Nacida en 1922 en Santa Fe, el 7 de mayo Beatriz Vallejos hubiera cumplido cien años. Durante mayo, continúan las actividades que celebran a la poeta y su obra.
Entre los tesoros de San José del Rincón brilla la poesía de Beatriz Vallejos. Fue una poeta del río, y los elementos del paisaje costero son la materia de sus poemas. La garza, el caballo, las flores, la luz y las voces de la noche, aparecen detenidas por un instante en sus versos.
Si bien en sus primeros poemas hay huellas de denuncia social, con referencias al campo, a los trabajadores, y a las artesanas de pueblos originarios; la sencillez fue abriéndose paso en su obra, siempre en una búsqueda por la armonía entre lo simple y lo misterioso. Aunque Rincón fue su lugar en el mundo, vivió también en Colastiné, Colonia Corondina, Capilla del Monte (Córdoba) y Rosario. Allí se casó con Domingo Rigatuso, un militante del Partido Comunista. Trabajó como docente, fue madre y tuvo actividad militante, aunque no una filiación partidaria de izquierda al modo de Juan L Ortiz –en cuya línea poética se reconocía.
Por el gesto de contemplación, y por la ausencia del sujeto, sus poemas son como primos lejanos del haiku y el tanka, formas japonesas. Esa cercanía con la poesía oriental fue primero intuitiva, y después reconocimiento de influencia estética.
En paralelo a la poesía, Vallejos se desarrolló como laquista, una técnica antigua con la que creó trípticos y otras pequeñas obras en madera, con colores de acuarelas. La laca es “anterior al Renacimiento y al Barroco, es muy bella porque cada etapa necesita de mucho cuidado y la va enriqueciendo”, tal cual explica la artista Nilda Marsili. Sobre las obras de Vallejos, puntualiza que “no dibujaba, no hacía imágenes, sino que escribía sus poemas, y ese cuidado de poner las palabras en laca es muy rico, preciosista”.
Poesía, música y arte se mezclan en la obra de Vallejos, que no estaba lejos de una forma de espiritualidad. Sus concepciones del arte y de la poesía tienen que ver tanto con el entendimiento del mundo y de la historia como un continuo, como con la potencia creadora que puede hallarse en cualquier instante, en cualquier persona.
No corregía sus textos: decía que le prestaba atención a los espacios y a la distribución de las frases a nivel musical, porque le hubiera gustado componer, y entendía que, si corregía, algo se frustraba. Sus poemas “fluyen así, naturalmente, como enhebrar un collar en la arena”, describía.
Entre los libros que circulan actualmente de su obra, en 2021 la editorial rosarina Iván Rosado publicó Transparencia y misterio de las lacas, que reúne imágenes de sus lacas, textos y conferencias sobre arte, el poemario en íconos La hamaca y material de archivo. El mismo sello reeditó en 2014 el primer libro de Vallejos, Alborada del canto. La última edición de su obra reunida, El collar de arena, fue publicada en 2012 por la Editorial Municipal de Rosario y Ediciones UNL.
Una poesía siempre joven
En los 80 y los primeros 90, los poemas de Vallejos –al igual que los de autores como Juan Manuel Inchauspe, Roberto Aguirre Molina y Kiwi– circulaban en ediciones que se enviaban por correo, como las de Ediciones de la nada. Los formatos eran plegados, simples, con dibujos infantiles o con un hilo rojo que servía de identificación y de señalador. De esa forma llegó María Teresa Andruetto a la obra de la santafesina. “Ella era muy marginal, me parece que sólo se la leía en su provincia, más allá de que había grandes transmisores de poesía, como Alejandro Schmidt y el mismo Aguirre Molina, con un mapeo grande de la poesía del país”, dice Andruetto en diálogo con Pausa, sobre la primera vez que conoció la obra de la poeta santafesina.
“La circulación de su obra era muy periférica. Eso me gustó: una gran poeta, a la vez una poeta de provincia –como yo misma me veía a mí–, una poeta del río, que mira lo mínimo, lo ínfimo en la naturaleza, para transmitir un estado de cosas”, agrega. La escritora y poeta cordobesa publicó en el libro Beatriz (Argos, 2005), un poema largo, en dos partes. Es una reescritura de poemas de Vallejos, a modo de diálogo y homenaje. “En los últimos años, veo que fue entrando como un nombre de referencia en la poesía nacional. Yo me siento muy feliz de haber contribuido un poquito a eso con mi libro que lleva su nombre, un largo poema en el que entretejo sus palabras con las mías”, celebra.
