En el difícil contexto de la pandemia, con bajas sensibles causadas por el coronavirus, la Central Operativa Brigada de Emergencias Municipal cumplió sus primeros 40 años.
El 14 de julio se cumplieron 40 años de la creación de la Central Operativa Brigada de Emergencias Municipal, más conocida por los santafesinos como Cobem. Esta institución fue creada en el año 1981, de acuerdo a lo que exige la Ley Provincial 8094, que insta a las localidades santafesinas de toda la provincia a tener un organismo que responda ante situaciones de catástrofe, de todo tipo. El Cobem tiene asignado el número 103 de la línea telefónica y es un sistema único de atención de emergencias de la ciudad, las 24 horas del día, los 365 días del año. Desde sus inicios a hoy, sus trabajadores portan el icónico uniforme amarillo y negro, que los distingue fácilmente en la vía pública cuando están trabajando. Hoy, esta institución tiene una planta de 74 personas, aunque debido a las condiciones sanitarias, se vieron obligados a funcionar con casi la mitad de sus trabajadores.
Según datos de la Municipalidad de la ciudad, el Cobem actúa en más de seis mil hechos de todo tipo, como brazo operativo y coordinado por la dirección de Gestión de Riesgo. Esta institución, tiene como objetivo dar la primera respuesta ante situaciones que puedan representar un peligro para la ciudadanía en general. También se encargan de asistir a los ciudadanos que lo requieran: sus tareas van desde bajar un gato de un árbol, capturar una serpiente y llevarla a la Granja de la Esmeralda o ser rescatistas en casos de inundación.
En este sentido, Pausa entrevistó a Cintia Gauna, la directora ejecutiva de Gestión de Riesgos de la Municipalidad, área que funciona dentro de la Secretaría de Asuntos Hídricos y Gestión de Riesgos. “Cuando iniciamos nuestra gestión municipal, nos dimos cuenta que hacía falta un fortalecimiento del Cobem. Entonces, le propusimos al intendente Emilio Jatón un programa de fortalecimiento. Él lo entendió rápidamente y aprobó la idea”, afirma la funcionaria.
Ese programa de fortalecimiento tiene cuatro ejes principales, según la funcionaria: instruir al personal y profesionalizar su formación asignándole un perfil orientado a la reducción de riesgos de desastres, haciendo énfasis en las medidas de prevención y mitigación; aumentar la capacidad operativa mediante una refuncionalización del organismo, incrementando progresivamente la cantidad de agentes y adecuando el perfil; mejorar las condiciones de los espacios físicos asignados para su funcionamiento, adecuándolos a las necesidades del servicio; y optimizar el recurso logístico en general, priorizando elementos de protección personal, unidades móviles y herramientas.
—¿Qué objetivos se trazaron en esta gestión, con todo lo que implica una respuesta ante la emergencia?
—Nosotros siempre decimos que la mejor atención a la emergencia es la prevención. En nuestra política de gestión de riesgo, tratamos de anticiparnos a cualquier tipo de circunstancia. Por ejemplo, ahora que llegó la temporada de riesgo de incendios forestales, estamos abocados a activar medidas de prevención de los mismos y a estar preparados en caso de que se den. Todo esto es gestionar el riesgo. En ocasiones, algunos ciudadanos me comentan que si no llueve en nuestra área estamos tranquilos, y no es así. Por ejemplo, ahora con la bajante histórica, estamos trabajando en la comunicación del riesgo de transitar por la Laguna Setúbal. Son aristas que se trabajan en la gestión del riesgo y la emergencia. Pero insistimos en que la mejor manera es la prevención.
Con la pandemia todo se complejizó: se trabajó con menos personal, porque muchos integrantes de la planta son pacientes de riesgo, por su edad o por tener comorbilidades. De una planta de 76 personas, se terminó trabajando con 36. En algún momento de la emergencia sanitaria llegaron a ser 21 agentes. “El tener menos recursos humanos en las distintas áreas fue realmente un desafío”, subrayó Gauna. “Pudimos generar una red para potenciar a las personas que estuvieron trabajando, una de las aristas del programa de fortalecimiento con el recurso humano”, comentó.
