“Azul cobalto”: dos jóvenes concretan su deseo a contramano del patriarcado.
Corre 1996 en Kerala, un estado de la India. Allí el joven Tanay (Neelay Mehendale) es estudiante de Letras y aspira a ser escritor, tanto como a tener un cuarto propio en su casa (en un sentido bastante similar al que supo fundamentar Virginia Woolf). Sin embargo, las órdenes del patriarca familiar no le permiten acceder a disponer de ese espacio. Su hermana, Anuja (Anjali Sivaraman) es jugadora de hockey y lleva el cabello corto. El sistema de castas que rige a la comunidad impone que ella deba casarse y para eso deberá colocar una peluca con una larga trenza. Las tradiciones y creencias son las que moldean las subjetividades de todos los personajes que conforman la historia de “Azul cobalto” (India, 2022, disponible en Netflix). De quienes las acatan y de quienes forjan su propio camino, con el peso de la ley encima.
El detonante del nudo argumental de este melodrama aparece con la llegada de un fotógrafo, el nuevo inquilino de la casa familiar. Será entonces cuando empiecen a aparecer en escena películas de Almodóvar, libros sobre “El cuarto sexo”, discos y casetes de jazz y tantas otras obras artísticas que seducen el alma de Tanay. Y, sobre todo, surgirá una atracción difícil de frenar entre el joven literato y ese hombre tan seductor que se ha instalado en el cuarto libre de la casona. Emerge el deseo, aflora el erotismo, crece el amor y el color azul predomina en cada cuadro del filme dirigido por Sachin Kundalkar. Sin embargo, el recién llegado –cuyo nombre no se menciona– también seduce a la hermana Anuja. Así es como deviene el conflicto de la trama, bajo la ruda mirada del padre y la madre de los hermanos.
En una comunidad tradicionalista, la homosexualidad es delito. Está prohibida. Y que una mujer sea independiente también. Sobre estos dos ejes temáticos avanza la narración de esta película atractiva desde el punto de vista audiovisual. La propia cultura de la India ofrece una amplia gama de tonalidades, remansos y climas que no son para nada cuestiones circunstanciales. Vale decir que la cámara en las producciones de Netflix suele redundar en ciertos esquemas y enfoques, aunque en esta oportunidad la dirección respeta el género narrativo y brinda un metraje interesante, luminoso, cautivante y hasta pertinente para conocer un mundo presentado como muy atípico desde la perspectiva de Occidente. A propósito, esa visión occidental que sobrevuela en la construcción del relato representa a la cultura hindú desde sus machismos, sus homofobias y misoginias, cuando en rigor de verdad patriarcado se encuentra en cualquier lugar del mundo. Las vidas de hijos e hijas andan desafiando mandatos más allá de las fronteras. Y ni hablar de la falta de aceptación de las diferencias. Al margen de lo cual, “Azul cobalto” es una historia de amor, es la historia de una novela y es la historia de una vida hecha literatura.