El ecofeminismo como herramienta para luchar contra el heteropatriarcado y el extractivismo fue uno de los ejes de la marcha del 25N en Santa Fe. La ciudad volvió a movilizarse contra la violencia de género.
Casi dos años después de la gran marcha del 8M de 2020, días antes de que la pandemia trastocara nuestras vidas, los feminismos santafesinos volvieron a encontrarse en las calles. A 40 años de la instauración del 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el lema que propuso la Mesa Ni Una Menos Santa Fe no dejó afuera el momento histórico marcado por la crisis ambiental, social y económica: “La tierra y nuestros cuerpos no se negocian ni se venden”.
Los diversos sectores y organizaciones que forman parte de la mesa dieron así relevancia a una de las grandes discusiones que el virus vino a poner sobre la mesa: la forma en que nos relacionamos con la naturaleza, con el mundo, y cómo eso afecta nuestros cuerpos, nuestra salud y nuestras vidas. El capitalismo como forma de producción y destrucción, y el patriarcado explotando los cuerpos feminizados con los trabajamos más precarizados y con las tareas de cuidado, tan centrales en estos casi dos años de pandemia y aislamientos.
“Elegimos ese lema porque los feminismos vamos pensando y reflexionando acerca del peligro que está corriendo nuestra tierra”, explica Beatriz Gutiérrez, militante feminista e integrante de la Mesa Ni Una Menos. “Muchas ya lo están haciendo, pero entendemos que desde los feminismos, y desde Santa Fe, tenemos que pensar en la defensa de nuestra tierra y nuestras vidas en el marco de lo que es la ecología y de cómo el capitalismo cruel nos está dejando sin un futuro y sin un presente, sobre todo para las mujeres más vulnerables, cada vez más pobres y cada vez con menos elementos para producir nuestros propios alimentos. Entonces es una llamada de atención para que nosotras empecemos a transitar el camino de la defensa de nuestra tierra”.
Para la histórica militante Mabel Busaniche, los feminismos tienen que ir hacia la interseccionalidad que tenga al ecofeminismo como eje central. “Tenemos que revisar nuestras agendas, lo que no quiere decir que abandonemos la lucha contra las violencias, la aplicación del aborto, todo lo que hace a los derechos sexuales y reproductivos, pero la intersección tiene que ser con el medioambiente, contra el extractivismo, con la falta de agua que podemos tener, con el hoyo profundo que se puede hacer en este cosmos, todas cosas que sabemos y hablamos pero que aún no las hemos tomado como bandera”.
Por la soberanía alimentaria
Esa interseccionalidad entre cuerpo y territorio, ecología y feminismo, es lo que vienen trabajando desde hace casi dos décadas quienes integran La Verdecita. “Desde que apareció la pandemia se puso en debate esto de que realmente estamos en una crisis civilizatoria, en un umbral de resiliencia, como dicen los ecologistas. Nosotras estamos acostumbradas a que nos maten por nuestro género, pero ahora la muerte le llegó a cualquiera, y eso tiene que ver con el deterioro ambiental, es la crisis de un paradigma, el consumismo no te resuelve que te agarre un virus y te mate”, dice Nidia Kreig, integrante de esta colectiva de mujeres. “La apropiación de los cuerpos y de la naturaleza por parte de los varones para mercantilizarlo todo, es algo muy fácil de ver”, agrega.
Mientras los responsables de las políticas a nivel global solo hacen rimbombantes declaraciones que poco correlato tienen después con sus prácticas cotidianas, los temas ambientales ganan lugar en las agendas de los activismos. En ese marco, el ecofeminismo viene a aportar herramientas para crear comunidades justas y sostenibles, entre las personas, entre los géneros y con la naturaleza.
“Nosotras tenemos que entender que esta sociedad no va más, y que esto tiene que ver con el capitalismo, con el heteropatriacado, con los binarismos”, explica Kreig. “Si en el centro ponemos la sostenibilidad de la vida y no los mercados, ahí se da el cambio copernicano, ahí empezamos a discutir todo. Porque no basta solo con que todos coman sino que a eso tenemos que agregarle el concepto de soberanía alimentaria, saber de dónde vienen los alimentos, cómo se producen, quiénes son los dueños de la tierra. Hoy son las transnacionales agroalimentarias las que te dicen qué tenés que comer. Repetimos casi sin pensar eso de que ‘producimos alimentos para 400 millones de personas’, eso es mentira, lo que están produciendo no es alimento”.
Respecto del trabajo y los años de resistencia de La Verdecita con su producción comunitaria y agroecológica, Kreig comenta: “El sector periurbano proveedor de alimentos está desapareciendo por la presión del sector inmobiliario. Lifschitz antes de morir había presentado un proyecto de ley muy bueno para declarar el suelo periurbano como prioritario, como un cordón proveedor de alimentos frescos, sanos, seguros y, en lo posible, soberanos. Cuando hablamos de soberanos, hablamos de agroecología, y para que haya agroecología tiene que haber apoyo del Estado, porque vos tenés que ser propietario de la tierra o saber que vas a estar por lo menos 10 años ahí, porque si no mañana puede venir el dueño de la tierra y decirte “me desalojas el campo porque lo voy a vender”. Para hacer agroecología vos tenes que trabajar la tierra mucho tiempo, cuidarla, darle los nutrientes, hay que tener y darle tiempo. Por eso desde La Verdecita hablamos tanto de la protección del suelo periurbano”.
Tanto Kreig como Busaniche coinciden en la importancia de tomar las experiencias de las mujeres de las culturas y pueblos originarios para repensar esa relación con la tierra y la naturaleza. “La pandemia ha sido tan arrasadora que creo que tenemos que esperarnos, pero el habernos colocado ya como plurinacionales nos trae toda una nueva interpelación: ¿qué es ser plurinacionales para las argentinas? ¿Estamos las argentinas listas para abrir no solo la cabeza sino también el corazón para realmente contagiarnos de esas otras experiencias, de que otra vida y un buen vivir es posible? Son todas preguntas y muchos desafíos por delante”, indica Mabel.