El 29 de octubre de 2020 falleció por coronavirus Ramón Gamarra, director del Cobem. El profesional de la salud era enfermero y murió a sus 53 años en nuestra ciudad.
La inundación de 2003
Ismael Galván tiene 53 años y hace 33 que trabaja en el Cobem como brigadista. Desde chico tuvo vocación de servicio, y a los 16 años ingresó a trabajar como bombero voluntario, en su barrio Las Flores. Luego, años más tarde, ingresó al Cobem y desea jubilarse en este trabajo. “Me inicié aquí cuando esta institución tenía siete años de vida. En ese momento ya estaba formado como una central de operaciones: la parte brigada y logística, y la administrativa. Por aquellos años, contábamos con una sola unidad de rescate, una ambulancia que era una Ford F100, que adentro tenía una hachita de mano, unos matafuegos, una pala, un pico y una caja de herramientas. Con el transcurso de los años se fue modernizando la flota de vehículos y herramientas”, cuenta Galván.
—¿Qué servicios lo marcaron, a lo largo de estos años?
—He pasado por varias inundaciones, la más fea la del 2003, sin dudas. En aquel año, yo estaba de guardia cuando la ciudad se empezó a inundar. Me tocó uno de los cortes más grandes que fue en la zona de San Lorenzo y Centenario, fue algo catastrófico. Entrábamos a sacar gente y cuando íbamos con la unidad sanitaria, por momentos traíamos en el vehículo a 20 personas, cómo mínimo. En uno de los rescates, el agua casi nos arrastra. Así que tratamos de salir ligero porque llevábamos mucha gente, incluso criaturas. Después, hubo un día que anduvimos por San Lorenzo casi toda la noche. Aquella vez entramos en lancha y en canoa. Había hasta gente en piragua. La mayoría de las personas estaba arriba del techo de su casa, con lo poco que había podido sacar. Prácticamente nada. Era gente humilde que estaba perdiendo todo. Me acuerdo que esa noche me tocó rescatar a un matrimonio, que estaban los dos solos abrazaditos en el techo, con el agua casi en las rodillas. Y ellos no querían irse, se querían morir ahí, nos decían. Entonces, nosotros tuvimos que charlar, hacerles entender, hasta que logramos que accedieran a dejar su casa. Pero ellos estaban convencidos, querían morir ahí con lo poco que tenían. Se querían aferrar a sus cosas. Tenían lo puesto y nada más, el agua no les había dado tiempo a nada. Incluso era de noche y no había luz. Esa noche era ver la gente en los techos y el agua que cada vez subía más. Fue desesperante.
El Cobem y los santafesinos
Ismael Galván reconoce que la ciudadanía los ha adoptado como una institución importante. “Tenemos buena llegada y respeto. Porque cuando el ciudadano necesita algo, nosotros estamos ahí y tratamos de solucionar el problema que tengan. Uno trabaja con vidas humanas y eso es algo que no podemos olvidarnos nunca”, afirma.
El Cobem, en los más de 6 mil hechos anuales en los que interviene, además de actuar en situaciones de emergencia, también realiza tareas de prevención. Algunas de ellas, inimaginables para los que no están al tanto de las tareas diarias.
—¿Algo insólito que te haya pasado en estos años de trabajo?
—Las unidades de rescate van a buscar desde un gatito que quedó en un árbol, hasta serpientes que aparecen en la vía pública. Tenemos herramientas y entrenamientos para eso. A ese tipo de animales, luego de capturarlos, los llevamos a la Granja de la Esmeralda. También hemos sacado yacarés y carpinchos. En este sentido, nos capacitan en la Granja de la Esmeralda. Hemos sacado hasta panales de abejas, que se han instalado en lugares donde ponen en peligro la vida de las personas.