El proceso político que comenzó con la lucha popular en las calles es una posibilidad para crear un horizonte de igualdad entre los géneros, en materia de salud y educación y en la soberanía de los cuerpos y los territorios.
Las protestas de octubre de 2019 tienen raíces feministas. Los cuerpos en las calles de Santiago y en las distintas regiones de ese largo país de montañas y de mar, advertían que Chile había despertado en el ocaso mismo de la herencia dictatorial de Pinochet. Los cuerpos bailaban, gritaban, quemaban: que todo arda hasta que la dignidad se haga costumbre. También cantaban, ordenados en coreografías, que el Estado opresor es un macho violador. Contra ese Estado, en los meses post revuelta, los feminismos se organizaron para empezar a soñar una Constitución que deje atrás la desigualdad entre los sexos y los géneros. Del total de representantes votados para conformar la Asamblea Constituyente el pasado 15 y 16 de mayo, 78 son varones y 77 son mujeres.
Alondra Carrillo Vidal tiene 29 años, es psicóloga e integra la Coordinadora Feminista 8 de Marzo. Vivió toda su vida en La Florida, a 20 kilómetros de Santiago, y el pasado fin de semana fue electa convencional constituyente por el Distrito 12.
“El feminismo vino a aportar una posición política de impugnación hacia todos los responsables políticos de la precarización de la vida y con eso abrir camino a la irrupción de un sector popular capaz de poner en entredicho la estabilidad y la normalidad neoliberal y de poner sobre la mesa un balance histórico de estos 30 años de transición pactada en una clave feminista”, dice la convencional electa en diálogo con Pausa.
La Coordinadora Feminista 8 de Marzo está compuesta por comités migrantes, de trabajadoras y sindicalistas, socioambientales, educacionales, de niñez, de derechos humanos, por una brigada de arte, comisiones de trabajo permanentes y espacios de articulación plurinacional. Propusieron cinco candidaturas, alineadas con los movimientos independientes expresivos de la revuelta.
—¿Cuáles son los planteos que van a llevar a la Asamblea Constituyente?
—En lo medular, es un programa de socialización de todas las condiciones que hacen posible la vida: un programa de socialización de la riqueza, producida y apropiada por unos pocos; de socialización de los trabajos reproductivos y no reproductivos, remunerados y no remunerados, de los trabajos de cuidado; de socialización de los bienes comunes y de socialización del placer, que busca la libre determinación de nuestros cuerpos, nuestras vidas y nuestros vínculos.
Para la entrevistada, ese programa se materializaría a través de “un sistema de seguridad social integral, que incluye un sistema único de cuidados que permita desprivatizar la tarea de cuidar, que permita reconocer a esa tarea como socialmente necesaria, que permita organizarla mediante una red de prestaciones públicas de calidad”. En el mismo sentido, demanda “que todos los derechos sociales que se consagren en la nueva Constitución lo hagan con una perspectiva feminista”. “Que la educación pública que consagremos sea no sexista, comprometida con la erradicación de la violencia contra mujeres, disidencias sexogenéricas, niñas, niños y niñes”, ejemplifica. “Lo mismo con la salud: una salud pública, universal, integral, que sea garante de nuestros derechos reproductivos y no reproductivos y que se distancie de cualquier perspectiva eugenésica o de privación de los derechos reproductivos en función de la etnia”, señala. Carrillo Vidal también alude a “la posibilidad de consagrar el derecho a migrar que sustente políticas migratorias con un enfoque de derechos y perspectiva de género”.
—¿Cómo van a seguir trabajado para llevar los planteos desde las bases a las convenciones constituyentes?
—Estamos trabajando para articularnos con decenas de organizaciones. Venimos mandatadas por espacios de articulación de múltiples organizaciones sociales y hoy la hermosa tarea que tenemos por delante es poder, junto a todas esas decenas o centenares de organizaciones sociales que quieran ser parte del proceso diseñar una metodología para la participación popular vinculante que pueda ser compleja, diversa e incluir múltiples formas de discutir, múltiples formas de intervenir en el debate y múltiples modos también de levantar mandatos constituyentes que podamos portar quienes hoy somos vocerías de los pueblos al interior de la Convención Constitucional. Va a ser un proceso permanente de discusión y de deliberación popular. Ya estamos poniendo todas las manos en poder generar esas metodologías participativas que puedan valerse de la larga trayectoria histórica que tenemos en América Latina de ejercicios de educación popular y de construcción de una política desde abajo.
—¿Por qué es necesaria una nueva Constitución en Chile?
—La Constitución actual fue redactada durante una dictadura cívico militar que se dedicó a destruir sistemáticamente a la militancia popular organizada. Esa Constitución vino a consagrar una contrarrevolución neoliberal efectiva, que se desarrolló por la vía del exterminio de la disidencia. Ha permitido la concentración del poder en manos de quienes, o bien se dedicaron a construir ese aparataje institucional durante la dictadura, o bien se dedicaron a administrarlo. Es necesario que la potencia de los pueblos organizados pueda dar a luz a un nuevo orden institucional. La redacción de una nueva Constitución no va a ser la solución definitiva a las múltiples formas de violencia y precarización contra las que nos hemos levantado pero es un momento imprescindible de barrer con este orden neoliberal y sentar los cimientos para un nuevo orden social, político, económico, cultural en nuestro país.
