La crisis climática es una realidad y buena parte del problema se debe a la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero. La agroindustria y la ganadería, entre las actividades más contaminantes.
¿Qué relación existe entre la agricultura, la ganadería industrial y la crisis climática? El reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, en inglés) confirmó que la modificación en la temperatura de la Tierra –causa de eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones– es producto de la acción humana. Puntualmente, debido a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
La atmósfera terrestre está compuesta por nitrógeno y oxígeno, aunque contiene pequeñas cantidades de hidrógeno, helio, argón, neón y otros gases. Algunos de estos últimos, tales como el dióxido de carbono y el metano, son los principales gases de efecto invernadero.
Un gas de efecto invernadero es aquel que atrapa la radiación infrarroja (el calor) en la atmósfera, lo cual deriva en el calentamiento del planeta. Se trata de un fenómeno natural sin el cual la Tierra tendría una temperatura de aproximadamente 15° C menos: sería incapaz de mantener las formas de vida vegetal y animal como las conocemos. Pero las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera se han elevado acentuadamente, debido a la acción humana, indica el último informe del IPCC.
Los gases y las vaquitas
En 2014, la organización internacional GRAIN calculó que entre el 44% y el 57% del total de GEI proviene del sistema agroindustrial. La deforestación representa entre el 15% y el 18% de las emisiones globales; el sector de producción explica entre el 11% y el 15% (por el uso de combustibles fósiles con maquinaria, extracción, transporte y empacado de fertilizantes y otros plaguicidas); el transporte de alimentos en circuitos largos representa del 5 al 6%; el procesamiento y empacado, entre un 8 y un 10% (incluida la producción de plástico); la refrigeración, del 2% al 4% y el desperdicio de alimentos produce del 3 al 4% de los GEI.
Un informe del Dr. Guillermo Berra y de la ingeniera agrónoma Laura Finster, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), explica que “la ganadería contribuye a la emisión de metano, por la fermentación entérica y las excreciones de los animales. Estas últimas también son fuente de óxido nitroso, de la misma manera que las forrajeras son fijadoras de nitrógeno, en particular la alfalfa”. Cuando estas pasturas son enterradas, debido a la periódica renovación de los cultivos, también se provocan procesos que llevan a la emisión de óxido nitroso. “En las actividades agrícolas, estas emisiones se producen como consecuencia de los cultivos fijadores de nitrógeno, entre los que se destaca la soja, y con el enterramiento de rastrojos”, dice el informe. Además, explica que los fertilizantes comerciales contribuyen a la emisión de óxido nitroso, mientras que el cultivo del arroz genera emisiones de metano. Finalmente, la quema de rastrojos produce emisiones óxido nitroso, otros óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono y metano.
Asimismo, el estudio hace una distinción: los animales criados en feedlot, alimentados con dietas altamente energéticas, generan estiércol con gran capacidad de producción de metano, mientras que el ganado mantenido con forrajes de baja concentración energética produce estiércol con la mitad de capacidad de formación de ese gas.
El último Inventario de Gases de Efecto Invernadero en Argentina (2019) señala que el 37% de las emisiones de GEI en nuestro país corresponden a la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos de la tierra. El 53% corresponde a energía, el 6% a procesos industriales y el 4% a residuos.
Del total de emisiones vinculadas a la agricultura y la ganadería, aquellas resultantes de la gestión de estiércol; el cultivo de arroz; la aplicación de urea; la quema de biomasa en tierras forestales, suelos cultivados y pastizales; la mineralización de nitrato por la pérdida de materia orgánica de los suelos; la lechería y otras ganaderías; los fertilizantes sintéticos; los residuos de cosecha y la cría de bovinos para carne suman un 36%. La fermentación entérica de los bovinos ascienden al 41%. El cambio de usos de la tierra (tierras forestales convertidas en pastizales o en tierras de cultivo, por ejemplo) suman el 23%.
