nos damos una mano y está buenísimo para seguir sosteniendo las compe y la movidita cultural que generan”.