Dos economistas explican qué modelos se ponen en juego cuando el Estado decide en qué invertir. El resultado de las Paso apuró un cambio de estrategia en la política económica nacional.
Por Marco Kofman y Lavih Abraham (*)
1. Los Estados no intervienen en la economía, son parte intrínseca de ella. Como mínimo, contratan personal, brindan servicios, cumplen un rol prioritario en la preparación de la fuerza de trabajo, realizan inversiones, regulan, controlan. De máxima, asumen su papel democrático de representar mayorías y disputan poder y excedentes económicos con diferentes sectores concentrados.
La relación entre la economía y la voluntad política ganó el centro de la escena tras la dura derrota electoral del Frente de Todos en las elecciones primarias del domingo 12 de septiembre.
¿Faltó voluntad política para mejorar la vida de las personas? ¿Hubo, acaso, una mala lectura de la dinámica económica? ¿O efectivamente, estamos “fundidos” y lo mejor es asumirlo y conformarnos, al menos por ahora, con los niveles actuales de pobreza y desempleo?
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2. La relación entre Estado y proceso económico se da en múltiples dimensiones. Los Estados gastan (hacen obras, contratan personal, pagan jubilaciones, es decir, ponen billetes en la economía) y cobran impuestos (sacan dinero de la economía), pero también regulan, controlan, buscan orientar la inversión privada a través de diferentes programas de fomento, imprimen dinero, se endeudan, firman acuerdos comerciales con otros Estados, etcétera.
El discurso liberal (incluyendo algunas variantes keynesianas) sostiene que el sentido de esa relación está dado por la necesidad de velar por “la salud” y los equilibrios de la economía. Al dejar su gobierno, en la única cadena nacional que realizó, el ex presidente Macri se jactaba de haber avanzado en esta dirección.
Desde otra perspectiva, entendemos que en la relación entre Estado y economía hay mucho más en juego. En esa interacción se determinan niveles de pobreza, salarios, desempleo, perspectivas hacia adelante.
¿Qué tan maleable es el resultado del proceso económico? ¿Pueden, efectivamente, los Estados, domar, montar y cabalgar a gusto, ¿la salvaje “naturaleza” de la economía de mercado?
Las respuestas a estos interrogantes son diferentes en cada momento histórico. Contextos globales, poder corporativo, poder popular (la calle), geopolítica, entre otros, son los factores que las condicionan.
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3. En su carta abierta tras la derrota electoral, la vicepresidenta señaló que el Estado no ejecutó el volumen de gasto autorizado por el presupuesto nacional vigente durante la primera mitad del año, lo cual, en medio de una recesión económica, sería el grave error que explica el resultado de las primarias.
Además, aclaró que era algo que ya había advertido en reiteradas oportunidades y que, en definitiva, el gobierno había realizado durante este 2021 un “ajuste” fiscal, es decir, retaceado el gasto público.
La actividad económica del sector público se entrelaza con la del sector privado y es la que permite reactivar la economía en momentos de crisis y ante la falta de iniciativa privada. El gasto público es a la vez el ingreso del sector privado, y es a partir de este ingreso que se genera un movimiento económico de compras y aumento de la producción.
Los perceptores de salarios públicos, jubilaciones y distintas transferencias demandan bienes y servicios; el gasto en obra pública aumenta la demanda de bienes que provee el sector privado; los subsidios a las tarifas liberan capacidad de compra para que se demanden otros bienes y servicios. Esta demanda genera un aumento del empleo, tanto de personas como de maquinarias, equipos e instalaciones.
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4. Durante la segunda mitad de 2020, tras la caída de la producción y la demanda en contexto de pandemia (el PBI se redujo 10% durante 2020), el Estado nacional inyectó dinero en la economía a través del “paquete Covid”: el Ingreso Familiar de Emergencia y la Ayuda al Trabajo y la Producción fueron la insignia del gasto público nacional. Gracias al empuje a la demanda agregada, la economía nacional empezó a mostrar indicios claros de recuperación el último trimestre de 2020 y el primero de 2021.
Pero el gasto cambió de dirección y volumen durante este año: al mismo tiempo que se reducía el monto, se decidió dejar de lado la ayuda directa y se pasó a un gasto basado en la obra pública. Esto implicó dos cosas simultáneamente: que los efectos de ese gasto sean cuantitativamente menores y que se sientan en un plazo más largo (el efecto de las transferencias directas es instantáneo).