Respeto a dignidad y a la diversidad
En 2006, el mundo miró a Chile por la Revolución Pingüina, la protesta estudiantil secundaria que se replicaría, alcanzando a otros niveles educativos, en 2011. Más acá en el tiempo, la marea feminista generó otras instancias de acción política en el espacio público que resultan claves para entender la rebelión de octubre de 2019. Del otro lado de la Cordillera, las mujeres y LGBTI se sumaron al movimiento Ni Una Menos que nació en 2015 en Argentina. En 2018, el Mayo Feminista incluyó una serie de tomas de edificios educativos que pusieron en evidencia las desigualdades y las violencias por motivos de género en esos ámbitos. El 8 de marzo de 2019, se convocó a la primera huelga feminista en un país donde la huelga está prohibida y donde las reglas son impuestas por la flexibilización laboral. Las diferentes manifestaciones contra las políticas neoliberales -por ejemplo, en contra de un sistema previsional privatizado- también marcaron el camino.
Tamara Vidaurrazaga es docente de la Escuela de Ciencia Política, Gobierno y Gestión Pública de la universidad Academia de Humanismo Cristiano. Vive en Santiago y participó de las revueltas del 19. "Hubo manifestaciones en el día, en la noche, salimos a tocar cacerolas, se quemaron cosas, llenamos la plaza que antes se llamaba Italia y que ahora el pueblo la llama Plaza Dignidad", recuerda. "Yo nací a finales de los 70, y mi generación recuerda muchas escenas de la dictadura así que pasamos mucho miedo, a diferencia quizás de los más jóvenes, que además estaban muy envalentonados y se enfrentaban con los militares sin temor", explica. La represión impulsada por el gobierno de Sebastián Piñera, las mutilaciones y las detenciones sucedidas en ese contexto confirmaron esos miedos.
La entrevistada menciona que las demandas feministas fueron parte del repertorio de la protesta. “Desde el día uno, muchas de las cuestiones que se gritaron, que se escribieron en los muros, tuvieron que ver con esta crítica feminista que se hace no solo desde esta desigualdad que vivimos las mujeres sino todos los seres humanos que no calzan con la heteronorma, que no siguen los mandatos de género”, relata. “Los primeros gritos eran ‘somos putas pero no somos pacas’ [policías]”. Vidaurrazaga destaca “el uso del espacio público de personas que usualmente vemos más ocultas: trans o gays con mucha más libertad de expresarse”.
Tras las movilizaciones, en los territorios locales comenzaron las discusiones respecto de la Constitución. “Las feministas estuvieron súper implicadas en el trabajo territorial, con este pensar más claramente en la Constitución, hay que impulsar un plebiscito, hay que impulsar candidaturas y luego ya teniendo los resultados es muy evidente que esta es una Asamblea Constituyente que está marcada por las demandas feministas”, piensa la docente. “De las candidaturas electas hay buena parte que viene de organizaciones declaradas feministas y otras que viniendo de partidos o siendo independientes también se declaran feministas y se suman a este grupo de personas, hombres y mujeres, que están pidiendo una lectura crítica de la sociedad en términos de género”, agrega.
Para la docente, “la desigualdad entre género y sexo tiene que ser, por mandato constitucional, un tema instalado en la educación”. “Otra cuestión primordial para garantizar la igualdad entre los géneros es la cuestión del derecho sobre el propio cuerpo. Y eso también implica cuestiones que no necesariamente son feministas como el derecho a la eutanasia”, sostiene. “Otro tema importante es el de los territorios. Hay un vínculo muy importante que hace cierto feminismo sobre el derecho al cuerpo y al territorio y es porque en nuestros países muchas mujeres están a cargo de territorios que son abusados en términos medioambientales, de saqueo, y que tienen que ver directo con la calidad de vida de esas mujeres, con esto que ciertos feminismos llaman el buen vivir”, valora. Vidaurrazaga reivindica “los derechos sociales básicos, que tienen que ver con la salud y que se mezclan el vivir de todos los cuerpos”. “Cuando digo derecho a los cuerpos, a la propia vida, también digo derecho a la propia identidad, cómo quiero que me nombren, que me llamen, cómo quiero vestirme, a quién quiero amar”, aclara.
De los 155 escaños que conformarán la Convención Constituyente, 17 fueron asignados a los pueblos indígenas: "Hay una buena parte de los feminismos en Chile que específicamente se vinculan y ponen como prioridad la cuestión del reconocimiento a la plurinacionalidad", señala la docente. "En nuestro país esto es muy relevante porque tenemos pueblos indígenas muy vivos todavía. Se ha visibilizado de forma mucho más clara la violencia del Estado chileno hacia el pueblo mapuche", sostiene.
“Si algo ha pasado con el neoliberalismo instalado de manera tan brutal en Chile, reforzado por esta Constitución, es que el derecho primordial es el derecho al desarrollo individual que justifica este progreso de ciertas empresas sin importar las consecuencias. Ahí hay una cuestión que instalan mucho los feminismos comunitarios e indígenas, que tienen que ver con la relevancia de lo colectivo para vivir bien”, reflexiona la entrevistada. “Esta nueva Constitución debiera instalar la igualdad, la importancia del buen vivir colectivo como algo que debe ser superior a los intereses individuales y garantizar que la dignidad individual, en términos de quién soy y quién quiero ser, sea respetada. Lo interesante sería un equilibrio de esta importancia de lo colectivo por sobre lo individual y al mismo tiempo el respeto de la dignidad individual como una cosa inalienable”, finaliza.