En la elección de convencionales, de las 155 bancas para reformar la Constitución, 48 quedaron en poder de los partidos independientes, mientras que la oposición logró 53, el oficialismo 37 y los pueblos originarios 17.
La coalición oficialista Vamos por Chile sufrió este domingo una dura derrota en la elección de constituyentes para la elaboración de una nueva Constitución.
Con el 99,91% de los votos escrutados –sobre una participación de 6.334.581 personas, el 42,5% del padrón–, los comicios definieron cómo se repartirán las 155 bancas de convencionales constituyentes, 17 de las cuales están reservados a los pueblos originarios.
Las bancas quedaron distribuidas se la siguiente manera: 37 para el oficialista Vamos por Chile; 25 para Apruebo, de la ex Concertación, 28 para la lista Apruebo Dignidad que reúne al Frente Amplio, el PC, Revolución Democrática (RD) y otros grupos y 48 para las listas de independientes, según informó la comisión electoral en su página web.
La derrota del oficialismo que conduce el presidente Sebastián Piñera hizo crecer al izquierdista Frente Amplio, al Partido Comunista y catapultar las candidaturas independientes. La derecha no alcanzó el tercio necesario para bloquear las iniciativas que impulsará el arco opositor en el debate para modificar el espíritu de la Constitución.
Las elecciones constituyentes en Chile significan dura derrota para el oficialismo de Piñera y para la ex Concertación, las coaliciones que gobernaron el país en todo el período posdictadura, además de hacer crecer al izquierdista Frente Amplio, al Partido Comunista y a los independientes.
Tras las manifestaciones que exigían un cambio constitucional, se logró en el Congreso chileno un acuerdo de redactar una nueva Carta Magna desde una “hoja en blanco”, pero la derecha logró imponer como condición una mayoría especial de dos tercios para avanzar en el texto, lo que le hubiera permitido vetar cualquier tema.
Los inesperados resultados, no obstante, abren un escenario de futuras negociaciones de difícil pronóstico que no estaba en los planes del oficialismo ni de la oposición.
En Chile se utiliza el sistema D’Hondt para los cargos constituyentes, que consiste en un método matemático de carácter proporcional, que busca fortalecer la representatividad en los delegados a escoger.
Estos 155 convencionales constituyentes tendrán la tarea de redactar una nueva Constitución en un máximo de 12 meses y cada norma debatida deberá contar con una aprobación de los dos tercios.
Luego el proyecto de nueva Constitución deberá ser sometido al llamado “plebiscito de salida”, en el que los chilenos votarán nuevamente si aprueba o rechazan la Carta Magna.
De ganar el “apruebo”, se convoca a una sesión solemne del Congreso Pleno y se jura sobre la nueva Carta Fundamental.
En caso contrario, queda vigente el texto actual, que data de 1980, escrito durante la dictadura cívico militar de Augusto Pinochet (1973-1990).
Será que Chile lograra de una vez por todas destruir al pinochetismo y a la tremenda derecha chilena?