Sin creación de empleos, con los salarios del sector privado en caída y con un Estado que redujo sus niveles de gasto (y aquí debemos destacar la fuerte caída del gasto en salarios y jubilaciones y pensiones), la recuperación económica se detuvo a medida que avanzaba el año 2021 y derivó en estancamiento cuando se empezaron a sentir los efectos de la segunda ola.
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5. Economistas, asesores, especialistas, discuten la pertinencia o no de esta austeridad fiscal. Quienes justifican las decisiones de la gestión económica, señalan un conjunto de preocupaciones por el impacto final del aumento del gasto.
En primer lugar, se produciría un aumento de las importaciones por la reactivación y con ello un incremento de las presiones sobre el mercado de cambios. Por otra parte, algunos estímulos en lugar de movilizar la economía terminarían volcándose al dólar y generando más presión sobre el tipo de cambio. En tercer lugar, sin posibilidad de endeudarse, el déficit público (cuando el Estado pone más plata de la que retira de la economía) debe financiarse emitiendo dinero. Esa emisión extra debilitaría el peso y aumentaría la brecha cambiaria entre dólar oficial y paralelo.
En los tres casos, la consecuencia no deseada del aumento del gasto sería una devaluación y un aumento de la inflación, con la consecuente pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones y, finalmente, un nuevo enfriamiento de la economía.
Como corolario, no habría mucho más para hacer en el corto plazo que sentarse a esperar a que se activen las “fuerzas naturales” de la economía. Estaríamos en un equilibrio acorde a las condiciones estructurales de nuestra economía, con alta desocupación y caída de los salarios.
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6. En el contexto nacional es correcto considerar la escasez de dólares como un condicionante a la hora de pensar la maleabilidad del proceso económico por parte del Estado y su política de gasto.
Como no producimos todo lo que consumimos, ni todo lo que utilizamos para producir, cuando hay mayor actividad económica aumenta la demanda de importaciones. En la vulnerable situación externa del país, esto es un problema.
Pero para analizar correctamente la pertinencia de esta preocupación hay que incorporar la variable tiempo. Con una capacidad ociosa cercana al 40% en las industrias alimenticias y textiles, es posible que la activación de la economía no repercuta en forma inmediata sobre las cuentas externas.
Por otra parte, el aumento internacional del precio de los alimentos repercutió favorablemente en las cuentas externas del país. Si bien, el país está “quebrado” en su frente externo por la brutal liberalización y endeudamiento del gobierno de Macri, el curso de los precios de nuestros productos de exportación mejora el panorama.
La negociación con el FMI y el pago o no de la deuda constituyen otro factor a tener en cuenta, ya que puede correr la frontera de posibilidades de la expansión económica. El acuerdo es necesario para que el país pueda crecer, pero si éste implica una reducción del gasto, perdemos la herramienta que permitiría activar ese crecimiento.
No debemos olvidar, tampoco, que el gasto estatal genera, en gran medida, su propio financiamiento, ya que al reactivar la economía crece la recaudación impositiva.
Finalmente, no sólo de ecuaciones vive la economía. El Estado debe articular sus diferentes ministerios y secretarías en conjunto con el Banco Central, la AFIP y la Aduana, para que el incremento necesario del gasto se traduzca en una mejora sensible de la calidad de vida de las argentinas y los argentinos. Los cambios en el gabinete deberían servir para esto.
La organizaciones sociales, territoriales y sindicales también tienen un rol que cumplir en este proceso. No olvidemos que las relaciones económicas son relaciones de poder.
Domesticar la economía no es una tarea fácil, pero no se puede renunciar a ella, a no ser que asumamos que existe la economía “sana” con desempleo y pobreza. Dos modelos se enfrentan, aquí también, dos visiones en disputa. El Estado al servicio de la economía o la economía al servicio de la democracia.
(*) Economistas de MATE (Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía)
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El ATP fue más alto q el IFE. Y el ife se retiró. Debió ser al revés. Y cuando Guzmán quiso sacar los subsidios a los svcs de CABA se opusieron. Ambos denotan un sesgo regresivo en el gobierno. Lo mismo q él alza del min no imp de gan.