Esquizodiálogos con Adrián Brecha: hoy, el dólar, diciembre y el FMI.
—Buenas, tanto tiempo sin verlo. ¿Cómo anda? Hace mucho tiempo que no lo veo. Por qué esa cara de preocupado. Lo tiene intranquilo el nuevo pasaporte sanitario y la pérdida de libertades individuales...
—Si no le molesta, sería tan amable de prestarme un encendedor.
—No, no hay problema. ¿Ahora fuma?
—No, si lo voy a usar para prender una molotov.
—Qué se yo, nunca se sabe. Detrás de esa paz interior se puede esconder una verdadera tormenta.
—Es que vi muchas películas hollywoodenses y un cigarrillo siempre da carácter. Un cierto halo de misterio y un futuro de exámenes médicos.
—No, no es tan así.
—Se dio cuenta que los argentinos iniciamos las frases desde el negativo. Siempre el “no” es lo primero.
—No estoy de acuerdo.
—Vio, ahí está. Cuidado con el huevo, no lo pise.
—No hay negación en el inconsciente.
—Le voy a pedir que no me insulte, yo a usted lo respeté en todo momento.
—No, no lo insulté. Me parece que está muy literal.
—Y dale con el insulto. Yo tengo derecho a opinar y expresar lo que quiera, donde quiera y como quiera.
—Le faltó el por qué.
—Por qué, ¿qué?
—No, se lo digo en serio. Mejor devuélvame el encendedor.
—Estatizar deudas y llevarse encendedores no son delitos…
—Mejor, se lo regalo. Tampoco vamos a discutir la deuda.
—Yo no quiero que me regalen nada. Para eso trabajo, me esfuerzo y pago mis impuestos.
—Me parece que usted necesita vacaciones. Viajar, disfrutar del sol y el descanso.
—¡¿Vacaciones?! Nos privan de todo. No nos dejan salir del país, no nos dejan vivir la plenitud de la libertad financiera. No puedo ni pagar mi viaje en cuotas y usted quiere que yo descanse.
—Hay que pagarle en dos años 40 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional, lo inaudito no es que no pueda pagar en cuotas su viaje a Disney, lo sorprendente es que no estemos todos esclavizados en una plantación de cannabis.
—¡Que la deuda la pague Grobocopatel!
—Usted me confunde, hace menos de una semana se quejaba del aumento del monotributo.
—Es que hace poco me hice la carta natal y ahora entiendo todas mis contradicciones.
—¿Qué es eso?
—Es una carta astral.
—No entiendo.
—Es una fotografía de cómo estaba el cielo en el momento que nacimos. Es una herramienta de autoconocimiento básica de la astrología y describe las energías que conforman la esencia de cada persona.
—Perfecto. ¿Pero eso qué tiene que ver…?
—Es que, según mi carta astral, soy peronista con ascendente en Trotski y tengo a Venus en John William Cooke.