“Viajé al pasado a solucionar
lo que había arruinado
y lo volví a estropear”.
Mi amigo invencible
H.G. Wells planteaba que “tal vez aprender a manejar la máquina del atrevimiento, para viajar instantáneamente a los límites de la vida inmediata, para fundar de vez en cuando un breve paraíso sin porvenir ni pasado, sin el doble chantaje de la nostalgia y del miedo” sería mejor que otros viajes. Pero qué seríamos sin pasado...
Si la máquina del tiempo fuera una realidad y estuviera al alcance de la mano por fuera de todas las paradojas físicas ¿adónde viajarías?
No sé qué les pasa a ustedes. Cuando suelo preguntar a las personas que me rodean, por lo general me responden que no votarían a Milei y que, si pudieran elegir, optarían por el viaje al pasado. Claro, la vida no es un test por más que nos gobiernen los algoritmos que les generan ingresos excesivos a personas que concentran la riqueza en modo faraones y que si bien no nos piden pirámides, quieren explorar el espacio exterior, colonizar Marte y hacer minería a galaxia abierta. Sí, esos serían los primeros en sacar un pasaje al viaje en el tiempo.
Viajar al pasado implica ir hacia un lugar que conocemos o al menos creemos conocer.
La "paradoja del abuelo peronista", plantea un escenario en el que un nieto viaja al pasado para matar a su abuelo antes de que tuviera a su padre. El problema es que, si mata a su abuelo, el viajero nunca podría haber nacido. Si no puede nacer, no puede viajar, así que el viaje en el tiempo tampoco sería posible.
Están quienes viajan a reparar cosas como si la máquina tuviera una mecánica temporal que pueda ser mejorada. También hay turismo de época, quienes desean conocer a la humanidad antes de las guerras. Conocer el espíritu rebelde de los años 60 siempre está entre las opciones elegidas. Donde los sueños de revoluciones tenían otro clima, con colores saturados de posibilidades. A medida que baja la edad de quienes son consultados pueden optar por moverse a los años 80. Sí, el glam tapa al capitalismo financiero. Nunca falta el turista bagallero, que viaja al pasado a comprar cosas más baratas o insumos de mejor calidad sin obsolescencia programada. El viajero arbolito que quiere ir a los 90 a buscar que la convertibilidad le solucione las vacaciones. Hay quienes sueñan con volver al pasado con un machete que registre todos los juegos de azar para salir de la rutina laboral. No falta el viajero que se centra en modificar resultados deportivos, que por lo general buscan títulos mundiales. Nunca falta el viajero meritocrático que quiere ir a antes de 1945 o si le da la nafta a 1880. Por lo general viajan en una Hilux.