Relato de Victoria Medina, 4 años en abril del 2003, residente del barrio Santa Rosa de Lima.

Mi nombre es Victoria Medina, tengo 22 años, estudio Historia en la FHUC y trabajo de vendedora en una empresa. Vivo en Aguado y Catamarca en el barrio Santa Rosa de Lima, muy cerca del río. 

En el 2003 vivía en esta misma casa. Nos habíamos mudado hacía muy poquito, porque antes vivíamos en lo de una de mis abuelas, al lado de la plaza de Santa Rosa. En ese entonces, mi mamá y mi papá trabajaban, mi hermana iba a la escuela y yo iba a un jardín que queda subiendo la vía, a unas cuadras, sobre calle Mendoza. Además, algunos de mi familia frecuentaban la iglesia del barrio. 

Siempre nos gusta contar la anécdota de que el 29 de abril es el cumpleaños de mi hermana. Ese día estaba de cumpleaños. Yo tenía 4 y ella cumplía 9. Así que mi mamá había estado haciendo la torta, preparando algo para comer, estaba muy metida con eso porque como todavía no se venía el agua había pensado “vamos a festejarlo”. 

Como nuestra casa está de la vía para el lado del río, nosotros ya sabíamos que se venía, en realidad estábamos esperando. La noche anterior mi papá junto con unos vecinos habían estado despiertos toda la noche esperando. Como el agua no venía se fue a dormir. Y en un momento mi mamá lo despertó diciéndole “che, ahora sí”. Algún vecino le habrá dicho o habrá escuchado por la radio. Como yo no estaba con ellos no sé muy bien cuándo empezó a subir el agua. Todo eso yo no lo recuerdo, me lo fueron contando mis familiares después.

Digo que ya se sabía que iba a venir el agua porque el barrio queda muy cerca del río. Mi abuelo iba todos los días caminando a pescar. Los que vivían más al borde lo sabían y decían “está subiendo”. Eran los medios y el gobierno diciéndote “no se viene, no se va a inundar” y vos ver y saber que sí se venía el agua. Nadie sabía por dónde, si iba a arrancar primero por un lado, por el otro. Primero se decía que por Fonavi, después por el barranco. Todo era muy confuso, pero nosotros sabíamos que se venía. Por eso puede ser que todo el barrio alcanzó a sobrevivir a esto, capaz que no hubiese pasado si nos agarraba más desprevenidos como en el 2007. Si no hubiésemos estado informándonos entre los vecinos no estaríamos acá.

Retrato de Victoria unos años antes de la tragedia hídrica, foto afectada en los bordes por la inundación.

Nosotros pasamos la inundación todos juntos. Mi primer recuerdo es estar en la casa de mi tío, que vivía en Estrada y Mendoza, a una cuadra de la vía, en lo que era el viejo y muy conocido baile de Santa Fe, llamado la 12 68. Él vive ahí. Recuerdo que estaba con mi abuela, mis tíos, mis primos que me llevan unos diez años y mi hermana. Yo era la más chiquita de mi familia, entonces estaban todos tratando de cuidarme a mí que encima en ese primer momento estaba sin mis papás. Como yo tenía apenas 4 años, estar sola en esa situación sin ellos se sentía muy trágico. 

Tengo patente la escena de estar parada en el living con mi abuela, ya poniéndome el abrigo, y ver al costado cómo iba entrando el agua muy de a poquito. Como la casa subía y después bajaba tenía poquita agua, pero era cada vez más. De ahí nos sacan para lo que sería la pista del boliche, del baile, no sé cómo decirlo, que es un lugar muy grande. Y lo siguiente que recuerdo es que pasamos de la pista a un tapial, a una platea. Como no voy mucho no recuerdo exactamente el lugar. Cuando estábamos ahí fue que empezó a subir el agua, llegando casi a los dos metros. En ese momento ya empezaba a bordear la platea. Nosotros estábamos de un lado y había que pasar al otro para poder llegar a la calle. Atravesamos eso en el cuerpo de una heladera, usando la caja de barquito. Así pasamos todos. A mí me llevó uno de mis primos. Después de atravesar ese espacio nos quedamos ahí un ratito más, hasta que llegaron mis papás. Con mi hermana salimos corriendo hacia donde estaba mi mamá. Yo lo cuento todo como si estuviesen caminando, pero en realidad ya estaban en una lancha.

A partir de ahí tengo recuerdos medio borrosos, porque como era muy chiquita no se me formaron mucho. Recuerdo estar con mi mamá, después alzada por uno de mis tíos y otra vez con mi mamá, ya en un anfibio. Era de noche, entonces no se veía nada. Toda mi familia vive en el barrio, no hay nadie que viva afuera, entonces estábamos todos en la misma. De acá en adelante lo que sé son cosas que me fue contando mi mamá a lo largo de toda mi vida, porque es algo que se charla siempre.  

