El otro día, luego de un tuit estúpido que publiqué, me dijeron que tenía que escribir columnas políticas. No voy a negar que me sentí un poco ofendido ante esta sugerencia porque en lo que va del año casi con exclusividad escribí columnas políticas. Es cierto que no refieren a la rosca político partidaria de coyuntura, pero, en definitiva, hablar de cómo está precarizado el trabajo periodístico, del humor ofensivo en la grieta, del fenómeno Maratea como paliativo de la ausencia del Estado, de la degradación social de los docentes y de los nuevos consumos culturales que construyen subjetividades juveniles también es político de alguna manera. Escribir sobre el show business de la política es otra cosa, y me interesa casi tanto como el precio del kilo de cornalitos en el puerto de Mar del Plata.
Días después, y a raíz de un debate en whatsapp tipo panelismo televisivo, la misma persona que me instó a ser analista político, afirmó que me ve escribiendo notas a partir de uno de esos chats berretas. Y tiene razón, obvio. A todo esto, ¿puede un debate por whatsapp no ser un bloque de ESPN Fútbol? Bueno, la cosa es que si hay algo que a mí me gusta es dejar satisfechxs a lxs lectorxs, así que me impuse el desafío de escribir una columna que sea sobre una estupidez completamente opinable y política a la vez. Y todo por el mismo el precio, tanto para el periódico como para el público.
Seguro estaremos de acuerdo en que no hay nada mejor que el deporte para opinar sin fundamentos sobre algo. Así que para cumplir con el requisito de columna estúpida y opinable voy a afirmar tajantemente y a los gritos que la performance de la delegación argentina en los Juegos Olímpicos de Tokio es prueba rotunda, suficiente e indiscutible de que, en los últimos años, por lo general, ganamos medallas solo en los deportes que podríamos denominar “chetos”, a saber: hockey, vela, tenis y ahora también el rugby. En otras palabras, en los deportes que se practican en Regatas, Lawn Tennis y el CRAI. ¿Y qué tiene esto de político? Absolutamente nada. Pero como todo es político, segundo requisito adentro y andá a sacar del medio.
Sé que para decirme que estoy equivocado van a hacer lo mismo que hice yo para argumentar lo anterior: van a ir a Wikipedia. Sí, es cierto que el deporte que más medallas obtuvo históricamente es el boxeo (24); deporte siempre asociado a las clases populares, obreras y/o postergadas por el poder económico. Pero también es cierto que desde la muerte de Perón (1974), los púgiles criollos solo obtuvieron una medalla (Pablo Chacón, 1996). En el medallero siguen Vela (10 en total y 8 en los últimos 25 años), Hockey (6), Atletismo (la última fue ganada en 1952) y Tenis (5), Fútbol y Remo (4), Natación (3) y Polo (dejó de ser deporte olímpico en 1936 sino sería un escándalo de medallas), Básquet, Judo (las dos de Pareto), Halterofilia (1952/1956) y Voléibol (la dinastía Conte) (2). Siempre generalizando, al menos cinco de los deportes mencionados son practicados casi exclusivamente por personas con mucho dinero: vela, polo, tenis, remo y hockey. Excepto el remo, el resto ganó la mayoría de sus medallas en los últimos 25 años. Vóley, básquet y judo son deportes medioclasistas y, como tales, son ondulantes en su desempeño: el vóley ganó una medalla después de 33 años; la Generación Dorada de básquet quizás haya sido el hecho deportivo colectivo más insólito en la historia de los JJ.OO. porque es casi imposible que semejantes talentos coincidan en tiempo y espacio fuera de Estados Unidos; y judo y Peque Pareto son sinónimos. Es decir, son medallas excepcionales. Y los otros ganaron medallas antes de que nacieran mis viejxs.
Yo sé que no tengo razón, pero los números no me dejan alternativa: si sos unx chetx de Recoleta tenés más chances de ganar una medalla olímpica que si sos unx santiagueñx que practica en chancletas. ¿Por qué pasa esto? No tengo ni la menor idea, pero estoy casi seguro que esto va a seguir pasando si el deporte sigue siendo considerado un pasatiempo o un hobby y no una política de Estado. Solo los que tienen garantizados los derechos básicos y otros cuantos más, se pueden dar el lujo de perder el tiempo yendo a pegarle a una bocha con un palo. “Pero eso pasó siempre”, me retrucará usted. Sí, claro. Lo que sucede es que ahora lxs chetxs se dieron cuenta de que puede ser mucho más rentable seguir haciendo deporte que ir a la Universidad, ser ingenierx, casarse a los 25 y dedicarse a criar hijxs. Es decir, profesionalizaron el hobby y son los únicxs que no necesitan Federaciones para ir a pelear financiamiento estatal. Ergo, en vez de perder el tiempo vendiendo empanadas para ir a competir a un JJ.OO. entrenan y, por ende, tienen más chances de ganar.
Misión cumplida. Columna estúpida y política que además nos confirmó el prejuicio: a este país lo salvan lxs chetxs o no lo salva nadie. ¿A qué hora cierra la Necochea?