“La suya fue una poesía muy joven, por eso a mí me hacen un poco de ruido los cien años de Beatriz”, comparte por su parte Celia Fontán, poeta rosarina, amiga de Vallejos y otra de las responsables de la valoración, recopilación y difusión de su obra. “La recordaré siempre como una persona a la que costaba seguirle el paso, aunque me llevaba veinte años. Su poesía no envejece, por eso está muy al alcance de la sensibilidad de quienes están escribiendo ahora: está lo cotidiano y la transparencia, en un lenguaje sin retórica. No es casual que su obra no esté siendo olvidada, como ha pasado con otros creadores que no están a tono con la época. Ella nunca fue estridente ni grandilocuente, pero su poesía rompió muchos moldes, fue innovadora”, afirma.
Andruetto se expresa en la misma línea: “Su poesía es fresca, luminosa, para nada impuesta. No me gusta la ostentación en ninguna de sus formas, me gusta la sinceridad de lo esencial, y Beatriz es una maestra en eso. Lejos de toda ostentación formal o de ideas, es una poesía delicada, austera, sutil, joven siempre, porque es muy verdadera”. La entrevistada confiesa: “Yo le creo todo a Beatriz”.
Fontán pinta a Vallejos como una persona generosa, conversadora. “Recuerdo largas caminatas por el terraplén de Rincón, aunque ella también fue urbana y escribió sobre muchas problemáticas, creo su poesía salía de ahí, que brotaba de los humedales”, cuenta. “Beatriz siempre intercambiaba su experiencia y era una de esas personas que realmente fundieron la poesía con su vida. Cuando la empecé a leer en serio, yo ya había publicado mis primeros libros, y sentí su enseñanza, sobre la depuración, la sintaxis, y sobre cómo ser poeta en este mundo tan difícil… Ella lo hacía tan fácil, con tanta naturalidad”, comparte.
En las plazas y las escuelas
En 1993, Vallejos plantó un algarrobo negro en la plaza principal de Rincón. Actualmente, una de las siete plazas que tiene la ciudad –por calle Santa Rosa, en barrio La Lonja– lleva el nombre de la poeta. El pasado sábado 7, vecinas y vecinos recorrieron las plazas y plantaron en cada una un árbol, junto a una placa de cerámica hecha en el Taller Municipal, en honor a Vallejos. Después, leyeron juntos sus poemas. En la plaza principal, además, chicas y chicos de la Escuela Fray Francisco de Paula Castañeda colgaron cartulinas con formas de hoja en los árboles, con poemas y dibujos hechos a partir de los de Vallejos.
En la recorrida, muchas vecinas y vecinos compartieron recuerdos de Vallejos: caminando por el pueblo, haciendo el trayecto de dos cuadras entre su casa y la Biblioteca o sentada leyendo en su entrada. Muchos tienen guardado un papelito en el cual les regaló un poema. Una de las impulsoras de las actividades es Graciela “Chela” Zarza, docente y amiga de Vallejos, que colaboró con materiales de su biblioteca personal para una exposición que puede visitarse en la Biblioteca Popular Domingo Guzmán Silva.
Andruetto y Zarza participaron, junto a los hijos de Vallejos, Elena y Rubén Rigatuso, del conversatorio Una palabra me sostiene. Está disponible en la página de Facebook del Ministerio de Educación. Allí se presentó un libro acordeón con poemas de Vallejos, que puede descargarse de manera digital y que se distribuirá a través de talleres en toda la provincia, destinados en primer lugar a estudiantes de los Institutos de Formación Docente. A todas las escuelas secundarias de la provincia se enviaron, a través del Plan de Lecturas Santa Fe, poemas de la autora para compartir su obra y celebrarla de distintas maneras en las instituciones educativas.
Para agendar
Durante mayo, la Municipalidad y Ediciones UNL organizan una serie de actividades que continúan el homenaje a la autora. Entre ellas, está incluida la exhibición editorial “Beatriz Vallejos: El collar de arena”, que reúne la totalidad de los libros originales de la poeta e incluye una muestra de su obra plástica, conformada por lacas de la serie “La Hamaca, poemario en íconos”. Durante todo el mes, puede visitarse en la Sala Mercado Editorial del Mercado Progreso (Balcarce 1635), que abre los miércoles de 17 a 19, jueves y viernes de 9 a 13; domingos, de 17 a 21; siempre con entrada libre y gratuita. Los miércoles 18 y 25, de 17 a 19, habrá recorridos comentados.
Los sábados 14, 21 y 28 de mayo, desde las 16, se realizará un taller experimental de imprimación, temple y laca, a cargo de Marsili. La artista adelanta que la propuesta va a explorar “cómo se hacía en la Edad Media, con temple, una pintura precursora de la témpera, que se preparaba con yema de huevo”. Para participar no se requiere experiencia previa y las inscripciones se realizan escribiendo un correo electrónico a [email protected]
El viernes 20 a las 18, se proyectará el documental “Apaisado Profundo”, presentado por la realizadora Alicia Acosta, con la participación de la Biblioteca Popular “Domingo Guzmán Silva”, de San José del Rincón.