Brasil vive una sequía histórica y el río marcó, en el Puerto de Santa Fe, su índice más bajo desde 1969.
Caminar en las cercanías de la costa santafesina es asomarse a un paisaje desolador. La Laguna Setúbal, esa masa de agua que es parte de la identidad de la ciudad y un recurso hídrico clave, parece haberse escurrido, dejando al descubierto extensas superficies del fondo lagunar.
El 20 de julio, por primera vez en 52 años, el hidrómetro del puerto local marcó 0.04 metros. La última vez que se había registrado una medición por debajo del cero fue en 1969, cuando tocó un piso de -0.14 metros. Las proyecciones indican que la bajante podría pronunciarse en los próximos meses hasta llegar a niveles cercanos al récord de 1944, cuando se registró -1,04 metros.
“No se espera una mejora sensible en los próximos meses”, señaló el Instituto Nacional del Agua (INA) en un informe emitido el 15 de junio, donde además advirtió que “el mes de julio será especialmente crítico, con afectación a todos los usos del recurso hídrico, especialmente la captación de agua fluvial para consumo humano”.
Según señalan los especialistas de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), la época habitual de las bajantes del río Paraná -aguas abajo de Corrientes- se producen entre agosto y octubre, por lo cual, teniendo en cuenta los niveles bajos de hoy, es probable que esa situación se acentúe aún más en los próximos meses. El panorama recién podría comenzar a revertirse hacia fin de año, ya que en octubre comienza el período de lluvias en las cuencas brasileñas que alimentan al Alto Paraná. Si esas lluvias se dan, dos meses después, hacia diciembre, podría visualizarse una mejora de los niveles del río en nuestra región. Pero primero tiene que llover, claro.
“Esta bajante está originada fundamentalmente en el déficit de lluvia en la cuenca de aporte del río Paraná, que se encuentra en los territorios de Brasil y Paraguay, en un área de que tiene unos dos millones de kilómetros cuadrados”, explica Carlos Paoli, docente de posgrado de la FICH y profesor honorario de la UNL. “Las crecidas y bajantes dependen, fundamentalmente, del monto de lluvias que se producen en esa enorme área de aporte”.
Paoli comenta que la última bajante crítica se dio entre los años 1968 y 1970, y que después vino un período donde lo característico fueron las grandes crecidas del Paraná, con picos en 1983, 1992 y 1998. Nunca, luego de 1969, el río bajó más de un metro 50.
Cambios extremos
Brasil está viviendo hoy una de las mayores sequías de los últimos 90 años. El menor volumen de precipitaciones está relacionado con el fenómeno de La Niña, pero, en entrevista con BBC Brasil, el geógrafo Yuri Salmona, doctorado en Ciencias Forestales por la Universidad de Brasilia, consideró que “es una argumentación simplona atribuir la variación en los embalses a El Niño o La Niña”. En los últimos años, diversos especialistas han vinculado la deforestación en la Amazonía con la caída de precipitaciones en otras partes de Brasil. Según estas fuentes, la tala de árboles provoca que los bosques dejen de inyectar una inmensa cantidad de agua en la atmósfera que luego se convierte en lluvia, parte del fenómeno de los “ríos voladores”.
La deforestación también impacta fuertemente en la sabana tropical de El Cerrado, el ecosistema donde nace el Paraná. Más de la mitad del área original de ese bioma se ha convertido para actividades agropecuarias. Algunas investigaciones indican que sólo el 20% de lo que resta de vegetación está en condiciones sanas de conservación.
Consultado sobre el impacto de este tipo de intervenciones humanas sobre la naturaleza y su relación con fenómenos como la bajante que vemos hoy, Carlos Paoli señala: “En los años 1915, 1916 y 1917; en 1925 y 1926; y en 1944 y 1945 se dieron las bajantes más grandes de las que tenemos registros y no había el nivel de intervención que hay ahora, no existían las cuestiones relacionadas al cambio climático ni las presas y sin embargo se dieron esas bajantes. Con esto quiero decir que la cuenca está sometida permanentemente a cambios globales, a procesos de deforestación, cambios en el uso del suelo, cambio climático y sin dudas eso tiene incidencia en el régimen hidrológico del río; lo que no está cuantificado es en qué medida esos cambios están incidiendo en una situación de bajante de este tipo”.
Para Paoli la ciencia hoy no está en condiciones de indicar en qué magnitud afectan los cambios producidos por la intervención del hombre, pero advierte: “Lo que sí están diciendo los especialistas en cambio climático es que se van a pronunciar más los efectos extremos, las grandes crecidas y las grandes bajantes. Eso hay que tener en cuenta a futuro y monitorear permanentemente cómo es la evolución del río”.
—¿Estos fenómenos extremos van a producir cambios permanentes en el paisaje que conocemos del Paraná y la Setúbal?
—La naturaleza es muy compleja. Hay cambios que pueden resultar persistentes en el tiempo, hay otros que por la dinámica del río se van recuperando, pero en cuánto tiempo va a pasar eso no lo sabemos. Si estudiamos la historia del comportamiento del río, sin ninguna duda después de un período de grandes bajantes viene la recuperación, no sabemos cuándo, pero vamos a tener crecidas extraordinarias. Esta bajante es la otra cara de una misma moneda, y tanto la bajante como la crecida pueden ser extremas.
El agua para la ciudad
Sobre las implicancias de la bajante en el suministro de agua potable, Paoli comenta que -por el momento- no hay grandes riesgos. “El consumo para una ciudad como Santa Fe está entre cuatro y cinco metros cúbicos por segundo, y el río, aun así, en bajante, tiene entre 6000 y 7000 metros cúbicos por segundo. Puede haber otras dificultades pero que tienen más que ver con la necesidad de adaptar las instalaciones para que puedan tomar agua más abajo o tener que realizar tratamientos más costosos” para potabilizarla.
Aguas Santafesinas (ASSA) informó que viene realizando una serie de obras -por una inversión superior a los 13 millones de pesos- para asegurar el correcto suministro del servicio en la ciudad. Para esto se colocó una nueva bomba de refuerzo en la toma del río Colastiné, para lo cual se realizó una adaptación logística sobre el puente metálico que ingresa al río y el tendido de casi mil metros de nuevos conductos para el transporte de agua. Además se realizó un refuerzo del tendido eléctrico y la incorporación de nuevos tableros de media tensión.
Desde ASSA pidieron a las y los usuarios un uso responsable del agua potable, ante este escenario crítico que se mantendrá en los próximos meses. Entre las recomendaciones se destacan el no utilizar el agua potable en actividades que pueden postergarse (lavado de autos y veredas, riego de jardines); sólo lavar las veredas utilizando baldes o mangueras provistas de sistemas de corte (gatillo, interruptores o pulsadores) para evitar el derroche; no dejar que el agua corra innecesariamente al lavar los platos, al lavarse los dientes o al bañarse (una ducha de 10 minutos consume 80 litros de agua) y controlar las pérdidas en canillas, tanques de agua y otras instalaciones (un depósito de inodoro con deficiencias desperdicia cientos de litros por día).