La distribución asimétrica de las tareas domésticas explica por qué las mujeres tienen menos peso que los varones en el mercado laboral. “Mujeres, travas y tortas sostenemos las crisis”, dice María Claudia Albornoz.
La pandemia del Covid 19 y las diferentes medidas que se tomaron para frenar la circulación del virus trajeron como consecuencia el deterioro social junto a situaciones de vulnerabilidad que ya afectaban a Argentina desde antes de la irrupción del virus. El hambre es una problemática que se agudizó en este contexto. Según el Indec, actualmente el 42% de la población argentina está debajo de la línea de la pobreza. El ministro de Desarrollo Social de la Nación, Daniel Arroyo, en agosto de 2020 dijo en la Cámara de Diputados que cerca de 11 millones de argentinos reciben asistencia alimentaria a través de comedores y merenderos comunitarios. Antes de la pandemia eran ocho millones, según el funcionario.
En ese contexto, representantes de todo el país de la organización social La Poderosa se reunieron el 22 de abril pasado con Arroyo. La Poderosa trabaja en las villas de todo el territorio nacional, entre otras cosas, paleando las situaciones de hambre a través de los comedores y merenderos comunitarios. Además del ministro de Desarrollo Social, estuvo en la reunión Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad. La presencia de la ministra encaja con una situación que no es ajena para el gabinete del presidente Alberto Fernández. Desde la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, área que preside Mercedes D’Alessandro, se elaboró la investigación “Los cuidados, un sector estratégico” que dio cuenta de que el 16% del PBI nacional es aportado por las personas que realizan trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR). Estas tareas son realizadas principalmente por femineidades: nueve de cada diez mujeres argentinas realizan esas labores. En comparación con los varones, le dedican el triple de tiempo, según el estudio oficial. Concretamente, las mujeres realizan más del 75% del TDCNR.
El TDCNR es el trabajo que permite que las personas se alimenten, cuenten con un espacio en condiciones de habitabilidad, reproduzcan en general sus actividades cotidianas y puedan participar en el mercado laboral, estudiar o disfrutar del ocio, entre otras. La distribución asimétrica ayuda a explicar por qué la participación de las femineidades en el mercado laboral es más baja que la de los varones. También incide en que tengan trabajos más precarios, que implican a su vez una mayor desprotección social.
María Claudia Albornoz, referenta de La Poderosa en Santa Fe, estuvo presente en la reunión con los ministros Arroyo y Gómez Alcorta. Sobre la situación del hambre, agravada por la pandemia, le aseguró a Pausa que en Argentina hay más de 10 mil comedores que asisten a más de 10 millones de personas en la alimentación diaria. En ellos sobre todo trabajan y cocinan mujeres. “Somos las femineidades las que llevamos adelante los comedores en su gran mayoría. Si bien es cierto que en muchos también trabajan varones, la realidad es que son muy pocos. Eso es una cuestión cultural que hay que modificar. Siempre las tareas de cuidado están a cargo de las femineidades. Somos las mujeres, las travas y las tortas las que sostenemos las crisis”, afirmó Albornoz.
—¿Cuáles fueron los ejes principales de la reunión con Arroyo y Gómez Alcorta?
—En la reunión pusimos el foco en la feminización de la pobreza. Esto me parece muy importante que el país lo entienda: que la mayoría de los empobrecidos son mujeres. Además, si te ponés a pensar, esto no solamente es así en la Argentina, sino que en el mundo ocurre de la misma forma. Otro dato que hay que encadenar es la situación de pobreza de la niñez. Argentina tiene casi un 60% de niñes empobrecidos. Estamos hablando de una cifra muy grande. De cada diez, seis son empobrecidos. Es una cifra alarmante, horrible. Rifamos el futuro de un país con niños y niñas que, al estar por debajo de la línea de la pobreza, tienen mal acceso a la educación, nulo o escaso. Seis de cada diez tienen malnutrición, muchos de sus derechos fundamentales están siendo rotos, vulnerados. Entonces es clave entender que las femineidades, las mujeres, las travas y las tortas (y esto está bueno que lo digamos en estos términos, porque no son lo mismo) somos las que estamos al frente de los comedores y de las tareas de cuidados. Es mucho el trabajo que estas mujeres llevan adelante, desde que se abre un comedor hasta que se cocina, se reparte la vianda y se limpia todo. Son más de seis horas diarias donde se está pensando qué se va a cocinar, para una cantidad siempre muy numerosa de vecinos y vecinas, en todos los barrios del país. Por eso es fundamental y necesario que estas femineidades que están al frente de los comedores, reciban una remuneración salarial. Eso fue lo que le planteamos a Arroyo y a Gómez Alcorta y fue recibido de buena forma por ellos.
