ANUARIO 2021 | Las vacunación contra el coronavirus, ante las miserias de la comunidad internacional. Argentina, con una campaña excelente pero empañada por los escándalos y el lobby de Pfizer, que apenas entregó el 53% de las dosis prometidas.
Durante las últimas décadas se habló mucho de la caída del Estado nación como entidad central de regulación de la vida humana, en favor una suerte de cosmopolitismo global, transnacional, imperial o lo que sea. Así como sucedió con las medidas de restricción y cuidado implementadas en las sucesivas olas de coronavirus –en las que cada país hizo lo que quiso, desde Nueva Zelanda y su máximo cierre a Brasil y sus fosas comunes–, con la campaña global de vacunación de 2021 quedó en evidencia que las diferencias que trazan las fronteras todavía explican muchísimo sobre la realidad.
No sólo fueron los estados nacionales quienes de punta a punta financiaron la investigación y la producción de las vacunas, sino que la puja por la apropiación de las dosis mostró la peor miseria real que subyace a todo el humo de la cooperación internacional. Estamos hasta las manos. La pandemia fue el primer desafío simultáneo, decisivo y global de la humanidad, el fracaso de la comunidad internacional fue estrepitoso y general. Y es un desafío muy menor en comparación con las adversidades que están apenas a diez años y 1ºC en el horizonte.
Cada nación quedó librada a su suerte. Decenas de países ricos con miles de dosis guardadas y vencidas, decenas de países pobres con la población entera sin vacunas. COVAX, el mecanismo de distribución solidaria de la ONU, dio asco por lo inútil. Los reclamos por la liberación de patentes pasaron de la declamación sobreactuada al olvido.
Al cierre de esta edición, el 74% de los sudamericanos recibieron una dosis, siendo el continente con el mayor porcentaje de vacunación. A nivel mundial, el 56% de la población está vacunada. En África, esa cifra llega apenas al 12%. Ómicron es apenas la primera de las nuevas variantes del Covid 19 que resulta de la inmunización desigual.
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Sobre todo en los países opulentos del norte, la pandemia sobrevive en los antivacunas, un curioso sistema de creencias que suele combinar malas lecturas de la antropología imperial con versiones berretas de la teoría política. Ayahuasca y conspiranoia sirven de justificación para una franja transnacional de ególatras que deniegan lo obvio: por cantidad de aplicaciones efectuadas, las vacunas contra el Covid 19 ya son las más testeadas en la historia.
Veneno y vips
Argentina tiene al 82% de su población vacunada con una dosis y más del 70% con el esquema completo. Aplicó más de 68 millones de vacunas y tiene más de 88 millones distribuidas: los porcentajes aumentarán. En 2021, el porcentaje de inmunizados fue creciendo con diferencias de apenas dos o tres semanas de retraso respecto de países como Estados Unidos, pese a la distancia en capacidad productiva y financiera. Hoy, de los países con más de 40 millones de habitantes, Argentina está entre los que más y mejor vacunaron a la población. La inoculación pediátrica avanza desde los tres años y las huestes antivacunas son tan marginales que el pase sanitario casi no tiene detractores.
Muy pocos países en el mundo producen vacunas, Argentina fabrica varias, entre ellas la AstraZeneca y la Sputnik V. En todos los casos, sin las gestiones del gobierno nacional los laboratorios locales jamás hubieran realizado esos desarrollos. La OMS avisó en los últimos días que la inmunidad que ofrecen las vacunas, con esquema completo, alcanza los seis meses. La continuidad de la vacunación está garantizada.
Esos son los datos duros y concretos de la campaña en nuestro país. Fue excelente. Sin embargo, en el recuerdo quedarán las denuncias de que la Sputnik V era un veneno y el boicot a la campaña de vacunación, el desacuerdo con Pfizer, su lobby constante por la oposición y sus 13 millones de dosis prometidas –que nunca entregó ni a tiempo ni en su totalidad en ningún país con el que acordó–, la interesada puesta en duda por la propia Sociedad Argentina de Pediatría respecto de la inoculación a niños, Patricia Bullrich pidiendo que cada uno se compre la vacuna en la farmacia y el vacunatorio VIP.
Figura ineludible de lo mejor del sanitarismo argentino, Ginés González García se incineró con un paso en falso que dejó a la campaña –y al gobierno– con una mancha indeleble. Como la de la foto. Carla Vizzotti ocupó su lugar, pero todo el esfuerzo quedó públicamente pisoteado y la población pareció omitir casi cualquier consideración positiva de la campaña. Mientras tanto, ya se aplican las terceras dosis.
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