Estoy en guerra contra el insomnio. Probé miles de recetas para no caer en pepa y agua pa’ la seca. Me refiero a los problemas persistentes para dormirse y para permanecer dormido. No es lo mismo que no dormir por trabajo o por placer. Ni tampoco resistir en una maratón de series fotocopiadas de Netflix. De alguna manera es trabajo: regalar horas de sueño a cualquier plataforma es una labor no rentada para el capitalismo cognitivo. No importa el origen de la app, no escapa a la lógica; la china Tik Tok y su frenético zapping de videos o cualquiera de las otras que convierte el desvelo en rentabilidad. Pero hoy mi problema no es el capitalismo de plataforma, es ese momento que se produce entre que apoyo la cabeza en la almohada y cierro los ojos. Para muchas personas es una mecánica simple, se entregan al sueño con la misma facilidad que cedemos ante el FMI. En el momento que mis párpados descansan se produce una reacción en cadena de pensamientos en intenso diálogo conmigo mismo. Lo terrible es que ni siquiera son grandes ideas o problemas filosóficos que entran en debate. Ni tampoco es que tenga a un ruso y a un yanki en mi habitación y piense que sucederá en Kiev. Luego de haber atravesado el 2001 y cobrar $5 repartiendo diarios, mis pensamientos no se ven afectados por los vaivenes de la economía argenta. Tampoco estoy pensando en comprar dólares MEP mediante un broker o minar bitcoins en una granja. Lo más complejo es el modo random en que los pensamientos conversan como si estuvieran con un liso en la mano. Puede arrancar con un simple acto: ¿cerré la puerta del local? que da paso a un sin fin de posibilidades con una progresión dramática muy sólida. Por lo general, termina todo en tragedia. Dicen que hay muchas maneras de matar a una persona, pero una de las más terribles es no dejarla dormir. Se muere no porque no pueda descansar sino porque no puede soñar. Probé con el 3-3-1, que te ayuda a dormir y bajar los niveles de angustia y ansiedad. Como si fuera tan fácil. También intenté con la meditación guiada por Youtube y a los cinco minutos me siento un absoluto ridículo escuchando la voz de un GPS que me guía. Incluso no tuve peor idea que probar con el ruido blanco de fondo, no lo haga: es una tortura. Alguien me recomendó leer un libro para que me dé sueño. Error: son las 3 AM y estoy por terminar una novela corta. Es lo que se llama insomnio creativo.
Ya lo dice un muro: “El arte nunca duerme...” (Francis Ford Coppola) a lo que Fernando Birri le aclara: “...pero sueña con los ojos abiertos”. Nuestra mente no puede soportar la realidad sin los sueños. Las comunidades no somos diferentes.