El gobierno de Sebastián Piñera perdió las elecciones de constituyentes que redactarán la nueva Carta Magna. El proceso que inició con las revueltas de 2019 avanza a paso firme del otro lado de la Cordillera.
El 15 y 16 de mayo Chile eligió la conformación de la Convención Constituyente que redactará su nueva Carta Magna. El texto constitucional vigente data de 1980, cuando gobernaba el país la dictadura de Augusto Pinochet. El 11 de septiembre de 1973, antes de ser asesinado, el presidente Salvador Allende denunciaba la felonía y la traición de los mandos militares, pero también anunciaba que se abrirían las grandes alamedas por donde pasaría el hombre libre para construir una sociedad mejor.
Las grandes alamedas se abrieron 46 años después, tras 29 años del retorno de la democracia. Todo empezó con el aumento del precio del pasaje del metro y con las y los estudiantes saltando los molinetes para birlar el recrudecimiento del costo de vida de los sectores populares. Era octubre de 2019. Las protestas no tardaron en superponerse en distintos puntos del país. Las voces clamaban el “basta ya” de la precarización. El mundo anunciaba la muerte del neoliberalismo en su propia cuna. Poco después, la revuelta devino en un proceso que -desde las bases- reclamó una reforma estructural del Estado: una nueva constitución que enterrara el legado de la dictadura cívico militar.
En 2020, el Plebiscito Nacional -el primero de la reciente democracia chilena- resolvió, por el 78,8% de los votos aprobar la necesidad de una Reforma Constitucional. El 79% consideró además que debía ser redactada por una Convención Constitucional electa por el pueblo. La Convención está compuesta por 155 constituyentes. De esos escaños, 17 corresponden a los pueblos originarios. En las últimas semanas, Chile votó la composición de ese cuerpo, que comenzará a debatir la nueva Contitución el año próximo.
Chile cambia: dura derrota del oficialismo ante la izquierda y los independientes
El gran perdedor de los comicios fue el gobierno de Sebastián Piñera. Su lista de coalición, Vamos Chile, no logró obtener los 52 escaños –un tercio de la conformación- que le hubiera permitido el poder de veto. En cambio, obtuvieron 37 bancas. En un país híperpresidencialista, donde el presidente elige las autoridades de cada Región (Chile tiene 16 regiones), el oficialismo nacional perdió en todas ellas. Mal augurio de cara a la carrera presidencial que inició la semana pasada, con la inscripción de las precandidaturas.
Quienes sí salieron favorecidos fueron los grupos independientes: obtuvieron 48 bancas. De ese total, 26 corresponden a la Lista del Pueblo, organizada tras la revuelta de 2019. Pausa conversó con Rodrigo Rojas Vade, integrante del espacio y convencional electo por el Distrito 13. El entrevistado tiene 37 años: el promedio de edad de la Convención es 45. Vive en El Tránsito, sector rural de la comunidad de Melipilla, a unos 40 minutos de Santiago. “Hay muchas realidades de Chile que hoy no están representadas, como el mundo rural. La diversidad de la Lista es nuestro rasgo diferenciador: levantar todas las voces que nunca han sido escuchadas”, enfatiza.
—¿Por qué Chile necesita una nueva Constitución?
—A título personal, creo que no podemos seguir bajo la mercantilización de los derechos. Necesitamos una conexión real del proyecto de país y de la Carta Magna con nuestros bienes naturales, dejar de mirarlos como recursos y establecer un plan de desarrollo sustentable, reparatorio y respetuoso con la tierra. Es necesaria una protección social para la fuerza trabajadora, dándole importancia por sobre un desarrollo económico que en apariencia es exitoso, pero con una clase media endeudada, empobrecida y con la carencia absoluta en la que vivimos con respecto a la seguridad social. Es el momento de terminar con una Constitución que fue redactada en dictadura, en pos de empoderar a nuestros ciudadanos.
—¿Por qué independientes? ¿Qué implica esto respecto a los partidos políticos tradicionales?
—La necesidad de la independencia surge de la decepción de la ciudadanía respecto a los partidos políticos, desde la dictadura en adelante. Todos los sectores, algunos en mayor o menor medida, han sido responsables de una mercantilización obscena de nuestros derechos sociales, que hace que nuestros proyectos de vida sean imposibles de realizar. Nacemos como una oportunidad de democratizar la política y de generar esta participación, que fue la que los partidos políticos no estuvieron a la altura de mantener.
