A 103 años de la reforma universitaria, la autora de este artículo propone pensar al movimiento estudiantil feminista como un actor clave en la construcción de una universidad más democrática, igualitaria y accesible.
Por Eugenia De Ponti (*)
El 15 de junio se cumplen 103 años de la reforma universitaria sucedida en la Universidad Nacional de Córdoba, en el año 1918. Hito de la historia universitaria argentina y latinoamericana, sentó las bases para la estructuración de instituciones universitarias más democráticas. En aquel entonces, el movimiento estudiantil se alzó “contra un régimen administrativo, contra un método docente, y contra un concepto de autoridad” (1), anclado en un paradigma de gobierno con fuertes características eclesiásticas y coloniales.
La universidad cordobesa era entonces un ámbito al que sólo tenían acceso las clases altas, en general vinculadas con la oligarquía de la ciudad, y los profesores eran, en su mayoría, sacerdotes e individuos provenientes de familias con estrechos vínculos con la institución católica. El gobierno de la institución era ejercido por consejeros vitalicios seleccionados dentro del mismo círculo de personas que ocupaban los cargos docentes, por lo que la autoridad eclesiástica tenía un control casi total sobre todos los aspectos de la universidad.
Como se afirma en el documento principal de la reforma, “Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y –lo que es peor aún– el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara”. (2)
La Reforma introduce al sistema educativo superior dentro de un proceso de cambios que se relacionan con aquellas modificaciones que se iban dando con el paso de una sociedad tradicional a una sociedad moderna. Específicamente, y luego de varias revueltas, se conformó el conocido Manifiesto Liminar, por medio del cual los estudiantes cordobeses (3) establecen sus proclamas: la autonomía universitaria; el cogobierno entre estudiantes, docentes, no docentes y graduadxs; cargos docentes concursados; docencia libre; asistencia libre; ampliación de la matrícula de ingreso; extensión universitaria y finalmente, unidad latinoamericana en la lucha contra las dictaduras y el imperialismo. A partir de tales reclamos, la UNC es intervenida por el gobierno nacional y se produce la modificación de su Estatuto, donde se introducen la gran mayoría de los cambios propuestos. Esta reforma inaugura un modelo de universidad que se replica en otras universidades que pasan a autodenominarse hijas de la reforma, tal es el caso de la Universidad Nacional del Litoral.
El movimiento estudiantil como sujeto político
Nos interesa resaltar aquí la importancia de la reforma universitaria como punto de inicio a partir del cual el movimiento estudiantil surge como un sujeto colectivo que se instala en el escenario político argentino (Millán y Geia, 2019). Este mismo proceso implica el desarrollo de un nuevo marco de acción, así como un marco discursivo que habilita la acción política de los movimientos estudiantiles. En este sentido, la reforma no sólo es importante porque instala como norma la construcción de gobiernos universitarios más democráticos (4), sino que, a la par, permite el desarrollo de un movimiento estudiantil que se fortalece con el paso del tiempo y que pasa a ser un actor político de gran relevancia en varias de las revueltas más importantes sucedidas tanto en Argentina, como en América Latina.
En este sentido, y como ya fuera mencionado, tal marco de acción no sólo se visualiza en la praxis, sino que es acompañado de un desarrollo discursivo que viene a instalar en la conciencia colectiva estructuras interpretativas que posibilitan el desarrollo y la legitimación del movimiento estudiantil como sujeto colectivo que ocupa el espacio público y que, a la vez que lo constituye, tiene asimismo fuerza transformadora.
A lo largo del siglo que se ha sucedido entre la reforma universitaria y la actualidad, el movimiento estudiantil continuó fortaleciéndose y siendo protagonista de manifestaciones políticas y sociales. Resulta interesante recuperar algunos hechos icónicos de los más recientes que vienen a ratificar la importancia de los movimientos estudiantiles en las transformaciones sociales. En Argentina, podemos recuperar a las manifestaciones universitarias sucedidas en 2018, a raíz del ajuste impuesto por el gobierno de Macri al presupuesto universitario, dentro del cual la devaluación de los salarios docentes apareció como uno de los datos más relevantes. En aquel momento, el lema fue #yodefiendolauniversidadpública, surgido a raíz de un comentario desafortunado de la ex gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, en el cual declaraba que “nadie que nace en la pobreza llega a la universidad”. En ese entonces, las 57 universidades nacionales fueron tomadas por decisión de asambleas de las y los estudiantes en acompañamiento al reclamo salarial docente, y en manifiesta oposición al recorte presupuestario. Las tomas duraron alrededor de dos meses.
