Una docente, una narradora oral y un trapero reflexionan sobre educación e infancias a partir del rap del abecedario de L-Gante.
Entre Cristina y Eduardo Feinmann, L-Gante no para. El músico argentino publicó una versión del abecedario en cumbia 420, su fusión villera de cumbia, trap y reguetón. Lo grabó a partir de un mensaje enviado por la mamá de un niño de 5 años, que le decía que su hijo se sabía sus letras pero no el abecedario. Al toque, con una base cumbiera sonando desde el celu, L-Gante hizo su versión y la subió a Instagram. En los ámbitos más ciruelas de la educación pusieron el grito en el cielo, porque ¡cómo alguien así va a estar hablándole a las criaturas!
Aprender a leer y escribir es un largo proceso, que en la escuela comienza con la prealfabetización en el nivel Inicial y se intensifica en el primer ciclo, es decir 1°, 2° y 3° grado. Les niñes que están practicando el abecedario con L-Gante no tienen todes una mochila de Pepa Pig colgada al hombro: viven realidades muy distintas y se encuentran con distintos contenidos, pensados para las infancias o no, según las plataformas a las que tengan acceso. Así como en las letras de cumbia y trap, hay machismo en las canciones del gallo de La Granja de Zenón, pero pareciera que el problema aparece cuando un morocho rapea.
Más allá del control que se pueda hacer del uso de las plataformas, será el acompañamiento de una persona adulta, que tienda andamiajes sin direcciones únicas, el que posibilite las mediaciones culturales y la apropiación de lenguajes. Pausa habló con Joselina Martínez, Carolina Tacca y Santiago Paccot, que desde sus distintos roles, analizan el abecedario de L-Gante y piensan cómo se pueden tender nuevos puentes hacia y para las infancias.
Nuevas formas
“Todos somos partes de la educación, siempre estamos compartiendo saberes, herramientas, estrategias: no es un monopolio. La escuela no es la única educadora, es como decir que la docente de Lengua es la única responsable del uso del lenguaje que hacen les alumnes…y ¡ni ahí!” puntualiza, primero que nada, la narradora oral Joselina Martínez. Es formadora de narradores, coordina el grupo Los Palabreros e integra la Fundación Lectobus, que sostiene distintos proyectos de mediación de la lectura. “Lo de L-Gante me parece hermoso desde el punto de vista de comprometerse con el otro: desde alguien significativo para el nene, la madre encontró una estrategia que le da sentido al contenido y el famoso ‘para qué tengo que aprenderme esto’ no se vivencia”, destaca.
En la misma línea se expresa Carolina Tacca, realizadora audiovisual, docente y coordinadora del Taller de Cine para niñas y niños El Globo Rojo. “Creo que el primer paso para pensar una planificación docente es conocer a quienes tenemos en frente, pero no desde un supuesto, desde etiquetas o rumores de pasillo, sino desde la mirada a los ojos, el vínculo y la confianza. Una ‘más o menos’ (siempre me sorprendo) sabe qué cosas podemos ser capaces de compartir en relación a los contenidos, pero nunca se sabe la forma, el gran lugar de creatividad y arte constante”, asegura. La búsqueda es “enriquecedora para ambos lados, porque ‘todos sabemos algo, todos ignoramos algo’, por eso aprendemos siempre”, dice Tacca, colando una cita a Paulo Freire.
En cuanto al presente de los contenidos audiovisuales, Tacca señala que la falta de convocatorias para financiar nuevos proyectos hace que la producción sea escasa. “Entre la producción que hay, creo que aún queda mucho por caminar con el tema de la calidad, en relación a proponer contenidos que respeten y hagan eje en los derechos de niños y niñas, donde sean protagonistas de historias y conflictos que estén a la altura de sus posibilidades y puedan pensar y sentirse capaces de crear un mundo mejor. Estamos muy mal educades con el melodrama clásico”, afirma. A su vez, cuenta que el contexto sanitario “abrió un horizonte nuevo de encuentro entre educadores, educadoras, realizadores y realizadoras de Latinoamérica, de la mano de festivales y seminarios, talleres y charlas donde pudimos encontrarnos, ‘darnos existencia’, abrazos de consuelo e ideas para seguir caminando. ¡Y para ahí vamos!”, asegura.
