ANUARIO 2021 | ¿Qué son 20 años en tu vida y en la vida del país? ¿Qué son 20 años de pasado y qué implican 20 años de futuro en la Argentina del siglo XXI?
Estamos más cerca del 2001 hoy que en 2011. Y estamos lejísimos de 2041, a miles de años de distancia.
20 años de cuando tenías 20 años. 20 años desde que naciste. 20 años hacia el futuro. La crisis legada por el macrismo y la pandemia reavivan la evocación, sobre todo en esa generación que ronda los 40 años y que puso el cuerpo y los muertos el 19 y el 20.
Sin embargo, el estallido que marcó un antes y un después en la historia de la democracia reciente parece haber agotado su impulso y su destino y todo su programa parece ya no contener respuestas a las demandas superiores, más exigentes e igual de urgentes, que se avecinan. Apenas si queda como herencia un temor sordo, casi ontológico, a los cinco presidentes en once días, a la pérdida de la gobernabilidad, el mandato de contener como sea, la fusión entre defender el orden del Estado a cualquier precio como si sólo ahí se jugara la defensa de la democracia. Como si no se hubiera jugado también en las asambleas, a lo largo y ancho de todas las clases.
(Repetimos: apenas. Hay una buena parte del arco político que en la reinterpretación negacionista del 2001 como "golpe peronista" en realidad está exponiendo sus fantasías reaccionarios bajo la forma de revancha).
Las Madres enfrentando la montada en un país con represores libres en las calles. El canto de “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, indicador de una clase media que, por única vez en su historia, encontraba más puntos de contacto en los caídos que en sus jefes. El Frenapo pidiendo por lo que sería ocho años después la AUH. Apenas tres de toda una serie de movimientos que brotaron como renovación de esa política transformadora que había sido arrancada de cuajo a fuerza de genocidio y desapariciones. Aunque atrás estaba la derrota, en nuestros movimientos estaban nuestros sueños. Ese 2001 es también la desobediencia, definitiva y total, al Estado de Sitio.
De toda esa constelación posterior a 1983, de todas de resistencias a la represiones asesinas de todos los niveles del Estado, de todos esos deseos frustrados en la transición democrática y vapuleados durante las privatizaciones y el 1 a 1, se condensaron esos sujetos que protagonizaron el largo período que llegó hasta el 2015. Y, a su sombra, en sus fisuras, prosperó la reacción, con sus borbotones en Blumberg, la 125, el sindicalismo modelo Barrionuevo, los linchamientos matanegros, la consolidación de Puerto Madero como Meca aspiracional.
Pero ninguno de esos dos proyectos exhibe hoy horizontes imaginativos, respuestas imposibles que mañana serán políticas públicas, para abordar la hecatombe que se aproxima.
Ahora parecemos políticamente exhaustos.
Hurgamos en las ruinas del mito de una revuelta que marcó a la juventud de una generación que hoy puebla despachos y gabinetes, mientras asistimos impávidos al paso del tiempo, a pocos años de que la crisis climática comience a desplegar sus efectos más tenebrosos y espectaculares.
Es imposible no recaer en el énfasis, mientras el Estado no puede agenciarse ni siquiera unos avioncitos para apagar fuegos en las islas, menos que menos perseguir judicialmente a los ganaderos y especuladores inmobiliarios que las queman. No sabemos cómo construir un mundo confortable y que se pueda sostener a sí mismo sin depredar al mango el planeta. Y el punto de quiebre está tan cerca que muchos de nosotros podemos llegar a verlo en vida. Dentro de 20 años nomás, lo mismos que pasaron desde aquellos días de diciembre de 2001.