El Rosa, un siglo en transformación

Analia Solomonoff. Foto: Gabriela Carvalho.

Analía Solomonoff, directora del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, habla sobre la política cultural que despliega el espacio, la acción pedagógica y la mirada hacia el futuro.

El escritorio donde trabaja Analía Solomonoff está rodeado de planos de sala, afiches con nubes de ideas llenas de flechas, listas de libros y de tareas y muchos post its, con palabras como “repensar”, “método”, “colección”, “reverberar”, “otra sensibilidad”, “mate”, “calma”, “sistematizar”, “curiosidad” y “activación”. En la oficina también hay, entre otras cosas, un afiche institucional que dice “El/Soy/Mi/Tu/Somos/Nuestro Museo” y dibujos hechos por la mano de algún niñe.

El conjunto da cuenta tanto del camino recorrido como de la forma de trabajo del Museo Rosa Galisteo, que el pasado 25 de mayo festejó sus 100 años. En una entrevista para Pausa, Solomonoff comenta con una sonrisa que el día de la celebración del centenario, cuando el Museo se llenó de gente, con activaciones artísticas y música, ella misma recibió muchos saludos de feliz cumpleaños. Tiene sentido, reflexiona, porque “las instituciones son gente viviéndolas y transformándolas, trabajadores y público”.

También en mayo, apenas antes del festejo del centenario, el Museo fue distinguido como una de las cien personalidades de las artes visuales de la última década por los Premios Konex Artes Visuales 2022. “Agradecemos al jurado por destacar un museo público y provincial, con lo que eso representa en el campo cultural. Es una distinción al trabajo colectivo de las gestiones políticas y de los equipos de trabajo que han constituido este espacio”, afirma la directora. Tanto el centenario como el Konex son ocasiones para festejar y para afianzar el camino de la política cultural que viene desarrollando el museo provincial, que tiene entre sus ejes al trabajo en equipo, el servicio público y la acción pedagógica.

“En este tiempo hubo una revisión muy profunda del sentido de la institución Museo y del Rosa Galisteo en particular, del Museo vinculado a la ciudad, la provincia y la Argentina así como a los paradigmas y debates de los museos del mundo”, marca Solomonoff sobre el contexto histórico que vive el Rosa. “Venimos de una pandemia y no podemos hacer caso omiso a muchos debates que se volvieron inminentes como el tarifario y la precarización en el campo artístico, así también como la cuestión ambiental y los feminismos”, señala.

“Por supuesto, los museos son espacios hegemónicos y tenemos que trabajar con nuevos paradigmas, no negarlos, sino generar acciones críticas y de construcción”, afirma la museóloga, y habla de esta etapa como un momento en el que se toma “conciencia tanto del lugar desde donde estamos trabajando como de que el Museo tiene herramientas y equipos de personas que están para compartir conocimientos”, afirma la directora.

Las preguntas por qué es, qué puede ser, qué queremos que sea un museo atraviesa las propuestas del Rosa, en clave contemporánea. “¿Qué es un museo?” fue una obra de Elián Chali, ploteada en letras rojas gigantes en la fachada del edificio. También en las paredes estuvo escrito “El museo es una escuela: el artista aprende a comunicarse, el público aprende a hacer conexiones”, una obra de Luis Camnitzer. Más adelante, en otro museo, dentro de ese mismo proyecto Camnitzer proclamó: “El museo son ustedes. Nosotros somos la oficina”.

—¿Qué es para vos, hoy, el Rosa?

—Podemos quedarnos con la definición clásica de que un museo es un espacio que preserva, conserva y expone obras de arte, pero el Rosa es mucho más que eso. Es un espacio público de servicio cultural, donde la cultura justamente es el anclaje primordial, desde donde construimos el plan museológico y las activaciones. Somos servidores públicos y por eso tenemos el compromiso de que ese servicio sea el mejor frente a las solicitudes y los reclamos del público y en diálogo con el contexto.

El Rosa es un espacio de transformación simbólica pero también concreta, que se puede evaluar, por ejemplo, en la formación de jóvenes en mediación cultural, en la profesionalización de los trabajadores del Museo, en función de cómo el Museo ha vitalizado el campo cultural de la ciudad y de la provincia. Apostamos a un museo vivo: la obra y la colección siendo preservada para ser activada hoy y revisada de manera continua.

Museo Tomado. Foto: Gabriela Carvalho.

Flechas hacia el futuro

La búsqueda por un museo vivo se vuelve experiencia en Museo Tomado, la exposición en la Sala San Martín que reúne las más de 2700 obras del patrimonio de la institución. Se montó en mayo de 2018, como “un compromiso por recibir a la gente, para que todos puedan venir y ver las obras sin concesiones; por dar explicaciones y abrir la colección para investigadores que profundicen ciertas temáticas de la historia del arte en Argentina y cómo el Museo es partícipe de esa construcción y ese imaginario”, explica Solomonoff.

