El Concejo Municipal aprobó la construcción de una estatua en el barrio costero donde creció el poeta.
Simple coincidencia o consecuencia de algún plan secreto, hace algunas semanas pasaron cosas que tienen que ver con Horacio Guarany, Horacio Pueblo, El Potro. Qué más hubiéramos querido que festejar su cumpleaños 96 el 15 de mayo pasado, pero la cuenta terminó en 91 para él, que falleció el 13 de enero de 2017 en su casa de Luján, en la provincia de Buenos Aires. En tanto, apenas cuatro días después, el jueves 20, el Concejo Municipal de Santa Fe aprobó un proyecto para levantar una estatua en memoria del Potro en el mismísimo Alto Verde, el barrio en el que vivió hasta sus 17 años.
Cada una de sus 600 canciones compuestas se puede tomar como muestra de cómo fue ese hombre, de su historia de vida, de las causas que no podía evitar defender, de sus amores y sus lugares queridos. Letra tenía de sobra: cuando tenía siete años lo “prestaron” porque 14 hermanos eran imposibles de mantener para sus padres, un explotadísimo hachero de La Forestal y una ama de casa intensiva, el nene terminó parando en un boliche donde empezó a trabajar también muy temprano, durmiendo donde podía y muchas veces cediéndole su cama a las “mujeres de la noche”, como él les decía y a las que les tenía un cariño fuerte. Más de una vez respondió alguna caricia de estas mujeres diciéndoles “mamá”. Un primer intento frustrado de dedicarse a la música, una bomba de José López Rega explotando en su casa en medio de la noche, el exilio, el dolor de su pueblo, su voz épica, su empatía y simpatía lo inspiraron para comprarse el amor del público con canciones. Tocó en Rusia, Polonia, Checoslovaquia, España, Portugal, Francia, Italia, Israel, Australia, Estados Unidos y América Latina entera. Fue también actor, guionista, publicó novelas y hasta una autobiografía.
“Quizá yo no sea un gran artista, pero me siento como si lo fuera”, decía, con la misma modestia con la que declaraba que las canciones se le venían encima y las escribía de un tirón. “Sexto grado de la isla de Alto Verde, que equivale a un tercero de la ciudad” era toda la educación formal que recibió, pero quién puede decir que no se haya educado en la carrera de músico popular y de ídolo de artistas. Entre 1944 y 1949 dejó la música, se hizo marinero, navegó por todo el mundo, pero nunca dejó de soñar con Gardel y mantenía la muñeca caliente escribiendo las cartas de amor para las novias de sus compañeros tripulantes.
Finalmente, Herminio Giménez lo convoca para cantar en su famosa orquesta, que interpretaba mayormente músicas paraguayas, por supuesto, muchas de ellas cantadas en guaraní. En 1957 se cortó como solista y de ahí no paró hasta su último día. Más tarde, lo dicho, la persecución, la cárcel, el exilio en Venezuela, México y los cinco años en España: “Mi caballito querido/Esta te pido nomás/Nos han echado los perros/Pero no me han de alcanzar”. Se podría armar una entrevista imaginaria paseando por todos los temas acerca de la política, el arte, la historia y la vida misma solamente usando sus versos. Así le gustaba contestar durante las entrevistas, se ponía a recitar, cuando no a cantar. Sobre las canciones románticas, supo decir que la mayoría “fueron las historias de amor que nunca tuve”.
Igual que Baudelaire en Las flores del mal, Horacio adoraba al vino como el alivio del trabajador después de gastar el cuerpo en el trabajo: “Yo amo el vino, pero no para la borrachera. Yo tengo mucho respeto por el vino. Amo el vino que es la única alegría que tiene el pobre, el trabajador, el obrero que viene cansado y no tiene Mar del Plata, no tiene Punta del Este, no tiene riqueza. Se toma un vinito… ¡Ese vino amo! Amo el vino que tomaba mi padre, hachero del monte, cuando después de tanto trabajar la semana, el domingo se tomaba un vino y cantaba. ¡Qué cosa más maravillosa... El vino le devolvía el canto!”.
Por suerte, le preocupaba poco que se lo tome por borracho o de las estupideces que Miguel Torres del Sel hacía para burlarse de él: “La gente siempre busca cosas... al director técnico de fútbol, al actor, al presidente… el hombre necesita descargar sus problemas, sus complejos, sus incapacidades acusando al otro de ser el culpable de los errores y adjudicándoselos, raramente te señalen las cosas buenas. Yo comprendo, Guarany es un sujeto irritante, porque no pide permiso. Es un desgraciado, se lleva todo por delante, petiso, chueco, fiero, desafinado y que gritaba, que soy borracho, comunista”.
Volver en estatua
Consultada por Pausa, la concejala autora del proyecto, María Laura Spina, detalló: “Es una idea que viene desde hace rato. Hubo iniciativas desde la intendencia de (Mario) Barletta, luego algún intento por parte de Marcos Castelló y recién ahora se obtuvo la ordenanza que hacía falta para autorizar la inclusión de la estatua como parte del presupuesto municipal del año 2022”.
Como una deuda que se tiene para con los artistas en general y para con el Potro en particular, el entusiasmo por homenajearlo se hizo notar enseguida: “La Red de Instituciones de Alto Verde hizo aportes respecto a los posibles lugares para el emplazamiento y el propio hijo del Potro, Horacio Guarany Rodríguez, sugirió la inclusión de algunas letras que acompañen el monumento: van a ser ‘La litoraleña’, que es la pieza que le dedicó al barrio, y también ‘Si se calla el cantor’, que expresa maravillosamente sus ideas de libertad y de la cultura, tan perseguido él durante las dictaduras”, contó la concejala de la UCR. Cuenta el mismo Horacio que estando exiliado en España escribió esta canción para el lugar de su infancia, mientras miraba a los pescadores de un pueblito recordando a su "Alto Verde querido".
Por último, la concejala del bloque UCR-Frente Progresista dejó ver su expectativa porque la escultura de Guarany motive el turismo en Alto Verde: “Si alrededor venden empanadas de pescado, artesanías o remeras de él, los turistas van a comprar. Ojalá se dé”.