El bullying demanda que los adultos sean responsables de la problemática. Para los chicos y chicas es una amenaza que afecta sus emociones por completo.
¿Qué sucede cuando niños, niñas y adolescentes padecen hostigamiento físico, verbal o psicológico? ¿Qué supone ser víctima de bullying? ¿Qué responsabilidad les cabe a los adultos y las adultas? Con el propósito de abrirle camino a las respuestas, desde la ONG Hablemos de Bullying se hace hincapié en el sustrato de esta problemática social y cultural: “Lo primero que tenemos que entender es que este tipo de violencia afecta la salud mental”. Así lo indicó Gisela Rugna, psicóloga y una de las coordinadoras fundadoras de la organización al ser consultada por Pausa.
Si bien esta entidad opta por no trabajar sobre bases cuantitativas, sí afirma que “a partir de la experiencia” se observa una tendencia de aumento de casos en los últimos tiempos. “La experiencia nos fue mostrando que en la mayoría de las instituciones o familias cuesta mucho distinguir el bullying. Se reconoce cuando la situación ya explotó. Entonces, ¿cuántos casos debe haber que no están denunciados o no son mencionados porque todavía como sociedad no agudizamos la mirada? Es decir, no sabemos reconocer situaciones de bullying”.
Al profundizar el análisis, Rugna apuntó a las condiciones que atraviesan a la sociedad en la actualidad. “Venimos de una situación de pandemia, caracterizada por la incertidumbre. Lógicamente, se cambiaron los roles y los escenarios. Las casas se convirtieron en escuelas. Los docentes fueron familia y docentes. No hubo un encuadre. Los whatsapp se respondían, quizás, dos días después. Todas estas situaciones agudizadas llevaron a otras situaciones de incertidumbre. Y tenemos que tener en cuenta que la vuelta (a la escuela) no es la misma. No somos los mismos después de una pandemia”, reflexionó.
—¿Qué diferencias se pueden reconocer entre el bullying y el ciberbullying? ¿Y qué tienen en común?
—Ambos impactan en la salud mental. Y las consecuencias son a corto y largo plazo. La diferencia es que en el bullying sabemos quién o quiénes hostigan, se sabe de dónde viene la amenaza. Es una amenaza horrible. Genera incertidumbre porque no se sabe qué va a pasar, en qué momento y de qué forma. Pero el ciberbullying se viraliza. Y algo que era entre dos personas, de la noche a la mañana, quizás, ya recorrió todo el país. En este caso, las consecuencias son más fuertes. La gravedad del ciberbullying es que puede llevar al suicidio.
—Cuando un chico o chica sufre esta violencia, ¿cómo lo manifiesta a nivel emocional, afectivo o conductual?
—Lo primero que tenemos que entender es que este tipo de violencia afecta la salud mental. Estamos hablando de violencia. En lo emocional, afecta la autoestima. Se empieza a sentir que no se puede hacer nada para defenderse. Se empieza a sentir mucha más ansiedad porque no se sabe en qué momento se va a recibir el hostigamiento. En casos más graves, pueden aparecer la depresión, las autolesiones o las conductas suicidas. Conductualmente, tendemos a evitar las situaciones. Por eso podemos ver que los domingos aparecen los dolores de panza, que los chicos se descomponen en las instituciones para que los retiren. El malestar que se está percibiendo es muy grande y termina afectando la salud. Afecta en todas las esferas de la vida. ¿Cómo nos podemos dar cuenta? Les afecta la forma en que duermen. Pueden dormir más o menos, cambian sus ciclos. Les afecta la manera en que comen. Y ya no disfrutan de relacionarse con la gente como quizás antes sí lo hacían.
—¿Cómo se puede reparar? ¿Qué roles le caben a la escuela y a la familia?
—Me encanta que podamos reparar, pero en Hablemos de Bullying nos centramos en la prevención. Todas nuestras campañas y dispositivos apuntan a eso. Prevenimos trabajando con las instituciones educativas, deportivas, municipios. Tenemos protocolos preventivos, talleres e intervenciones tanto en instituciones educativas como con las familias. Lo ideal sería que todos como sociedad hablemos de bullying y como adultos entendamos lo que podemos hacer desde nuestro rol. Nuestro eje se centra en que seamos adultos protectores. No nos damos cuenta, pero solemos decir que el bullying es cosas de chicos. Con esto estamos culpabilizando a otros y no nos estamos responsabilizando. Hablemos de Bullying busca que, desde nuestro rol en la sociedad, nos podamos hacer responsables de lo que hacemos.
Cómo nos tratamos
Desde otro punto de vista disciplinar, el bullying es leído como “un comportamiento que responde a la reproducción de las relaciones de poder”. Eso se traduce “en cuestiones emocionales que son reacciones con una identidad cultural”, teniendo en cuenta los espacios e instituciones de sociabilización. Así lo evaluó Sonia López, licenciada en Sociología, integrante de la Asociación Civil Sociología del Litoral. Desde su perspectiva, “el bullying se materializa en las escuelas, pero viene desde lo familiar o lo laboral. Consiste en un poder que se otorga según las relaciones y el lugar en que cada cual está parado para el maltrato y la descalificación. Hay un desbalance de las relaciones humanas. En ese tramado subyace la inoperancia para el manejo de los grupos”. Vale decir, la violencia se expresa desde la relación de poder.
Esta realidad social y cultural en la que se inserta el bullying “se ha agravado con la individualización”. “No se tiene la mirada de grupo. Todo apela a la individualidad. Y las redes sociales pueden exacerbar la falta de empatía, la falta de solidaridad y una cuestión cuasi fundamentalista que no permite escuchar al otro. La carencia del respeto por el contrato social hace que se piense en pisotear al otro, con una mirada descalificadora”, explicó la socióloga.
Por lo expuesto, la clave se inscribe en “la promoción de un cambio cultural hasta llegar a una instancia antagónica a la violencia”. En términos cotidianos, se trata de “cómo nos tratamos en casa, en la escuela, en el trabajo” en el marco de una matriz sociocultural.