El militante social Claudio "Pocho" Lepratti luchaba por un mundo justo y realizaba trabajos comunitarios en Rosario. Fue asesinado por la policía de Santa Fe el 19 de diciembre de 2001 en medio de la represión estatal al estallido social de ese año. Además de Pocho, otras siete personas fueron asesinadas por la bala policial en la provincia en ese contexto.
Miércoles 19 de diciembre de 2001. Ese día el hambre del pueblo, que venía sufriendo la represión policial en diferentes puntos del país desde hacía días -por orden del entonces presidente Fernando De La Rúa- salió con fuerza a las calles. Orquestadas por el Fondo Monetario Internacional, las medidas de Carlos Menem durante la década del 90 habían sumido a Argentina en una profunda crisis económica. El regreso de Domingo Cavallo al ministerio de Economía durante el gobierno de la Alianza fue el golpe final. A fines de 2001 el ministro volvía a proponer el ajuste en el presupuesto para el año siguiente, mientras la gente saqueaba supermercados para poder comer. La policía metió bala sin asco y con la anuencia de los gobiernos.
En esa época, Claudio "Pocho" Lepratti vivía en el barrio Ludueña. Llegaba diariamente en bicicleta al comedor de la escuela número 756 José Serrano de Las Flores, una barriada pobre del sudoeste de Rosario, donde trabajaba como auxiliar de cocina. Ese 19 de diciembre, efectivos de la Policía de Santa Fe -por orden del entonces gobernador Carlos Reutemann- comenzaron a reprimir en la ciudad del sur santafesino. Funcionarios del gobierno provincial habían dado la orden de utilizar balas de plomo para esos operativos.
Pocho se había subido al techo del establecimiento escolar donde trabajaba para ver la represión que estaba ocurriendo a unos metros, en la avenida de Circunvalación. Cuando la policía abrió fuego contra la escuela, él abrió su garganta para defender a las pibas y pibes que estaban comiendo adentro. "¡Paren de tirar, hijos de mil puta, hay chicos acá!" fue lo último que el militante de 35 años llegó a gritar antes de que un escopetazo le alcanzara la tráquea. Murió al instante. El tirador fue el policía Esteban Velásquez, que llegó en el móvil 2270 del Comando Radioeléctrico. Junto a él estaba el oficial a cargo, Rubén Pérez.
Al crimen de Pocho se sumaron los de Yanina García, Juan Delgado, Graciela Acosta, Miguel Pacini, Ricardo Villalba, Rubén Pereyra y Walter Campos. Santa Fe fue el tercer distrito con más efectos letales en la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001. Todas las víctimas fueron asesinadas con balas de plomo, según las autopsias. Así lo sostiene la Comisión de Investigación No Gubernamental que dio seguimiento a estos hechos.
Otra muerte impune para Reutemann
El asesinato de Lepratti motivó el procesamiento y posterior condena a 14 años de prisión para Esteban Velásquez, dictada por el juez Ernesto Genesio. Al policía se lo encontró culpable del delito de homicidio agravado por el uso de arma. Tiempo después, el juez Julio García condenó a otros cinco policías (Marcelo Arrúa, Rubén Pérez, Daniel Braza, Roberto De la Torre y Carlos Alberto de Souza) por falsedad ideológica y encubrimiento agravado. Esos cinco efectivos de la policía intentaron encubrir el homicidio de Pocho y montar la escena de un presunto enfrentamiento: balearon y destruyeron el patrullero para simular un ataque y alegar que actuaron en su defensa.
Tanto Velásquez como la provincia de Santa Fe fueron condenados a resarcir económicamente a los familiares de la víctima. Sin embargo, no hubo mayores avances en relación a las responsabilidades políticas de las muertes ocasionadas por la represión.
La Dirección de Asuntos Internos de la policía provincial reconoció en un informe que "el asesinato del militante social Lepratti ocurrió fuera de la zona de saqueos y en los fondos de una escuela", y que "no se justifica haber efectuado los disparos reconocidos, ni siquiera en carácter intimidatorio".
