Ucrania, cómo fue su formación. Su ubicación geopolítica y su relación con Rusia. La línea roja, una preocupación rusa de siglos. El cambio en la hegemonía mundial y el surgimiento de nuevas fuerzas.

Por Mariana Tettamanti*

La avanzada del ejército ruso sobre el territorio ucraniano que se produjo en los últimos días no se puede comprender cabalmente si no consideramos el vínculo histórico que une a ambos países desde hace siglos. Ucrania fue parte del vasto imperio dominado por el zarismo desde el siglo XVIII y, luego de su disolución en 1917, fue una de las repúblicas que, junto a Rusia, Bielorrusia, Armenia, Georgia y Azerbaiyán, conformaron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ucrania posee, entonces, una corta vida como estado independiente, desde el desmembramiento de la URSS en 1991 hasta la actualidad. El proceso de conformación territorial de Ucrania fue complejo. Su parte occidental se incorporó en el año 1939, en el marco de los acuerdos entre Stalin y Hitler, y la región de Crimea fue cedida por el líder soviético Nikita Kruschev a los ucranianos en 1954. Esta península, que es clave para la conexión de Rusia con el Mar Negro y con la red de comercio marítimo mundial, fue nuevamente protagonista en los últimos años, cuando a partir de la realización de un referéndum en 2014 se separó de Ucrania y se incorporó, nuevamente, a la Federación Rusa.

La región ucraniana tuvo –y tiene– para Rusia importancia industrial y nuclear. Su capital, Kiev, fue una de las protagonistas de la temprana y veloz expansión de la industrialización que vivió el imperio zarista desde la década de 1890 y, hacia la mitad del siglo XX, del desarrollo industrial impulsado por el estalinismo. Por otro lado, en el contexto de la Guerra Fría se construyó en su territorio una de las plantas nucleares más importantes, Chernobyl. Además, Ucrania es central en materia geopolítica ya que se encuentra limitando con Europa Occidental. Para Rusia mantener una línea roja que la proteja de una posible expansión de las potencias euroatlánticas es uno de los ejes de su política exterior desde hace siglos, independientemente de los sistemas que gobernaron al país: zarismo, comunismo y, desde 1991, capitalismo. Luego de la Segunda Guerra Mundial y con el comienzo de la Guerra Fría, la necesidad de crear un glacis protector se hizo más importante y esta línea fue ensanchada, abarcando el territorio de la denomina Europa del Este. En Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Albania, Rumania, Bulgaria y Alemania Oriental la URSS impuso el modelo social y económico soviético y conformó con ellos una alianza militar –el Pacto de Varsovia– de similares características a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Hoy, para la Federación Rusa, que los territorios de las ex repúblicas soviéticas no sean incorporados a la OTAN ni a la Unión Europea –como demandan los líderes ucranianos– es vital para sostener su poder, que sigue siendo concebido, en gran medida, en términos territoriales.

Una relación compleja

Al repasar la historia ucraniana del siglo XX podemos destacar dos procesos sumamente traumáticos. El primero se lo conoce como el Holodomor (hambruna) o genocidio ucraniano y se produjo en el marco de los planes económicos que el régimen estalinista llevó a cabo a partir de la década de 1930. Estos planes incluían la colectivización forzosa de las áreas rurales: los campesinos eran obligados a entregar sus tierras y todos sus bienes (herramientas, animales, etc.) al Estado e integrarse a los koljozi (unidades de producción comunitarias). En Ucrania este proceso fue especialmente traumático, produciéndose, como consecuencia de su implementación, una gran hambruna que acabó con la vida de millones de personas. El otro acontecimiento que marcó la historia de este país ocurrió en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército alemán invadió Ucrania en junio de 1941, en la conocida “Operación Barbarroja”. Esta avanzada miliar, que tenía como objetivo atacar por sorpresa a los soviéticos, concluyó con una contundente derrota de los alemanes frente al Ejército Rojo. La ocupación nazi de los territorios ucranianos se extendió hasta 1943 y dejó como saldo millones de muertos, tanto de origen judío como no judío.

Los lazos que unen a rusos y ucranianos son muy fuertes desde lo histórico, como vimos, lo que a su vez lleva a explicar que un alto porcentaje de la población de Ucrania, sobre todo la que vive en la zona oriental, sea de origen ruso, hable ruso y profese el cristianismo ortodoxo. Esta es, justamente, la zona donde grupos pro rusos están en conflicto con el estado ucraniano y plantean su secesión. Sin embargo, otra parte de la sociedad tiene una mirada más cercana a Occidente y apoya la iniciativa impulsada por su presidente, Volodímir Zelenski, de integrarse a la Unión Europea y a la OTAN.

La nueva hegemonía mundial

Asimismo, el conflicto actual entre Rusia y Ucrania debe contextualizarse en el marco de una reconfiguración de la hegemonía mundial. Luego de la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos fue el líder de un mundo unipolar, pero en las últimas décadas esta posición está siendo vulnerada por la emergencia de nuevas potencias. El paso a un orden multipolar tiene como novedad, a su vez, que sus protagonistas no son potencias occidentales sino países orientales, con China a la cabeza. Al avance de las economías orientales –altamente tecnologizadas, como la japonesa, la china, la india– se suma el debilitamiento de la eficacia militar de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN –evidenciado en los fracasos en Afganistán e Irak– y el incremento de la disposición de armamento nuclear por parte de las potencias orientales. En este marco, debe interpretarse el reciente fortalecimiento de la alianza entre Putin y su par chino Xi Jinping.

Finalmente, debemos vincular la crisis desatada en Ucrania con el auge a nivel mundial de una nueva derecha, que se expresa en la llegada al poder de líderes como Vladimir Putin en Rusia, Donald Trump en Estados Unidos y Viktor Orbán en Hungría. Este movimiento político, a pesar de su heterogeneidad, se caracteriza por la apelación a discursos cargados de consignas nacionalistas, la aplicación de una combinación de políticas neoliberales y conservadoras y la desconfianza en las instituciones de decisión multilaterales.

*Docente del área de historia mundial contemporánea de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral

 

 

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí