En "Trueque", el colectivo Barrio sin Plaza llevó las obras de la vecinal de Villa del Parque al Museo Rosa Galisteo, y en cruce, obras del Rosa al barrio. De ese cruce nació un vínculo distinto con la institución pública.
Por Barrio sin Plaza*
T: Dos meses después de que “Barrio sin Plaza” inaugurase la primera Vitrina en Villa del Parque, la nueva directora del Museo se acercó hasta allí para que le contemos sobre el colectivo. Con ese gesto, Analía Solomonoff tomó contacto personal y en territorio con artistas y gestores de la ciudad, proponiendo un vínculo diferente con el Museo. Desde entonces, el encuentro ha sido el sello de su gestión, comprometida con la circulación del patrimonio, el mapeo y la promoción de la escena cultural santafesina. Desde el comienzo planteó una experiencia cercana que incluyó a la murga en el Museo y sacó el Museo a la calle, fue a través de estos cruces que abrió las puertas a desarmar y rearmar la idea de museo.
A: Pensaba en Museo Tomado como eje de estos últimos años, esa forma de exhibir el patrimonio propuso un despliegue de piezas que son fragmentos de nuestra identidad, que expuestas sin jerarquías se brindan como fichas de un rompecabezas para que la comunidad las reencuentre, resignifique. Y el Certamen Padeletti, único del país para la investigación en artes visuales, gracias al cual se realiza una revisión crítica del acervo desde una mirada contemporánea.
T: En este marco se dio “Trueque”, un intercambio entre las expresiones culturales del barrio Villa del Parque y el patrimonio del Rosa Galisteo. El primer debate fue sobre el modo en el que el Museo se vincularía con el barrio ya que la idea de “llevar el arte al barrio” nos parecía negacionista de las producciones simbólicas que desde siempre han manifestado el sentir de las barriadas de Santa Fe. Durante tres días, el Museo se instaló en el SUM vecinal y se expusieron siete obras del patrimonio, seleccionadas por Barrio sin Plaza en diálogo con la historia de Villa del Parque. Luego las expresiones del barrio se presentaron durante un mes en el museo, con un equipo de mediación formado por vecinxs del barrio y el área didáctica del museo.
A: El desafío fue enorme pero los resultados siguen resonando hasta hoy, ese diálogo ampliado a una mayor diversidad de espectadores y realizadores llevó a incorporar al patrimonio provincial expresiones artísticas otrora menospreciadas. Un año antes, en el 94° Salón de Mayo, a raíz de la incorporación de nuevos formatos, la crítica local llamó a lxs artistas “40 ladrones”, ojalá siempre seamos 40 y más quienes por labor y asalto poético tomamos lugar en los espacios oficiales de arte, para poblarlos de nuevos relatos y volver a pensar mil veces entre todes cuál es el lugar del museo en una comunidad.
(*) Toti D’Stefano y Ariana Beilis