El standupero Ezequiel Campa todavía sueña con ser Marlon Brando y ganar un Oscar. Y piensa que Cristina podría ser una gran humorista
Campa atiende el llamado de Pausa un miércoles a la tarde, recién salido de cumplir funciones en A la tarde, el programa de América TV que integra desde hace cuatro meses. Aunque la idea original era que su aporte fuera más desde su condición de humorista, la dinámica propia del programa le fue exigiendo una actitud más de opinólogo. “Siempre me gustó la tele y ahora estoy jugando un poco a esto de ser panelista, pero no es lo que más me divierte”, avisa. Un día después de esta charla, el actor presentó su renuncia y es lógico: estaba jugando a algo que no le divertía y, normalmente, uno puede abandonar un juego cuando quiere.
Más allá del cariño por la vieja pantalla chica, revela que “no me crié mirando tele porque en mi casa le ponían llave, pero sí El Chavo del 8, El Superagente 86… Mamé comedia de donde podía, rescatando los libros de Fontanarrosa y Caloi, guardando los cassettes de Les Luthiers, escuchando a Dolina desde toda la vida. Siempre puse al humor en un lugar muy especial en mi vida porque me conmueve más que el drama y que cualquier expresión… Hasta te diría que el humor me emociona más que la música”.
Este gringo urbano se tomó su tiempo para unir los puntos entre lo que quería ser y lo que ya era: “mamá Campa” no le contaba tantos cuentos para dormir como historias de las grandes estrellas de la época dorada de Hollywood y fue entonces cuando germinó su vocación actoral; mientras que su gracia congénita ya era evidente en los momentos en familia y en la escuela, donde ya desafiaba a la autoridad gastando a directivos o padres: “Tengo muchos recuerdos de mi infancia en los que ya sentía que me salía ser gracioso. Siempre tuve timing para eso, pero me costó darme cuenta de que las dos facetas se podían complementar”.
—Te iba a preguntar si para vos es más fácil hacer reír que llorar, pero ya casi que lo contestaste…
—Y sí, me resulta más fácil hacer reír que cualquier otra emoción. Pero el hecho de hacer reír es algo que o viene con vos o que, ojo, también se puede ir cultivando, siempre y cuando tengas ganas de provocarlo. Los comediantes nos morimos con tal de sacarle una risa al público, ese es el motor de nuestro laburo.
Cuando se dio cuenta de que conjugar ambas cuestiones era el mejor camino, se subió a las tablas y no se bajó más. Actuó un par de veces en el New York Comedy Festival, hizo shows en conjunto con Malena Pichot durante varios años y también se plegó muy orgánicamente a los formatos de redes sociales con personajes como Dicky del Solar, una parodia rugbier, quizás, con cierto guiño a sus excompañeros del colegio. Por una cosa o la otra, no terminó ni haciendo drama ni tampoco siendo un cheto choto, sino un laburante intenso, que vive anotando cosas y que prácticamente acepta cada fecha que aparece: “Sigue siendo mi sueño ser actor dramático y hacer emocionar, pero también me gusta defender al comediante. Creo que nunca voy a renegar de eso ni del humor que hago porque, como decía antes, el humor es muy importante para mí. Tener una función o juntarme a la noche con mis amigos a cagarnos de risa me alegra el día desde que me levanto y para mí son tiempos ganados”.
—¿Sos metódico? ¿Estás “a la pesca” cotidiana de cosas que hacen reír?
—Sí y no. Tengo mi método, pero es muy caótico, me la paso haciendo anotaciones de situaciones que voy observando y en el momento necesario las termino ordenando. Pero me sale inventar anécdotas o personajes desde cero, después obviamente que se adornan para que entren en el registro. Pero mayormente ando buscando cerca, observando al entorno.
Como cualquier persona, Campa se acuesta a la noche idealizando escenas de su vida que todavía no pasaron, pero que seguro se van a cumplir, como todo lo que pensamos todes antes de dormirnos: “Sueño con ganar un Oscar. Por una película escrita, dirigida y protagonizada por mí”.
—No sos muy fan de hacer humor político. ¿Qué político te parece que sería buen humorista?
—Así rápido pienso en Cristina, que es muy histriónica y maneja muy bien los tiempos. Lo haría muy bien.