Lo que cuenta mi mamá es que nos subimos al anfibio, donde también estaban mis tíos y mis abuelos, y que cuando se subió otro vecino casi se da vuelta. Estuvimos muy cerca de caer al agua, casi no lo contaba. Mi mamá también siempre cuenta que esa misma noche de la inundación, mientras ellos venían en la lancha, veían que atrás venían otros nadando. Venían nadando porque todavía no los tapaba del todo el agua. Y atrás venía además el anfibio de la prefectura, cortando todos los cables de la luz, que les pasaban por al lado. También dice mi mamá que yo le contaba a mi abuelo que anduve en barco, que era lo que de chiquita entendía. 

Nos llevaron a un centro de evacuados que creo que quedaba por Francia y Mendoza. Estábamos todos los de la familia evacuados. Tengo muy vagos recuerdos de que toda la gente estaba viviendo en un galpón grande. Dormíamos en colchones, uno al lado del otro. Mi mamá dice que estuvo con la misma ropa una semana y que recién se pudo cambiar cuando le dieron algo. Esa primera semana, obviamente, comíamos lo que teníamos ahí, vestíamos lo que nos daban, dormíamos donde podíamos. Recuerdo que había más chicos, aunque a mí nunca me gustó mucho juntarme con otros niños jugábamos con ellos.

Mi papá y mi mamá volvían todos los días a buscar cosas o abrigos para nosotras, lo que pudiesen rescatar. Iban al barrio en lancha, con algunos otros vecinos por lo general. Si había alguno que necesitaba ir lo llevaban. No creo que haya habido tele ni radio en el centro de evacuados. Las noticias eran lo que llegaba por los comentarios de las personas que te contaban lo que sabían. La gente volvía todos los días para ver cómo estaba su casa, qué pasaba. Como teníamos todas las cosas en la casa había que volver a ver si estaban, así que más que nada sabíamos porque estábamos regresando continuamente.

Después de pasar un tiempo en el centro de evacuados nos mudamos a una casa que quedaba por Obispo Gelabert. No era nada que tenga que ver con los inundados en sí, solamente era una casa que pudimos alquilar. Recuerdo que era una casa amarilla, antigua, que tenía en la entrada un patiecito. Atrás vivía otra gente también, o sea, en el fondo había otra casa de gente que no conocíamos. Yo jugaba con la nena que vivía atrás. Hoy en día no tengo idea de quiénes eran, nunca los volvimos a ver. Tampoco estuvimos mucho tiempo ahí. Una vez que bajó el agua ya volvimos para nuestra casa, es decir cuando ya se volvió habitable de nuevo.  

No sé si estábamos en la casa alquilada o en nuestra casa cuando arrancó el jardín de vuelta. Al principio no podíamos tener clases porque el jardín también había estado tapado por el agua. Empezamos a tener clases en la escuela Além, que queda en Santiago de Chile y Salta más o menos, atrás del club Unión. Todos juntos, los del jardín con los chicos de la primaria y los de la secundaria. Obviamente las clases eran diferentes. La Além es una escuela secundaria técnica, así que no tenía todos los colores que tenía el jardín, era un espacio muy aburrido. Al baño íbamos por turnos. Era como muy raro tener que adaptarse también a eso. Después por suerte ya volvimos al espacio del jardín. Encima era mi primer año y recién habíamos arrancado cuando pasó todo, recién cuando pude volver pude integrarme por primera vez.

El regreso a la casa habrá sido un mes o dos meses después. Como recién nos habíamos mudado no teníamos muchos muebles. Veníamos de vivir en una piecita en la casa de mi abuela donde dormíamos todos juntos. Como entonces comíamos con mis abuelos no teníamos mesa, sillas, ese tipo de cosas. Aún así, tengo la idea de que tuvimos una mesa y sillas nuevas, pero puede ser porque se me mezclan los recuerdos con la vuelta a casa del 2007, cuando nos volvimos a inundar. Lo que sé es que la cucheta que tuve hasta el año pasado, en la que ahora duerme uno de mis primos, había quedado bajo el agua y todavía aguanta, está como si nada le hubiese pasado. Todo lo que era muebles habían quedado en la casa, muchas cosas se salvaron y otras se habrán roto. Pero la mayoría de los muebles aguantaron, los tenemos hasta el día de hoy. La heladera también pasó la inundación y todavía anda, la tiene mi hermana. Sé que mi tía tiene hasta las ollas que sacó de abajo del agua, las limpió y las sigue usando, aunque creo que eso no debería hacerlo. Nosotros vivimos en la misma casa, de hecho las paredes son las mismas. Te das cuenta porque están todas llenas de humedad, pero sobreviven todavía. No se tiró abajo nada ni se reconstruyó nada.

