Un telefilm rodado en Humboldt rescata la historia de uno de sus vecinos célebres: un indio santafesino que fue traductor de la Reina Victoria.
Si bien la filmación se hizo en cinco días a finales de 2019 y principios de 2020, el estreno debió esperar hasta abril de 2021, debido a lo largo que se hizo la post producción. En esa primera proyección, en Humboldt misma, “una nube de choripanes” coronó a los 600 vecinos que se arrimaron con sus reposeras a ver la película. En tanto, recién el pasado 11 de marzo se proyectó en las pantallas grandes del Cine América, también con una buena concurrencia.
La expansión de las colonias agrícolas a fines del siglo 19 motivó muchos desencuentros entre nativos y colonos por la habitación de los campos ubicados en el centro de la provincia de Santa Fe. Durante esos episodios, historia repetida en todo el país y en Latinoamérica, los pueblos originarios sufrieron la extinción total: no solo las vidas de las personas eran arrebatadas, sino también sus terrenos, sus historias, sus idiomas y todas las formas que ellos tenían de preservar su memoria.
Hacia 1880, durante una misión de conquista que subía bordeando el río Salado, una población de mocovíes perdió durante un escape a dos de sus nenes: una nena de cinco y uno de dos. Raptados y trasladados a Humboldt, al más chico lo adoptó la familia Zehnder (una de las familias más prósperas de la colonia), mientras que ella no fue recibida por ninguno de los hogares del lugar y, se dice, siguió hacia Córdoba.
Según el historiador humbolense Raúl Kröhling, bautizaron al chico con el nombre de Fausto, lo educaron con costumbres europeas y le enseñaron el idioma alemán. Pero más que un hijo adoptivo, Fausto estaba más cerca de ser un esclavo con trato mejorado. Como Theon Greyjoy con la familia Stark, para quienes vieron Game of Thrones. Ya que estamos en el párrafo de las referencias, también curiosa es la similitud con otra historia de ficción: la esclava afrodescendiente y germano parlante Broomhilda Von Schaft de Django Unchained.
La historia de un mocoví creciendo con suizo alemanes no era cosa habitual, llamaba la atención entonces y llama la atención hoy, por eso el actor humbolense Claudio Weppler se propuso transformarla en una película. Más adelante, Alejandro Carreras se subió al proyecto co-escribiendo el guión y asumiendo la dirección de lo que se titularía INDIO: La leyenda de Bernardino Fausto San Juan.
El film es, en palabras del director, “una especie de telefilm de los de antes, porque dura poco más de 60 minutos. Más allá de eso, creo que lo primero que hay que destacar es lo bien que se portó la comuna (de Humboldt), que entendió lo importante que es dejar constancia de estas historias. De esta en particular recopilamos varias versiones y fuimos hilvanando las que más nos convenían para armar una trama”, detalló Carreras en contacto con Pausa.
De ese rompecabezas de relatos distintos sobre el mismo personaje, trascendieron a la pantalla la fuga de Fausto escondido en el sulky del carnicero de la zona, con quien se fue a Grütly, a unos 17 kilómetros al norte de Humboldt. Aprendió el oficio y fue bautizado como Bernardino Fausto San Juan, apellido que heredó del patrón de su nuevo pueblo.
“En la película recurrimos a mostrar mucho los paisajes pero también dar cuenta de qué era lo cotidiano y lo doméstico de la época y del lugar y de las personas, que, por ejemplo, hablaba mucho menos de lo que estamos acostumbrados hoy”, apunta el director. Así, la cámara se toma más tiempo para registrar el cielo abierto, que a campo abierto para más inmenso; también hay trabajo en los detalles para marcar época, sea leer un libro a la luz de la luna o que la hija de la familia, como es mujer en el 1800, es casi tan rehén de los Zehnder como lo era Fausto. En este sentido fue vital la colaboración del Museo Histórico de la Colonia, que aportó utilería de su inventario para algunas escenas.
Los maltratos constantes por su condición de aborigen ocupan otra buena parte de lo que la película llega a abarcar. La necesidad de un documento para poder emigrar libremente fue lo que llevó a Fausto a convertirse en un San Juan, trámite que completó antes de agarrar un caballo hacia Santa Fe, donde estaban esperando reclutas para abordar.
Cambiando el campo por el mar fue que recorrió los puertos del mundo que, por su manejo del alemán, lo vieron muchas veces oficiar de traductor entre el capitán y los europeos al paso, entre los que también estuvo la reina Victoria de Inglaterra: “La reina estaba casada con Alberto de Sajonia y descendía de una dinastía alemana, entonces manejaba bien el alemán”, detalló el historiador antes nombrado en una entrevista publicada en La Nación.
Después de cuatro años surcando el agua, Bernardino decidió volver a Humboldt para vivir como un hombre libre. No lo pudo hacer plenamente hasta que murió la mamá de Rosina Jappert, con quien se pudo casar recién en ese momento (12 de septiembre de 1908) y con la que tuvieron 15 hijos: Rosa, Ana, Célico, José, Luis, Roberto, Florentina, Avelino, Marcelo, Florencio, Angélica, Sibila, Dolly, Laura y Edito.
Bernardino Fausto San Juan vivió hasta 1931 y, a pesar de no contar con mucha ayuda, su historia y su legado de resiliencia se mantuvo viva hasta que alguien, en este caso Claudio Weppler, le hizo saber a todos que ahí había una deuda que saldar.
Los pueblos originarios tienen tantas cosas que contar como injusticias y muertes sufridas. Como a toda minoría, los derechos les llegan en cuentagotas y su situación actual no es tema prioritario de ninguna plataforma política con capacidad de acelerar las reparaciones pendientes. Apenas algunas políticas culturales cambiaron parcialmente la situación, dentro de su jurisdicción: la Ley de Medios rematada por el macrismo, mediante la que algunos parajes ignorados lograron tener sus radios propias; y, sin ir más lejos, durante la gestión de Chiqui González en cultura de la provincia, iniciativas de buenísima calidad se produjeron en el ámbito de Señal Santa Fe (los Ensayos sobre Interculturalidad, por ejemplo) y que hoy son poco más que una anécdota en una web olvidada.
“Como leyenda, en el estreno me di cuenta de que era desconocida y terminó interesando bastante, quedamos super contentos con la concurrencia, se armó un lindo debate y hasta pasó algo muy loco que fue que dos bisnietos de Bernardino se conocieron en la función, una anécdota hermosa. Así que ahora estamos entusiasmados por mostrarla afuera, creo que lo que queremos transmitir también es muy groso y es que es muy necesario el compromiso y revalorizar las historias y la riqueza cultural de cada lugar”, concluyó Carreras.
La próxima función será este viernes 18 de marzo, a las 20:30, en la Fundación Ramseyer Dayer de la ciudad de Esperanza.