La propuesta curatorial cristaliza “una política pública en la cual el patrimonio es de la ciudadanía: el Estado lo preserva, lo cuida, lo gestiona, pero el museo es público”, afirma la directora. Recorrerla cautiva e impacta a la vez, con sus cientos de cuadros colgados en las paredes, que se pueden leer y relacionar de distintas maneras –los colores, las metáforas, los temas, las técnicas– y la isla de estatuas en el medio, de donde emergen formas humanas y sensuales y otras abstractas y duras. Solomonoff compone una imagen muy bella para describirla: “Museo Tomado es un mar de sirenas con cantos que te embelesan, te llevan de acá por allá, y son una gran potencia, pero necesitamos ir y volver con la obra, no quedaron solo con la situación de la pieza, sino adentrarnos, escuchar esos cantos y volver con esa experiencia para repensarla”.

Ahora, la muestra comienza su proceso de desmontaje. “Podríamos quedarnos 100 años más sentados en la Sala San Martin, pero también tiene que ser fuerte el afuera, para salir y escuchar otras voces y ver qué está pasando, si el espacio llama a la gente o no y por qué”, resalta Solomonoff. Al igual que los mapas conceptuales colgados en la pared de su oficina, acciones como Museo Tomado se plantean como flechas hacia el futuro, que activan debates contemporáneos en los campos del arte y de la cultura y salen al cruce tanto de las distintas disciplinas artísticas como de otras áreas, tales como el derecho, los ambientalismos, los feminismos y la educación.

“Trueque”, del colectivo artístico Barrio sin Plaza (Ariana Beilis y Malcon D'Stefano), fue otra de esas acciones insignia. En un intercambio patrimonial, obras del Rosa fueron dadas en préstamo para exponer en la Vecinal de Villa del Parque y el Rosa expuso obras de niñas y niños y albergó otras manifestaciones culturales del barrio. Solomonoff recuerda una escena que también cristaliza una política cultural: “Un día, uno de los niños que participaba de las actividades entró a la Vecinal y al ver las obras gritó ‘¡Ah, esto es un museo!’. En esa frase se condensa esa acción, la desmaterialización del espacio: con el gesto de trasladar solamente siete obras pudimos convertir la Vecinal en un Museo y que ese niño sienta esa experiencia plena”, cuenta.

Siguiendo la reflexión, hace un cálculo: “para hablar del poder, de la concentración y de la hegemonía, podemos hacer la matemática básica de dividir las 2700 obras del patrimonio por siete y tendríamos 385 museos”. “Son datos muy concretos a la vez que simbólicos y políticos, que van marcando el camino, nos dicen qué es el territorio, qué es el espacio museístico con 100 años de conservación y cuál es nuestra tarea desde un Museo que tiene en su corazón la acción pedagógica como una de las herramientas más potentes para pensar la institución”.

Foto: Gabriela Carvalho.

Durante el año del centenario, que comenzó junto a Ana Gallardo y su proyecto “Escuela de envejecer”, se plantean encuentros entre mujeres artistas de la provincia y de mujeres artistas presentes en la colección del Museo. También se activará una Línea Histórica junto a distintas comunidades vinculadas a la memoria institucional; y se abrirá un Programa de formación e intercambio con docentes de la provincia para las activaciones pedagógicas de las colecciones.

—¿Qué imaginás para los próximos 100 años?

—Es una respuesta que se va a estar construyendo en esta etapa, porque estamos pensando la celebración como un proceso. Yo, auguro que sea un espacio que siga teniendo sentido simbólico, político y cultural. Que continúe siendo un referente no unilateral en función de muchas otras acciones que sucedan en la ciudad y la provincia y en los otros museos federales y de Buenos Aires con los que tenemos diálogo, y en un panorama global, porque tenemos contacto con museos de otras partes del mundo y hay una agenda compartida. Tiene que continuar siendo un espacio permeable desde una claridad propia porque es un espacio que tiene que tomar decisiones, no podemos abarcar el todo. Un Museo que cuide el contacto con la gente y que en su energía creadora sume a otras y otros, un Museo que permita hacerse esas preguntas: ¿quién soy? ¿Qué soy? ¿Para qué? ¿Con quiénes? Un poco de todo eso.

2 Comentarios

  1. Yo que ustedes consultaría al público o a los empleados o a los artistas plasticos, ya que todo eso es bla bla bla, la realidad es que hace 4 años que el patrimonio está sufriendo la exposición, entremedio hubo remodelaciones con polvo, después de la pandemia solo esta abierto los fines de semana, el plan museologico no existe, se va improvisando sobre la marcha y lo que hoy se anuncia, mañana no sucede.
    Bueno, es lindo hablar, lo importante son las obras

  2. Es puro humo éste artículo, profesionalizar a los trabajadores?? Ya son profesionales de años , cada uno en su especialidad. El espacio del Museo fue construido por años de esfuerzo y una gran cantidad de gente comprometida con el proyecto, cómo el señor Nicanor Molinas, Mateo Booz, Pedroni, Paco Urondo, Horacio Caillet-Bois, Taverna Irigoyen, Nidia Impini. Por mencionar a algunas personas que pasaron décadas trabajando. Es fácil aplaudir desde la ignorancia.

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