Por Claudia Hoyos (*)
Qué difícil materializar con palabras un sentimiento. Nada de lo que pueda decir va a poder explicar esta loca pasión de la gran familia sabalera, hermanada en un grito al unísono de ¡Somos campeones! ¡Vamo’ Colón carajo! ¡Vamooooo Negrooooo! Y tantas otras expresiones más.
Y sí, el viernes a la noche explotó Santa Fe, y desde ese momento fueron imparables los festejos, las bocinas que no paraban de sonar, al igual que Los Palmeras, al igual que los tres goles de un campeonato que es nuestro.
Nos trajimos por fin la Copa a casa, empezamos a agradecer a los jugadores, al Club, a Domínguez –que ya lo transformamos en santo–, la alegría nos salta por los poros y es tan inmensa que no la podemos parar, con un fin de semana entero de festejos (y que seguiremos festejando).
Está claro que toda esta efervescencia no condice con el estado de pandemia que vivimos, pero ¡cómo parar las ganas, si venimos conteniendo el grito desde noviembre de 2019!
Paraguay está tan cerca en el tiempo. Nuestro llanto tenía que ver con las casi nulas posibilidades de que lograr otra alegría como esa. Igual las imágenes de aquel suceso se eternizaron en nuestras retinas: la movilización popular más grande de todos los tiempos de una hinchada viajando a otro país rompió con todos los récords e hicimos historia en la tribuna donde fuimos locales en el extranjero y el mundo nos conoció y reconoció por esta pasión sabalera.
Ese viernes la historia la hicieron los jugadores, pero siempre supieron que acá estaba la hinchada, la que siempre da todo y que es capaz de cualquier locura por hacer sentir esa sangre de campeones. Y así, con toda esta exaltación, seguimos tres días de fiesta incontrolable, de gente emocionada, llorando y mucha mirando al cielo agradeciendo a su dios o al familiar más cercano que lo contagió de esta pasión roja y negra.
En mi cabeza sigue retumbando el “AEEA”, mi corazón se sigue saliendo de su órbita, las ganas de que esta fiesta nunca termine, las ganas de seguir disfrutando un triunfo tan merecido. No me arrepiento de este amor, no quiero por hoy acordarme del Covid y la pandemia, por más que suene irresponsable, déjenme seguir soñando despierta con esta realidad con olor a triunfo, a Santa Fe, a Colón toda la vida.
Porque somos los mejores.
Porque se cumplió un sueño que tiene 116 años.
Porque nos espera la Libertadores.
Porque esta hinchada es una locura maravillosa e incondicional.
Porque esta leyenda continúa.
(*) Profesora de Historia. Feminista, Sabalera y Peronista.