Son los muertos, estúpido, y una campaña llena de estridencias para un electorado que está transitando los peores dos años de toda su vida. Perdió y seguramente perderá el gobierno, pero tiene dentro de sí una fórmula para poder encarar los dos años que se vienen.
El gobierno dejó en manos del negacionismo –que no le pertenecía y que era todo de la oposición– la conducción simbólica y material de la pandemia y ahora está pagando todas las consecuencias. Las vacunas no salvan a los muertos y acá hubo muchos muertos, demasiados muertos, una pila de muertos de los que de golpe se dejó de hablar, como si así se borraran los fantasmas. No se trata sólo de una cifra redonda que por eso impacta, 100 mil muertos (actualmente, más de 110 mil) en un país de 45 millones de habitantes significa que inevitablemente conocés un muerto o dos por coronavirus, sino más. Son al menos 400 mil personas con un familiar directo muerto por la pandemia. Excúsese la contabilidad, pero esa sola cifra supera lejos al 10% del electorado que ayer fue a votar pensando en una persona que no estaba más en el padrón.
Hace menos de un año apenas se llegaba a los 10 mil muertos. Tras haber consolidado un consenso fuertísimo en la efectividad de las medidas de restricción, que fueron la única posibilidad de que no haya tantos, pero tantos muertos como los que hubo, comenzó un coqueteo suicida y triunfalista, el seguidismo a las medidas de apertura que eran simultáneas a la escalada de casos, el relajamiento ante el control de las medidas –con los gobiernos distritales haciendo como si las cumplieran–, la llegada tarde a los cierres y finalmente la incapacidad para tomar cualquier medida, con la coherencia del discurso de cuidados deshilachada y la segunda ola rompiendo y trayendo más de 50 mil muertes nomás en unos pocos meses.
Horacio Rodríguez Larreta y la Capital Federal: quienes hoy comandan el distrito con mayor cantidad de muertos por habitantes son los triunfadores de esta elección. En todo momento fueron presentados como la voz de la racionalidad en la pandemia e impusieron el ritmo de su gestión, el gobierno nacional terminó rendido e inane frente al metódico modo en que, con televisación para todo el país, se iban abriendo barcitos, comercios, escuelas… Sólo los países que tuvieron férreas medidas pudieron contener la ola de muertes, los dirigentes que no pudieron contenerlas pagaron con sus cargos. El gobierno nacional le terminó siguiendo el paso a la Ciudad de Buenos Aires y cuando quiso imponerse, durante el imprescindible cierre de escuelas de comienzo de año, terminó estampado contra la Corte Suprema de Justicia. La segunda ola reventó todo, las escuelas se cerraron a la fuerza, tarde y mal y es el gobierno nacional el que paga una cuenta a la que, además, le sumó dos escándalos imposibles de esconder que pegaron en los lugares más bajos: la avaricia con el bien más preciado y vital, la vacuna, y la fiesta de cumpleaños en tiempos de amargura, impúdicamente revelada en una foto.
No hay apatía y cansancio, hay un sordo rumor de bronca en electorado. La votación es un enchastre de rechazos, ausencias, votos en blanco, opciones imposibles, una respuesta a una campaña cuya estridencia fue insoportable. ¡Como comunidad acabamos de pasar los dos peores años de nuestras vidas! En nada el gobierno planteó soluciones absolutamente concretas siquiera para, digamos, tres cositas evidentes: el empleo no termina de repuntar como se necesita para hacer bajar la desocupación; el sueldo pierde poder de compra de forma continua desde hace cuatro años; el acceso a la vivienda propia es prácticamente imposible y los alquileres te comen la vida.
En una campaña, solución concreta no es llegar al acuerdo con el FMI. Sí lo puede ser una fórmula mágica y falsa como decir que si los empresarios no pagan indemnizaciones entonces van a contratar más gente. Esas son cosas próximas al mundo de cualquiera. Esa mentira al menos puede comprenderse, la descripción precisa de un Acuerdo de Facilidades Extendidas excede la capacidad de divulgación de casi la totalidad de los especialistas de la región.
Los ganadores
Esa mentira de las indemnizaciones es, también, unas las mínimas propuestas que se conocieron del bando victorioso anoche: el de la renovación de Juntos por el Cambio. Hay que reconocerles la capacidad para la sorpresa. Así como en 2015 Macri llegó como quien no quiere la cosa, en 2021 era muy difícil de suponer que la oposición jubilara de tal forma al líder. Horacio Rodríguez Larreta lo sacó a empujones de la provincia y la ciudad de Buenos Aires, pero aquí en Santa Fe también ocurrió algo equivalente, lo mismo en Córdoba. Juntos por el Cambio acaba de sacarse su vieja piel casi por completo. Si bien no perderá su unidad –tiene esa virtud como fuerza–, todavía no queda claro qué tono tomará de cara a lo que viene, porque el caleidoscopio de las provincias y los partidos de la coalición también se reconfiguran. ¿Cómo quedó parada Elisa Carrió después de todo esto? De nuevo, la muestra local: el candidato a gobernador de Juntos por el Cambio en 2019, apadrinado por Carrió, salió último en esta primaria. El penúltimo fue el precandidato apalancado por Macri y Patricia Bullrich. El segundo venía del Frente Progresista. La victoria: una periodista que era panelista de Baby Etchecopar y que ni votó en la provincia.
Y en lo que viene no se puede dejar de mirar el contexto continental. La composición de las cámaras es decisiva para la estabilidad institucional de la democracia ante una oposición que no tuvo ningún resquemor en movilizarse nueve veces durante la pandemia y en exportar armas a un gobierno golpista, que avaló pública y diplomáticamente en su momento. Lejos están todavía de producirse las mayorías necesarias para tener una avanzada como la sucedida con Dilma Rousseff en Brasil, pero sí se puede reiterar la experiencia de Grupo A. Ese enclave opositor se generó en 2009 con la derrota de la fórmula compuesta por el ex presidente Néstor Kirchner y el ex vicepresidente y gobernador de Buenos Aires en funciones, Daniel Scioli. Una caída mucho más ruidosa y total, precedida por el lock out rural y en plena crisis mundial. El Grupo A llegó hasta el extremo de dejar al país sin presupuesto durante un año, con tal de votar en contra del kirchnerismo. ¿Hasta dónde llegará ahora la oposición?
Un espejo
El gobierno puede recuperar algunos votos camino a las generales, es muy difícil que sean suficientes como para llegar a un triunfo. Pero todavía hay agrodólares ingresando como nunca, literalmente, la pandemia está terminando y la economía despega cada vez con mayor velocidad. Esa derrota del oficialismo en 2009 y la exitosa experiencia posterior del gobierno de aquel entonces pueden ofrecer al Ejecutivo de 2021 un espejo para salir pedaleando hacia adelante. Está en el binomio presidencial la mujer a la cual preguntarle cómo se hacen esas cosas.