Luciano Fabbri, del Instituto de Masculinidades, reflexiona sobre la incomodidad que generan los feminismos al sacudir el poder machista. Propone políticas para “erosionar los mandatos de género”.
“Siempre me sentí un poco devaluado en mi masculinidad por no ser heterosexual. Fueron los feminismos los que me permitieron comprender que no era un problema individual, ni mi problema, sino un sistema social que había que cambiar para ser más libres y más felices”. Esa fue una de las razones que acercaron a Luciano Fabbri a los estudios de género y a los activismos feministas, primero; y a las masculinidades después. El doctor en Ciencias Sociales y licenciado en Ciencia Política disertó, semanas atrás, en el marco de un conversatorio promovido por la Municipalidad de Santa Fe con el fin de trabajar con juventudes y adolescentes en espacios de socialización masculina.
Al tener en cuenta mandatos y subjetividades construidas al calor de lógicas patriarcales, Fabbri consideró, en el devenir de su labor académica y su militancia, que su “mayor aporte, siendo varón era trabajar con otros varones”. A propósito, varones, feminismos, incomodidades, identidades y violencias fueron los temas que abordó el integrante del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, en diálogo con Pausa.
–¿Considera que los feminismos hoy día incomodan a los varones? En tal caso, ¿por qué?
–Los feminismos incomodan a los varones porque incomodan a las estructuras de poder que privilegian a los varones por sobre el resto de las identidades de género. Fundamentalmente, varones cisgénero y heterosexuales. Entendiendo que hay diversidad y relaciones de poder entre los varones, el sujeto principalmente privilegiado por los dividendos patriarcales son los varones cisgénero y heterosexuales que, además, no tienen discapacidad, no son racializados ni de los sectores económicamente más subordinados. Por tanto, tienen ventajas sobre el resto de las personas. Los feminismos vienen a cuestionar el carácter normalizado y naturalizado de esos privilegios, vienen a denunciar su injusticia y su ilegitimidad. Eso genera incomodidad en aquellos que tenemos que hacer visibles nuestros privilegios y empezar a trabajar para erradicarlos y poder construir relaciones más igualitarias.
–¿En qué aspectos los feminismos interpelan a la masculinidad?
–La interpelación feminista viene a plantear que los varones somos sujetos de género. Es decir, nuestras formas de ser y estar en el mundo también están atravesadas por mandatos machistas, patriarcales. En ese sentido, viene a politizar las relaciones cotidianas en las cuales los varones estamos inmersos. En consecuencia, nuestras aptitudes personales, nuestras capacidades, nuestro mérito y nuestro esfuerzo empiezan a ser cuestionados por su vínculo con una estructura social de poder. Eso es incómodo porque se empieza a advertir que muchas de las relaciones cotidianas, incluso personas por la que se siente afecto, están atravesadas por la desigualdad y la violencia.
–En su opinión, ¿por qué los feminismos o la simple mención de la palabra “feminista” provoca una reacción negativa, prejuicio y hasta condena?
–La reacción negativa, los prejuicios y las condenas a los discursos y las prácticas feministas están vinculadas con la mala prensa en torno a los feminismos y a todas las expresiones de protesta social que buscan una transformación de las estructuras de poder. Intereses muy claros promueven discursos que tergiversan los objetivos de los feminismos. Personas que, precisamente por aquella incomodidad, se identifican con esos prejuicios porque les funcionan en términos personales subjetivos para no hacerse cargo de lo que los feminismos le plantean y proponen. Los prejuicios y la mala prensa hacia los feminismos son funcionales a la reproducción del statu quo más macro, pero también más micro e interpersonal.
–Además de la Educación Sexual Integral (ESI), ¿qué otras herramientas se pueden considerar para replantear las masculinidades?
–Sin duda, la implementación de la Educación Sexual Integral desde el nivel inicial, de manera transversal, sistemática, continua, podría ser una estrategia privilegiada para poder trabajar en erosionar los mandatos de género. Justamente, por su alcance masivo en el marco del sistema educación formal. También se pueden pensar en estrategias comunitarias complementarias con aquellas personas que no están escolarizadas, o que ya pasaron por el sistema educativo, a través de políticas culturales, comunicacionales, campañas de sensibilización y prevención, políticas dentro de las instituciones educativas y en los espacios donde las pibas, los pibes, les jóvenes y adolescentes van a entretenerse. Más políticas de salud que tengan una fuerte interpelación hacia los varones para que sean sujetos que se cuiden y cuiden de los demás. Políticas vinculadas al mundo del trabajo, de la promoción de la corresponsabilidad de las tareas domésticas y de cuidados. Políticas vinculadas al sistema de justicia y a la asistencia a aquellos varones que han ejercido violencia que buscan espacios para ‘rehabilitarse’, pudiendo registrar, reparar y transformar esas prácticas.
–¿Es factible llevar a cabo esa “rehabilitación”?
–Hablamos de varones que ejercen o han ejercido violencia, y no de “varones violentos” para poner el eje en el ejercicio de una práctica y/o relación que puede modificarse, y no es una característica que estabiliza a ese sujeto en ese lugar. Si entendemos que la violencia es parte del aprendizaje de la masculinidad patriarcal, y esta última puede ser problematizada y transformada, entonces la violencia también. ¿Es una tarea sencilla? En absoluto. Por lo pronto, se requiere de políticas públicas sistemáticas, rigurosas y con recursos suficientes para que los equipos profesionales puedan alojar y trabajar con esos sujetos para que asuman responsabilidad sobre sus prácticas, registren, reparen y cambien.
Otro modo de ser
Con el objetivo de “repensar las prácticas que se promueven en espacios de socialización masculina”, desde la Municipalidad de Santa Fe se gestó una serie de encuentros a desarrollarse en septiembre y octubre en el marco del curso “Masculinidades para el trabajo con jóvenes y adolescentes”. En concreto, la idea es trabajar con clubes sociales y deportivos y “dar la discusión con los dirigentes, coordinadores deportivos y entrenadores”.
Según explicó Luciano Villaverde, subdirector de Masculinidades del Municipio, “la apuesta es dialogar con las organizaciones y clubes que trabajan con jóvenes, facilitar herramientas para la reflexión crítica sobre los modos en que los varones reproducimos algunas prácticas machistas”, en procura de “una sociedad con menos desigualdad”.
Para ello, participan más de 70 entidades. Entre ellas, Club Unión, Santa Fe Rugby Club, CRAI, Club Formadores, El Quillá, Club Loyola, Asociación Santafesina de Handball, Asociación Santafesina de Rugby, Las Martas, La Gloriosa Hinchada Sabalera, El Bachi, Casita de Luján, El Arca Del Alba, Colectivo en Las Flores, Sociología del Litoral Asociación Civil, Instituto Superior N°12, Gremio de Guardavidas, Escuela de Psicología Social Pichon Rivière, Colegio de Psicólogos, Instituto Superior de Educación Física.
Desde la política pública, Villaverde hizo hincapié en la decisión de “crear un área específica” con el fin de “fortalecer el dispositivo de atención para varones que ejercen violencia”. “Fundamentalmente, desplegar una estrategia para promover otros modos de estar siendo varones, es decir otras masculinidades libres de los mandatos sociales que exigen ser varón de un solo modo”, fundamentó el funcionario. En tanto, acotó: “Nuestro compromiso es trabajar, junto al movimiento de mujeres y disidencias, para erradicar la violencia machista. En ese esquema los varones tenemos mucho que aportar, asumiendo que somos parte del problema y de la solución”.