—Esta situación es histórica, pero se agravó con la pandemia.
—Exacto, es histórica. Porque si vos te ponés a ver en Argentina, en los momentos de más pobreza, es cuando más se come vianda, que es un picadillo de carne, que viene en una lata y es una comida que tiene muchísimo sodio. Entonces, cada mujer que está al frente de un comedor, tiene que idear y pensar lo que se va a cocinar todos los días. Es una tarea que no te lleva seis horas, sino que te ocupa toda la vida. Estás todo el día, todos los días, pensando en alimentación. Esto genera un desgaste, nosotras decimos que es una plusvalía emocional. Por eso es que también le planteamos al ministro y la ministra que somos las que sostenemos el 16% del PBI del país. Es el PBI invisibilizado. Fue muy importante esta reunión que tuvimos, porque juntamos dos ministerios que, si bien se reúnen seguramente en el gabinete, no hablan de estas particularidades que tienen que ver sobre todo con la situación de las mujeres empobrecidas. Si vos observás las redes sociales del Ministerio de las Mujeres, ves que van a hablar, por ejemplo, de autonomía económica de las mujeres. ¿Qué autonomía económica pueden tener las mujeres empobrecidas si no tienen un salario? Por eso lo que fuimos a plantear fue la necesidad de un salario mínimo vital y móvil. Que no es que más de 21 mil pesos por ahora... Al menos hasta que se reúna el Consejo del Salario, donde seguro ese techo se va a subir.
—¿Qué nos dice el dato de que diez millones de argentinos están siendo alimentados en comedores comunitarios?
—Yo creo que la pregunta que hay que hacerse es qué pasaría si estas mujeres, estas femineidades, no cocinaran para esos 10 millones de personas que alimentan. Yo creo que este país explota. Y en este sentido, también habría que reflexionar por qué tampoco somos consideradas esenciales para la vacuna. Esto es otra cosa por la que vamos. ¿Qué pasa con nuestras compañeras que están en la línea de fuego? Solo La Poderosa tiene más de dos mil personas trabajando en comedores de todo el país. Y estamos hablando de un solo movimiento social. Pero, para ordenarnos, nosotros decimos que una de las principales reivindicaciones es el salario. En esa reunión, el ministro Arroyo y la ministra Gómez Alcorta, se comprometieron a estudiar la posibilidad de otorgar un salario mínimo vital y móvil a las personas que trabajan en los comedores. Por otro lado, el ministro nos dijo que ayudemos a modificar en lo simbólico, porque muchas veces algunas partes de los sectores medios y altos dicen que somos las planeras, las que no hacen nada, las que están asistenciadas. Eso es mentira. Es una base cultural que hay que modificar. Las clases empobrecidas no son sectores que se cruzan de brazos y dicen “ah bueno, que me asistan”. No, todo el tiempo estamos pensando en cómo inventarnos el trabajo. Porque no hay trabajo para nadie. Imaginate para los empobrecidos, que no tienen acceso a la educación.
El hambre
La Poderosa sostiene dos comedores: uno en barrio Chalet y el otro en Costa Azul, en Santo Tomé.
En Chalet se hacen casi 500 raciones de comida los sábados y domingos, pero no llegan a alimentar a todas las personas que lo solicitan.
En pandemia, según la cocinera María del Carmen Correa, la situación cambió bastante. Nunca se suspendió el servicio a la comunidad, a pesar de la circulación del virus. Hay muchas más familias solicitando comida: antes de la pandemia, asistían 35 familias; ahora el promedio es de 55.
La jornada laboral es de 8 a 14 y la planificación de las comidas es semanal, organizada por las militantes.