Las cruces desaparecieron a fines del año pasado y fueron colocadas nuevamente el pasado 29 de abril. Apenas dos semanas después, volvieron a vandalizar el monumento popular que recuerda el crimen hídrico de 2003. "Me llama la atención que en un lugar tan custodiado, nadie vea cuando pasa esto", afirma Marta Giavi, de la Marcha de las Antorchas.
A fines del año pasado, tras las marchas anticuarentena, desaparecieron las cruces que conmemoran -en la Plaza 25 de Mayo- a las 158 víctimas fatales de la inundación de 2003. El pasado 29 de abril se cumplieron 18 años del crimen hídrico y el movimiento de inundados organizó una serie de actividades con los resguardos necesarios por la pandemia. Fue en ese marco que integrantes de la Marcha de las Antorchas volvieron a colocarlas. Sin embargo, este miércoles, fueron nuevamente arrancadas. No se las llevaron: las dejaron apiladas junto al cartel que reclama "Justicia en todo y para todos", lema de la Marcha desde sus inicios.
Pausa conversó con Marta Giavi, integrante de la Marcha. "Me llama la atención que en un lugar tan custodiado, porque hay edificios alrededor que lo custodian, nadie ve cuando pasa esto. ¿Cuándo lo hacen? ¿Quién lo hace? ¿Por qué? ¿Quién puede a esta altura arrancar las cruces de los inundados? ¿Nadie lo ha visto?", se pregunta. "La Plaza es pública y ese es un monumento popular que merece ser cuidado", sostiene.
La entrevistada manifiesta que "las cruces tienen la importancia de la historia de la Marcha". El monumento surgió en una de las primeras movilizaciones callejeras de la Marcha de las Antorchas. "Fue una acción espontánea, hicimos una marcha grande y dijimos 'la próxima vez vamos a traer cruces'. Entonces cada uno llevó su cruz. En ese momento alguien dijo: 'vamos a clavarlas en el cantero. Y cruz que se saca, cruz que se repone'. Todos mantuvimos esa postura. Así se fue constituyendo este monumento popular. Surgió de las marchas, de la gente", relata Giavi.
Junto a las cruces descansan las cenizas de la Madre de Plaza de Mayo Norma Biegkler. "Un día apareció su esposo y nos contó que su compañera le había pedido que desparramara sus cenizas en el cantero donde estaban las cruces, en el monumento de los inundados", recuerda Marta. De alguna manera, la decisión de Biegkler ligó dos luchas que tienen un objetivo común: la reivindicación de la memoria y de la justicia.
Para los inundados, esa memoria está hecha de madera, de la regeneración permanente de su materia. "Para las cruces no queríamos ni el bronce, ni el hierro; queríamos la madera. La madera se moja, ataja tormentas, soporta lluvias, soles fuertes, se descompone, se rompe y vuelve a constituirse. A la memoria también le pasan todas estas vicisitudes, corre su mismo derrotero", explica Giavi. 18 años después, y pese a las manos -siempre anónimas- que intentan opacar una historia de lucha, la importancia de esas cruces sigue vigente.
"Esto no es solo un cantero con cruces plantadas. Esta es una historia que se va armando con la lucha, con la intención y la voluntad de todos. Por eso decimos que es un monumento popular", afirma la integrante de la Marcha. "Ese lugar es muy representativo. Y es muy significativo para la ciudad de Santa Fe. Pero sabemos que la memoria tiene estas cosas", agrega.
"Cruz que se saca, cruz que se repone"
Bajo este lema, integrantes de la Marcha de las Antorchas volvieron a colocar las cruces, en la tarde de este viernes. "Cada vez que reponemos las cruces reafirmamos la memoria", dice Giavi.
El 29 de abril pasado, otra referente de la Marcha, Graciela García, afirmó a este medio: "Volveremos a poner las cruces tantas veces como sea necesario porque somos empedernidos, personas que ya no somos jóvenes, por lo tanto lo que nos queda es insistir, resistir, poner en juego lo que sería ‘dejar la posta’ a los más jóvenes y que puedan entender de qué se trata" lo que pasó en abril de 2003.