En 2001, Lorenzo Domínguez era el ministro de Gobierno de Santa Fe. Había exigido que cualquier protesta social tenía que ser reprimida con balas de fogueo. Domínguez declaró, después de los hechos del 19 y 20 de diciembre, que Enrique Álvarez, titular de Seguridad Pública de la provincia, también había dado la orden de usar balas de plomo. Ambos funcionarios fueron sobreseídos.
Cuando el padre de Pocho, Orlando Lepratti, le preguntó a Reutemann por la muerte de su hijo, el gobernador respondió "que no sabía nada" y que "no conocía los detalles de los procedimientos". Como en la inundación de 2003: no saber lo convierte en inepto, saber lo convierte en cómplice. Ninguna de las dos variables reduce el grado de responsabilidad.
En 2007 la hermana de Pocho, Celeste Lepratti, le comentó al periodista Leandro Albani que ninguna de las otras causas por las muertes de la represión en Santa Fe tuvieron avances. "Muchas se han cerrado por los plazos y lo peor de todo es la impunidad total en que vivimos. La responsabilidad política brilla por su ausencia, como si acá la policía fuese acéfala, no recibiera órdenes", cuestionó entonces.
En esa entrevista, Lepratti afirmó: "Hubo un gobernador en ese momento que jamás se hizo cargo de nada, que jamás fue llamado a declarar por lo que sucedió en la provincia esos días".
¿Quién fue el Pocho?
Claudio Lepratti nació el 27 de febrero de 1966 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. De chiquito le decían Chicho. Le pusieron Pocho cuando empezó a militar en la Juventud Peronista, cuentan sus amigos en el documental Pochormiga: un mundo en el que quepan todos los mundos. Desde sus jóvenes años ya hablaba de los derechos de los campesinos y de la justicia social. Era militante en la parroquia, en el centro de estudiantes y en la organización política.
Entre 1983 y 1985 estudió Derecho en la Universidad Nacional del Litoral como alumno libre. En 1986 ingresó como seminarista en el Instituto Salesiano de la localidad de Funes e hizo votos de caridad y de pobreza. Cuando pidió permiso para ir a vivir a la villa y el permiso le fue denegado, salió del seminario. Así llegó a Rosario.
Conoció al padre Edgardo Montaldo y en 1991 se instaló en Ludueña. Formó el grupo La Vagancia, un espacio de encuentro para jóvenes. "Nos empezamos a juntar para hacer campamentos, para tomar mates, para escuchar música", contaba Pocho.
Lepratti trabajaba en la escuela del barrio Las Flores y también fue delegado sindical de la Asociación de Trabajadores del Estado. Una frase suya resuena como el eco de un país donde el empleo formal fue desarticulado a fuerza de privatizaciones y de flexibilización laboral: "El trabajo nos hace ascender como personas, mientras que la falta de trabajo nos incita a la violencia, a la droga, a la delincuencia".
En una nota de Página/12, Milton, un integrante de La Vagancia contó que "Pocho siempre nos decía que pase lo que pase sigamos adelante, que si terminamos la primaria empecemos la secundaria, que nada nos pare. Y nosotros vamos a seguir". Ese fue su legado: la organización popular para hacer frente a las políticas del hambre del neoliberalismo.
Pocho Lepratti vive
"Pocho era y es una hormiga. Pero una hormiga muy pero muy especial: exploradora y a la vez obrera, altamente calificada. Sin mencionar las tareas de organización interna de los hormigueros y las tareas de capacitación para nuevos líderes comunitarios". Así recuerda a Pocho el documental Pochormiga. Allí, en un primer plano frente a cámara, Lepratti afirma: "Soñamos con un mundo distinto". Esos sueños son los que la bala policial no pudo matar.
Desde su muerte, las calles de Rosario se poblaron con la leyenda Pocho Vive y con hormigas stencileadas en el cemento del asfalto o en los frentes de los edificios. León Gieco inmortalizó esta historia y convirtió para siempre al militante social de barrio Ludueña en el Ángel de la Bicicleta. A 20 años, Pocho vive en la memoria.