Mi mamá me cuenta siempre que yo dejé el chupete y la mamadera en la inundación porque se me perdieron. Este fue como “mi momento” para dejarlos. Nada de llanto porque se perdieron. Lo que más lamento son las fotos. No las perdimos pero las agarró el agua, entonces a muchas se les arruinaron un poco los bordes y otras se arruinaron casi completamente. Eso es lo que más lamentamos. Las fotos ahora tienen todos los bordecitos decorados, para que se arreglen un poco. Algunas las tuvimos que tirar directamente porque no se veía nada. Hay otras que se pudieron recuperar en parte, por ejemplo en una de los ochenta de cuando mi primo más grande era bebé apenas se ve un poquito su cara. Todavía estamos viendo si hay alguna forma de recuperarlas. Esas son cosas que quedan. Desde aquella vez, cuando sabemos que sube el río lo que hacemos es embolsar todo lo que sean fotos. Hasta el día de hoy, cada vez que sube el río hay que embolsar todo por si acaso. 

En esos meses posteriores a la inundación me acuerdo que venían a darnos ropa. Así que después andábamos todos vestidos iguales, como soldados con la ropa del gobierno y de las instituciones. Nos daban a todos la misma vestimenta, la misma camiseta, las mismas zapatillas Topper. Después me acuerdo que mi tío nos regaló camperas. Empezamos a andar todos los primos vestidos iguales. En ese entonces éramos mucho menos primos de los que somos ahora. Ahora somos veinte, pero en ese momento éramos unos cinco. Por suerte éramos mucho menos, sino hubiera sido más difícil. 

Los demás recuerdos son las historias que me contaron. Está la historia de mi tía, por ejemplo, que en ese momento tenía 15 años y estaba embarazada de unos ocho meses. Un día que mi abuela volvió para ver cómo estaba la casa mi tía quiso ir con ella. En el barrio no había luz, no había gente, no había nada y en eso a mi tía se le da por parir. Empieza el trabajo de parto a las ocho de la noche cuando todo estaba oscuro y sin que hubiera nadie en el barrio básicamente. Mi abuela, que vivía a la vuelta de la comisaría, tuvo que salir a buscar un patrullero para que las lleve de urgencia al hospital. Apenas llegaron, mi tía tuvo a mi primo. Es un niño que nació en medio de todo el caos, casi un mes después, porque fue a finales de mayo cuando todavía no habíamos vuelto a nuestras casas. Me acuerdo que lo fui a ver al hospital, todos fuimos. Yo era muy chiquita cuando uno de mis tíos me alzó para que lo vea en la incubadora y lo vi moviendo el dedito. Es muy loco porque ahora es mucho más grande que yo. 

En el 2007 nos volvimos a inundar por la lluvia. Recuerdo despertarme esa mañana y que el agua estaba entrando a nuestra pieza. Como ya tenía agua no abrí la puerta, afuera por lo menos había medio metro. Como era más grande ya entendía, estaba sentada en la ventana viendo toda el agua, mientras mi mamá preparaba todo porque nos íbamos a tener que ir. No podíamos quedarnos en la casa con un metro de agua. Recuerdo que mi papá nos sacó, nos llevó un par de cuadras más allá  donde no estaba tan inundado y nos subió al auto y nos llevó. Estuvimos en la casa de unos parientes, en Padre Genesio más o menos, donde pasa el 16. 

Habíamos ido a vivir a la casa de unos parientes nosotros cuatro, más mi tía, mi tío y mis primos, que también son cuatro. Estuvimos los ocho durmiendo con colchones en el comedor durante un mes. Con los colchones medio intercalados porque había goteras, porque estaban construyendo arriba, entonces era complicado. Justo mis vecinos estaban en la casa de atrás, porque son amigos de los mismos. Así que fue estar ahí. Me traían libros. Yo leí mucho Facu y Café con Leche, que son unos personajes de la valijita. Me acuerdo que me quedaba ahí leyendo, porque no podía hacer nada. Mis perros estaban en otro lado, mis abuelos también estaban en otro lado. Estábamos muy lejos de ellos. Una de mis abuelas estaba cerca de lo que es el puente negro, en la casa de su hermano, y mis otros abuelos estaban en otra casa por barrio Roma. Nosotros no podíamos hacer nada porque aparte no conocíamos mucho la zona de Aristóbulo, recién ahí la conocimos un poco. Tampoco había mucho para divertirse, más que una plaza a tres cuadras. 