Hablan sin saber
Santiago Paccot es uno de los organizadores de El Pozo Freestyle (EPF), una competencia de rap nacida hace dos años que ya logró su lugar en el ascenso de la Freestyle Master Series (FMS) Argentina, la liga nacional. “A la competencia se acercan muchos pibitos, desde los seis hasta los 14 años. Que vengan a conocer lo que estamos haciendo en el barrio se valora mucho, porque tienen mucho respeto por la escucha y los silencios. A muchos los cruzamos día a día y nos preguntan cuándo va a ser la próxima”, afirma.
“Lo que hace L-Gante no es exactamente hip hop, pero es interesante el cruce que hace con la cumbia y llama a los chicos a meterse, está impulsando mucho toda la movida”, considera Paccot. El sonido de L-Gante es el RKT, un subgénero del reguetón hecho en Argentina con la cadencia de la cumbia y la acentuación puesta una sílaba antes, que se cruza cada vez más con las voces y melodías del rap y el trap.
La música urbana argentina es puro vértigo, con artistas que saltan de ser desconocides a tener cantidades industriales de reproducciones y a participar en producciones a nivel internacional. Por ejemplo, en 2019, Trueno, con 17 años, batió con la sesión producida por Bizarrap el record histórico de reproducciones de un freestyle en Youtube que ostentaba Eminem. Le guste a quién le guste, el perreo argentino es un suceso original que cumple sueños en este sur del mundo, y no para.
Es valioso que alguien con el nivel de repercusión de L-Gante pueda hacer un uso didáctico de las redes, desde su espontaneidad, creatividad y empatía. Él es el exponente de la gran narrativa del trap, en cuyas letras se habla de las dificultades económicas y sociales, de pelear a la contra para sobrevivir y llegar a cumplir los sueños. “Para que sepan los pibes que les gusta la música y tienen objetivos similares: mi micrófono vale $1000 y lo hice con la computadora del gobierno. Parece que necesitás grandes cosas, pero no”, afirmó en Caja Negra, el ciclo de entrevistas conducido por Julio Leiva que convoca a creadores de contenido de distintas ramas.
También en Caja Negra, Cazzu, la llamada “jefa” del trap argentino, habló de L-Gante así: “de todos los que estuvimos en el barrio es el chabón que más lo representa, como si hubiese nacido una flor en la calle, él representa eso al 100%. Acá todavía no pasa lo que se da en otros lados, como Estados Unidos, que quienes más la peguen sean realmente quienes fueron muy marginados, acá todos hemos tenido casita, comidita y estudios, él quizás también las tuvo, pero en otros contextos”.
Desde El Pozo, con las competencias en pausa por las medidas sanitarias, Paccot piensa que mensajes como el del abecedario rapeado pueden “traer más públicos y visibilizar lo que hacemos nosotros, entre los chicos y también entre los padres”. “Muchas personas adultas a las que no les gusta el hip hop critican cuando ven las competencias en la plaza o un grupo haciendo rap en la calle, por prejuicios sobre el vandalismo o los grafitis, por ejemplo. Así como enseñó el abecedario, L-Gante educa a esa gente adulta que habla sin saber”, afirma el rapero.
No se aprende a leer ni a escribir solo con saberse el abecedario, pero por algún lado se empieza y qué mejor que sea a través de alguien que habla con un cuerpo que invita a bailar y se toma en serio el juego de enseñar. En el rap hay métrica, lenguaje y ritmo. En Youtube hay muchos raps del abecedario, pero ninguno tiene lo que tiene el de L-Gante: está bien hecho. Es pegadizo, es gracioso, te hace mover. Él mismo lo hace dos veces en el video, para que se entienda que es un ejercicio para repetir, y termina con “Aprendé, pórtate bien”.