Otro gran ejemplo lo sembró el movimiento estudiantil chileno, por la gran importancia que tuvo -y que aún tiene- en las revueltas chilenas iniciadas en el 2019 y que devinieron, luego de más de un año de lucha, en la posibilidad de modificar la constitución chilena, herencia de la dictadura de Pinochet. Allí, las manifestaciones se iniciaron por el aumento del boleto del subterráneo, sin embargo, este aumento no fue sino “la gota que rebalsó el vaso”. En relación con la educación chilena, el movimiento estudiantil viene protagonizando una serie de revueltas desde, por lo menos, el gobierno de Bachelet, en las cuales el reclamo principal es el costo de la educación universitaria.
Actualmente, estamos siendo testigxs de las movilizaciones que están sucediendo en Colombia. De manera similar a la situación chilena, reclamos surgidos a partir de un motivo -en este caso un proyecto de ley de reforma tributaria- fueron escandalosamente reprimidos por parte de las distintas fuerzas de seguridad y de defensa del estado colombiano, lo que produjo mayores manifestaciones, las cuales se siguen sucediendo. En este caso, el movimiento estudiantil también está ocupando un papel de gran relevancia en la organización de las protestas, ya que uno de los reclamos más importantes tiene que ver con la falta de inversión en educación pública.
Segundas reformas universitarias en acción
Nos gustaría recuperar, también, dos hechos que ya son considerados como segundas reformas universitarias, en el marco de los estudios sobre educación superior latinoamericanos. Por un lado, hace ya una década que, en la Universidad de la República en Uruguay, se viene trabajando en lo que allí se denomina como la segunda reforma universitaria, la que tiene por objetivos “Revivir el ideal universitario latinoamericano, construyendo universidades para el desarrollo integral e impulsando la generalización de la enseñanza avanzada” (Arocena, 2011: 1).
En este camino, se propone una transformación del modo de hacer extensión universitaria –uno de los postulados de la Reforma del 18– y se plantea el concepto de integralidad de las tres funciones universitarias (docencia, investigación y extensión), el cual busca generar un modelo que permita efectivamente integrar a la extensión universitaria en el acto educativo.
Por otro lado, en Argentina, desde algunas universidades nacionales, se está proponiendo vincular la segunda reforma universitaria con las reformas efectuadas para contrarrestar las desigualdades de género, así como la violencia de género en todas sus formas. Acciones vinculadas con la “creación de los protocolos de actuación, la consolidación de espacios de género en las estructuras universitarias, el establecimiento de la paridad de género y la formación en desigualdad y violencia de género a través de la implementación de la Ley Micaela” (Laba y Pérez, 2019: 11) vienen a marcar las principales iniciativas que se están desarrollando en algunas de las universidades públicas desde el año 2015.
En el marco de esta segunda reforma universitaria feminista, es posible afirmar que las ramas feministas de los movimientos estudiantiles vienen protagonizando estos reclamos, a la par que visibilizando las estructuras patriarcales que caracterizan a la institución universitaria. En este sentido, podríamos preguntarnos: si el movimiento estudiantil que protagonizó la reforma universitaria se levantó contra una estructura institucional anacrónica, autoritaria, y tirana, para dar paso a una universidad más democrática, ¿por qué no podríamos pensar que el movimiento estudiantil feminista podría ser un actor clave en la construcción de una universidad más democrática, más igualitaria y más accesible?
(*) Lic. en Sociología UNL. Maestranda en Educación FLACSO. Docente Universidad Nacional de Rafaela.
- Manifiesto Liminar de Córdoba - 21 de junio de 1918 - La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América.
- Op cit.
- El uso del artículo masculino se debe a que no es posible rastrear la presencia de mujeres en los distintos relatos y archivos que componen el acervo de la reforma universitaria, no obstante, los registros de movimientos feministas al interior del sistema universitario argentino datan de fines del siglo XIX. (Bustelo, 2018)
- Es necesario aclarar que tales gobiernos democráticos fueron interrumpidos durante los sucesivos golpes de Estado sucedidos en Argentina. Dentro de ellos, sobresale la conocida Noche de los bastones largos. “La intervención tuvo su epicentro en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), durante la llamada Noche de los Bastones Largos. Fueron detenidos alrededor de 150 estudiantes y docentes, se efectuaron simulacros de fusilamiento y la policía golpeó con bastones a numerosos universitarios. En este contexto, renunciaron en disconformidad la mayoría de las autoridades universitarias” (Califa y Milán, 2016: 13). Asimismo, sobresale el gran porcentaje de estudiantes universitarios en el total de personas desaparecidas en la última dictadura.