—¿Cómo influyó el 2019?
—La revuelta de 2019 marcó un hito. Sin un estallido social como el que tuvimos, y que se sostuvo durante todo un año, hoy no estaríamos hablando de una Convención Constitucional ni de cambiar la Carta Magna, ni de la primera Constitución democrática de Chile. Todo esto se dio gracias a la movilización ciudadana, a las y los compañeros que han sido torturados o mutilados, a aquellos que perdieron la vida. Muchas personas se encuentran privadas de libertad bajo la figura de presos políticos. Es un estallido que tiene una relevancia muy importante porque fue la pieza clave para el escenario político que hoy tiene Chile. Viví en carne propia cómo se empezaba a recuperar el tejido social, cómo la sociedad chilena empezaba a hablarse nuevamente, empezábamos a escucharnos y a darnos cuenta de que el individualismo no es la forma. Empezamos a construir proyectos y pensamientos colectivos, que es lo que nunca debiésemos haber dejado que se rompiera. Viví la represión policial en carne propia, no solo por los gases y los químicos en la piel, sino por golpizas que recibí de la policía, en la guerra que Sebastián Piñera declaró contra su pueblo.
Según la Coordinadora de Presos Políticos, hay 284 personas que permanecen detenidas tras las protestas de 2019. El Mapa de Violaciones de Derechos Humanos de Chile rastreó 2520 denuncias a las fuerzas policiales y militares entre octubre de 2019 y marzo de 2020. Se registraron 1730 querellas por apremios ilegítimos, 460 por tortura, 101 por violencia innecesaria y 81 por abusos contra particulares.
La participación de los partidos
Mientras que los independientes fueron los más votados y que la derecha obtuvo un magro resultado, el espectro de partidos de izquierda se ubicaron en una posición intermedia. A fin de cuentas, el Partido Socialista será la bancada partidaria más importante, con 15 escaños. Para el vicepresidente de la Juventud Socialista chilena, Rodrigo Muñoz Baeza, los resultados electorales mostraron “un contexto bastante complejo para los partidos políticos en general”.
—¿Cómo lee el resultado de los grupos independientes?
—Es una buena noticia. Podrá sonar contradictorio con mi carácter de militante partidario, pero las fuerzas que siempre se habían encontrado fuera del sistema político, han podido encontrar en esta ocasión un encausamiento institucional. También es, obviamente, un rechazo muy fuerte a las maneras en que venimos trabajando como partidos políticos. En este caso hablo desde la derecha más conservadora a la izquierda más dura. Va a ser un problema muy grande en la medida que no sepamos resolverlo y mantengamos nuestras posiciones de que esto es una expresión del populismo, que son personas anárquicas, que no saben nada de política y otros descalificativos en contra de la gente por optar por esta alternativa. Es un desafío más para nosotros ver cómo renovamos nuestras estructuras, nuestras maneras de trabajar, cómo nos involucramos con las comunidades más efectivamente. Eso va a significar repensar muchas cosas y está bien. Chile ha tenido 30 años en los cuales no se han movido mucho las cosas.
—¿Por qué es necesaria esta Reforma?
—Primero, porque hoy mantenemos el legado de la dictadura a nivel constitucional. Y si bien había sido una idea de la izquierda chilena desde que volvimos a la democracia en los años 90, no había existido la posibilidad siquiera de discutirlo de manera profunda. Siempre hubo grupos opositores a esta iniciativa, por la derecha y el empresariado; mucho temor del centro político en torno a avanzar hacia ese camino. La actual Convención es paritaria e incluye a los pueblos originarios. Es una cosa radicalmente distinta de lo que hemos tenido como práctica republicana. Lo segundo es toda la raigambre neoliberal que lamentablemente ha reducido mucho los derechos sociales en Chile.
El legado de Allende
Muñoz Baeza remite al legado de Salvador Allende, “pero no como una materia de museo”. “Una de sus ideas era hacer una nueva Constitución, y quedó truncada por el golpe. Ese proyecto se alcanzó a redactar y va a ser parte de la influencia que tengamos desde la izquierda en este proceso”, dice el militante. Por último, destaca la “integralidad” y la “ética política” del dirigente: “Nos llama a ser humildes y autocríticos con lo que está ocurriendo en nuestro país. Eso es Allende: estar en la calle y ser uno más, participar y construir en nuestras comunidades”.