ANUARIO 2021 | El gobierno nacional perdió las elecciones legislativas y quedó sin quórum propio.
Desde la tormentosa caída del gobierno de Fernando De la Rúa hasta las elecciones intermedias 2021: 20 años le llevó a la UCR recuperar un lugar protagónico en la escena política nacional. Con el PRO todavía golpeado por la desastrosa gestión de Mauricio Macri y un peronismo debilitado por las erráticas políticas de Alberto Fernández, el radicalismo pudo por fin posicionarse en las urnas con triunfos resonantes en las provincias de Santa Fe y Córdoba y buenas performances en otros distritos centrales.
El retroceso del PRO –que aún conserva poder de fuego en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires– y el ascenso de la UCR presagian un nuevo esquema de poder dentro de Juntos por el Cambio, una coalición dominada inicialmente por el macrismo que ahora ingresó en una etapa de deliberación con la mirada puesta en 2023.
Martín Lousteau en CABA, Facundo Manes en Buenos Aires, Rodrigo De Loredo en Córdoba y la dupla Carolina Losada–Dionisio Scarpín en Santa Fe son algunos de los emergentes de la UCR en esta nueva etapa política a nivel nacional. Fiel a su tradición, apenas superadas las elecciones legislativas el partido de la boina blanca se enfrascó en sus habituales internas, con la diferencia de que ahora hay una perspectiva concreta de poder: algo que no pasaba desde hace más de dos décadas.
Para el gobierno del Frente de Todos, después de dos años de pandemia y cuatro de recesión, lograr un buen resultado en las elecciones intermedias parecía una quimera. El efecto sanitario del coronavirus y las discutidas restricciones dispuestas por la Nación tuvieron eco en las urnas. El oficialismo nacional pagó el costo de la crisis, pero también lo hicieron los oficialismos locales.
No obstante, rara vez las elecciones intermedias arrojan resultados que se puedan extrapolar a las generales. Le pasó al kirchnerismo en 2009 y al macrismo en 2017. En las elecciones de medio término no se elige gobierno: se elige oposición. Y la ciudadanía observa, principalmente, la relación de fuerzas en el Congreso.
El nuevo reparto de las bancas legislativas configura un escenario de equilibrio entre los dos principales espacios políticos nacionales. Juntos por el Cambio ganó en los distritos más poblados, pero el Frente de Todos sigue siendo mayoría en las dos cámaras, aunque ahora el gobierno –sin quorum propio– está obligado a negociar con la oposición y con las terceras y cuartas fuerzas para avanzar en las medidas que requieren respaldo del Congreso.
En las elecciones del 14 de noviembre no se plebiscitó el gobierno de Alberto Fernández. Apenas se renovó en forma parcial el Congreso y, al interior de cada espacio, también se comenzaron a perfilar los liderazgos de cara a 2023. Sergio Massa y Axel Kicillof quedaron posicionados por el Frente de Todos, mientras que en Juntos por el Cambio –ya sin líderes excluyentes– asoman al menos una decena de referentes que aspiran a dar pelea.
La reconfiguración de la oposición implica otra intensidad –en cuanto a la potencia que le otorgan a Juntos por el Cambio la cantidad de nuevas bancas logradas– y también una naturaleza más plural, donde si bien sigue habiendo predominio macrista, también hay un crecimiento importante de la UCR, un repunte leve de la izquierda y la aparición de nuevos actores políticos, como los libertarios de Milei y Espert, dos fenómenos que tienen algo de peso específico en Buenos Aires pero que difícilmente logren construir un proyecto de escala nacional.
Sin quórum propio en el Senado y con un empate virtual en la Cámara de Diputados –donde el Frente de Todos quedó con 118 bancas y Juntos por el Cambio con 116–, durante la segunda mitad de su mandato Alberto Fernández dependerá más que nunca de los acuerdos que pueda tejer con los bloques minoritarios y con las fuerzas provinciales.