Las vueltas de la historia: la renegociación con el FMI y su debate en el Congreso puede darle un empujón decisivo a la UCR, en un sistema político resquebrajado. La diferencia entre desprecio ético, ética de las convicciones y ética de la responsabilidad.
La vieja y alfosinista “ética de la responsabilidad” del radicalismo es la única salida de un gobierno que no cuenta con apoyos suficientes para lograr la aprobación de la renegociación con el FMI en la Cámara de Diputados. Alberto Fernández quedó encerrado entre un capítulo más del desvergonzado cinismo post fáctico del macrismo y una defensa de principios contradictoria con el rol político y la función pública asumida por una fuerza de gobierno. La UCR puede ser la verdadera protagonista del debate que se aproxima, tiene todo para hacerlo valer. Por primera vez desde 2001, los radicales tienen con qué.
El avance de las negociaciones con el FMI fue tensionando el sistema político hasta resquebrajarlo en demasiadas partes. El primer desplante fue el de Máximo Kirchner y su renuncia a la jefatura de bancada del Frente de Todos. Kirchner prefiere no asumir el peso y las consecuencias de sus acciones, optando por resguardarse en sus convicciones. Junto a él, un numeroso grupo de diputados y diputadas le van a sacar el cuerpo al gobierno del que forman parte. Que se quemen los otros.
Todo el gobierno de Alberto Fernández es casi una nota al pie del problema de la relación con el FMI. Para toda la coalición, gobernar en este tiempo era asumir ese problema. El desplante de Máximo en el momento más crítico no le da mayor estatura por su coherencia, lo empequeñece por su irresponsabilidad. Es un acto egoísta.
El problema es que el acuerdo con el FMI data de 2018. Fue un gobierno democrático el que lo hizo, no una dictadura. Y atados a la venia del FMI están prácticamente todos –no es un exceso– los acuerdos de financiamiento exterior existentes y por existir. Todos: no sólo los del Estado nacional, también los de las empresas que quieran invertir y modernizarse o los que una Municipalidad pueda obtener para remodelar un edificio.
Es un acuerdo ruinoso, pero tiene legitimidad. O, en todo caso, esa discusión ya caducó por no ser abordada en un tiempo pasado. Es también un acuerdo impagable el de 2018, incluso es difícil de afrontar con los plazos de la nueva negociación, considerando que además está por pagar toda la deuda privada que también sumó el macrismo. Es un acuerdo que va a traer ajuste y que va a ser pagado por los que menos tienen. Pero sigue siendo peor un default. Al menos en este punto, no así en tantísimos otros, el debate no se abre entre un gris e impotente posibilismo pragmático y una creativa imaginación política. Acá hay un gobierno acorralado por un dilema de hierro, por la claudicación del socio mayoritario de su propia fuerza política y por la caradurez de la ultraderecha en la oposición.
Que digan si el FMI es kirchnerista
En su evaluación del acuerdo tomado por Mauricio Macri, el propio FMI afirma 15 veces en 65 páginas que el préstamo se utilizó para “capital flight”, lo que nosotros llamamos “fuga de capitales”. Hasta dedica un apartado especial, un recuadro propio, a la dinámica de las Lebacs y la bicicleta financiera. En el memorando de la renegociación que se va tratar en el Congreso, el FMI vuelve a ratificar esa evaluación: tras decir que fueron incumplidos todos los objetivos de acuerdo de 2018, sentencia “la ausencia de medidas para manejar los flujos de capitales y los desembolsos efectivamente efectuados financiaron una salida de capitales de magnitudes históricas; la deuda aumentó como porcentaje del PIB, y debido a la decisión de las autoridades de entonces de no reestructurar la deuda denominada en moneda extranjera, la sostenibilidad de la deuda empeoró”.
Fuga, Lebacs y favoritismo: los detalles del lapidario informe del FMI sobre el macrismo
Es el FMI el que desmiente a Macri en todas sus defensas y excusas, punto por punto.
La retirada del bloque macrista del Congreso durante el discurso de apertura de sesiones endureció una postura que pasma en su inverosimilitud. Al mito contable de que el gobierno de Alberto Fernández se endeudó más que el de Macri le sigue una denegación financiera: el diputado santafesino Luciano Laspina advirtiendo que con el nuevo acuerdo se “está dejando una bomba” a la próxima gestión.
Según el acuerdo original, había que pagar más de 19 mil millones de dólares en 2022 y otros 19 mil millones en 2023. Son cifras completamente imposibles. No obstante, el PRO actúa como si ese Golem no fuera suyo y ahora reclama que no lo ofendan al asignarle la paternidad del monstruo y amenaza con la abstención y el voto en contra.
Reclama el PRO, en línea con el fascismo libertario, que el FMI debería haberse puesto mucho más duro pidiendo mucho más ajuste. O directamente, anuncian el voto en contra para que todo explote y ya.
Durante el escandalito de la retirada del recinto, los radicales se quedaron en sus bancas. Vociferando agitados, pero en sus bancas. También se quedó sentado el jujeño Gerardo Morales, que no puede ser reelecto como gobernador y que no pierde oportunidad para señalar a Macri como responsable máximo del endeudamiento y para pedir responsabilidad en el tratamiento del acuerdo. Hay una UCR que se va despegando de las decisiones y el saldo del gobierno del que formaron parte.
Los 53 y el 2003
Entre los integrantes del bloque de UCR, liderado por Mario Negri, los de la Evolución, con Rodrigo de Loredo al frente, y la Coalición Cívica, con Juan Manuel López, suman 53 bancas. Es un montón si resulta que el PRO y el kirchnerismo votan en contra o se abstienen juntos -inserte sticker aquí. Más que un montón: es la cifra decisiva para que la renegociación salga viva de Diputados.
La UCR tiene una oportunidad única para exhibirse –sin pudor– como garante de gobernabilidad. Si, en un directo desprecio a la ética, el PRO ni siquiera se hace cargo del engendro que creó, la UCR sí puede elegir la responsabilidad ética. Y ante una defensa de la “ética de las convicciones” a cualquier precio, la opción del kirchnerismo, la UCR asume el peso de las decisiones, toma altura de dirigentes de Estado y se puede volver a inscribir en su mejor atesorada tradición, la del alfonsinismo. No perder las convicciones como referencia, pero no obrar de forma automática y considerar las consecuencias de las acciones, ser éticamente responsables de los resultados.
Gana también así la UCR en fortalecer su rol opositor al diferenciarse verdaderamente de sus socios, ocupando una posición mucho más que expectante de cara a 2023. Este debate es una plataforma de relanzamiento político, considerando los resultados de 2021, cuando en las intermedias los radicales pusieron los votos decisivos en la mayoría de las provincias donde ganó Juntos por el Cambio. Por lo pronto, con cuatro precandidatos fuertes –Maximiliano Pullaro, Carolina Losada, Dionisio Scarpín y Mario Barletta– la UCR se adueñó de la oposición en Santa Fe mientras que, en la Capital Federal, Martín Lousteau llega a la pole position ante un Rodríguez Larreta que no puede renovar.
En un giro de la historia, ese acuerdo con el FMI de 2018 deja a la UCR como una oposición que puede rescatar al gobierno de su crisis política y al país de un default.