También tengo un leve recuerdo de los perros en la del 2007. Tengo dos perros. Estaban sentados en un sillón con una madera arriba para que no les dé el agua. Y ahí los tenían. Creo que después los trasladaron a la casa de mis tíos en Santo Tomé.  Mi papá siempre cuenta que en un momento la perra se soltó, se bajó en plena avenida 7 de Marzo, tuvo que agarrarla, subirla de vuelta. No le pasó nada por suerte. 

En el 2007 sobrevivió lo mismo que sobrevivió en el 2003. La misma heladera, la misma cama, los mismos muebles. Capaz recuerdo un poco más el volver a casa de ese entonces, porque esa vez volvimos los cuatro juntos y nos pusimos a limpiar. El olor lo recuerdo, a veces lo siento, era horrible. Era llegar y ver todos los papeles, los dibujos, las revistas, muchas historietas que yo tenía como Patoruzito y Billiken y cosas así, tiradas por el piso. Si te sacabas los guantes no podías tocar nada porque era todo intocable. 

Yo le preguntaba siempre a mi mamá “¿cuándo voy a volver a la escuela?”. Porque yo veía que mi hermana mayor, que ya iba a la secundaria, iba de vuelta y yo no. Encima seguía lloviendo torrencialmente, entonces eso complicaba más la vuelta. Nosotros vivimos en una calle de tierra que es muy difícil cruzar de un lado a otro cuando se inunda, cuando hay tormenta. La calle Aguado aún no estaba hecha, el asfalto era diferente. Todo fue diferente. 

En ese entonces yo iba a la escuela Sarmiento que está en el centro. Tardamos unas dos o tres semanas en volver a clases y era raro porque muy poca gente se inundó en esa ocasión. Entonces mis compañeros siguieron yendo todo ese tiempo, mientras yo volví a vivir en esas semanas lo que pasé en el 2003. Hubo otros compañeros que tardaron todavía más que yo en volver, pero la mayoría estaba ahí porque no les había pasado nada. Era rara la situación. 

Capaz que la pasamos un poco mejor, porque estábamos en familia, vivíamos en lo de parientes y no en un centro de evacuados ni en otra casa con desconocidos. Había que trabajar, seguir con nuestra vida normal. Podíamos seguir una vida normal porque el resto de la ciudad estaba llevando una vida normal. Es así. No sé qué parte afectó de la ciudad.

Esa vez el agua llegó al metro y medio lo más alto. No volvimos a inundarnos, a tener el agua dentro de la casa, pero sí siempre que llueve mucho se llena de agua afuera, en la calle y a veces en el patio también, capaz que llega a haber 10 o 15 cm. A veces cuando socializo lo de la inundación se me hace raro. La mayoría de mis amigos no se inundó, todos viven en partes diferentes de la ciudad, entonces la que cuenta la anécdota y la experiencia soy yo. Ellos se quedan sorprendidos, como mucha gente que no la vivió, que apenas lo vio por la tele o se lo contaron. Las inundaciones son parte de mi historia, lo tengo normalizado. Sé que es una parte de la historia que además me formó como persona. Porque hay que aprender a vivir con la incertidumbre constante de volver a inundarse. Cada vez que sube el río las cosas se ponen raras. De hecho cada tanto, ahora no, porque hay sequía, pero era común escuchar “se viene el agua”. En algún momento sí o sí hay que compartirlo porque siempre sale el tema, por ejemplo cuando se acerca el acto del 29 de abril. Cada tanto pasan el documental con las imágenes o surge en otras situaciones. Anoche justamente estuve en un recital de Kamalote en el que cantaron una canción sobre la inundación y pasaron un par de imágenes también. 

La inundación es el único momento que viví de tragedia, porque no hay muchas catástrofes naturales por acá, entonces cuando hubo la viví. No lo asocio a otro momento de mi vida, porque fue “ese momento”. 

Si tuviera que contarlo a partir de un sentimiento probablemente sería el miedo. Cuando se vino el agua quería estar con mi mamá y mi papá, seguramente haya llorado porque cuando un niño no está con sus padres llora y más cuando pasa algo así. Lo otro no sé cómo describirlo como sentimiento, pero tiene que ver con volver a la vida normal. No sé qué tipo de emoción ponerle de nombre, pero quizás esperanza. Había cierta felicidad en volver, aunque tarda un poco para que todo vuelva a la normalidad. Volví a casa y al jardín, pero estaba en otro lado, de otra forma. No era completamente normal, había cosas que no podíamos recuperar. 

Entrevistas y edición: Larisa Cumin y Emilia Spahn.

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