En 2019, la superficie sembrada en Argentina era de 40.507.400 hectáreas totales, de las cuales 41,7% correspondía a soja; 23,4% a maíz y 17,1% a trigo. Esta actividad se complementa con el sector ganadero. En cuanto a la producción bovina, totalizaron unos 52,9 millones de cabezas en el año 2020, en tanto que en 2019 se faenaron 13,9 millones. Si bien la mayoría de la producción de carne bovina es para consumo interno, en 2018 el 28,4% se destinó a exportaciones.
Compromiso internacional
El Protocolo de Kioto es un acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El protocolo fue adoptado en 1997 en Kioto, Japón, pero entró en vigor recién en 2005. La reunión oficial de todos los Estados parte del Protocolo de Kioto es la Conferencia de las Partes (COP). En la COP realizada en París, en 2015, se estableció un marco global para evitar un cambio climático peligroso. Entre sus principales metas, el Acuerdo de París busca mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2°C y esforzarse para limitarlo a 1,5°C, respecto a los valores preindustriales. Esta instancia requiere que los Estados parte presenten sus metas a través de “contribuciones determinadas a nivel nacional” que deben ser reportadas cada año.
La Argentina suscribió al Acuerdo en 2016. Al cumplirse cinco años de la celebración del acuerdo, a fines de 2020, nuestro país presentó su voluntad de limitar las emisiones de gases invernaderos a un nivel de 25,7%, un valor inferior al comprometido en 2015.
Sin embargo, en su Segunda Contribución Determinada a Nivel Nacional de la República Argentina, el gobierno planteó que “el crecimiento de la producción hacia 2030 será el resultado de un cambio estructural para la producción sostenible, compuesto por políticas activas que promuevan la recuperación económica teniendo como eje la promoción de las exportaciones, el crecimiento del mercado interno y el incremento de la productividad y la eficiencia en base a medidas que fomenten la creatividad y la innovación”.
La ONU explica que rompimos el planeta en una escala astronómica
También plantea que “el desarrollo de una gestión sostenible de industrias extractivas será estratégico para nuestro país”. A tal fin, se promoverá la exploración de reservas y la explotación de recursos minerales sobre la base de la adopción de “las mejores técnicas internacionales, asegurando una gestión sostenible y responsable de la actividad”.
El informe emitido por el Estado nacional señala que la producción agropecuaria y agroindustrial continuará representando uno de los aportes más significativos al PIB, como fuente de empleo y como generador de divisas. “En 2030, el aumento en la producción total de granos se producirá merced al incremento de los rendimientos agrícolas y sin que ello implique un aumento significativo de la superficie agrícola efectiva. Para ello, se pondrán en funcionamiento instrumentos de política pública que generen incentivos a la intensificación agrícola innovadora, promoviendo la implementación de nuevas tecnologías y se fomentará la diversificación de los sistemas productivos”.
A su vez, se prevé un aumento en la producción de carne para abastecer al mercado interno y “mejorar el desempeño exportador”, a través del aumento en la productividad del rodeo y del incremento en el volumen de carne producido por animal faenado. Respecto a la importación, indica que “el comercio internacional contribuye al desarrollo y a la creación de empleo, por lo que deben evitarse la adopción de barreras al comercio internacional con objetivos de cambio climático”.
Ante el panorama que señaló Naciones Unidas, ¿qué camino tomará nuestro país, que por un lado se propone disminuir las emisiones de GEI y, al mismo tiempo, alienta un sistema de producción de commodities para la exportación, sin incentivar las formas comunitarias y agroecológicas de producir alimentos?
¿Qué hacer?
La Vía Campesina y GRAIN sostienen que se puede devolver al suelo el dióxido de carbono incrementando su materia orgánica, la rotación de cultivos, los abonos verdes y la integración de animales en el campo. Otra solución es abandonar el uso de agrotóxicos y promover modelos agroecológicos. También plantean el fomento de las ferias de cercanía para reducir el uso de combustible. Se estima que, a nivel mundial, 140 millones de hectáreas se ocupan para producir cuatro grandes monocultivos: soja, palma aceitera, canola y caña de azúcar.