ANUARIO 2021 | Una horda de mosquitos se adueñó de Santa Fe. ¿Te acordás?
El verano 2021 venía hermoso, casi sin los días de 40º C de siempre. Pero a principios de febrero llovió en toda la cuenca del Paraná y con el agua los huevitos se hicieron larva, luego pupa y, en menos de una semana, la horda voladora emergió triunfante y voló hasta caer sobre la ciudad.
La ola de mosquitos fue memorable. Está claro que esto comenzó hace más de 370 años, cuando a los 150 habitantes de Santa Fe la Vieja se les ocurrió vivir en el pantano que produce la confluencia del Paraná y el Salado.
Los mosquitos dominaron todo. Aedes Albifasciatus, el bobo marroncito silvestre, fue el que nos fustigó, seguido por el Culex Pipiens, el chiquitito que merodea las orejas a la hora de dormir. Aparte de picar y de hacer ruido, los mosquitos fueron tantos que se podían ver, nubes contrastando en la tardecita, alboroto de puntitos negros hostigando al salir a la vida con el rocío de la mañana.
Un ecosistema talado y quemado va dando, además, mejores oportunidades a las charcas: el caldo de cultivo de los mosquitos. La fumigación urbana termina seleccionando a los más fuertes, que sobreviven para volver peores.
La plaga más antigua de Santa Fe, al fin y al cabo, nos iguala un poco. En la Costanera, la cancha de fútbol 5, los barcitos y los monoblocks, el cachetazo ante la picadura corrió por igual. Aunque no sea lo mismo tener cordón cuneta asfaltado que una canaleta estancada con los yuyos saliendo.