A pocas horas de una demoradísima foto de reencuentro, estalló un nuevo escándalo. Entró Daniel Scioli y se fue Matías Kulfas, un ministro eficaz que –guste o no– era el que más definido tenía el horizonte de gestión. El gobierno, devorado por sí mismo, no para de sumar errores no forzados.
Vaca Muerta, megaminería, transgénicos y agrotóxicos, cannabis, hidrógeno verde y resguardo férreo del empleo industrial existente. Ayer se fue Matías Kulfas, el ministro de la Producción que, aun con la pandemia en el medio, le otorgó a la industria condiciones para un crecimiento constante desde que inició el gobierno. Su objetivo, compartido con el ministro de Economía, Martín Guzmán, era aumentar exponencialmente –como sea y dejando cualquier tema ambiental en un gigantesco "veremos"– las exportaciones para así generar reservas, anclar el tipo de cambio y, al mismo tiempo, hacer crecer el empleo formal. Se podrá discutir, pero el de Kulfas era un programa definido y consistente que se estaba ejecutando sin pausa, con solidez y eficacia.
Recién después de lograr esas condiciones básicas, se decía, vendría el tiempo de pelear el poder adquisitivo de los salarios. Nunca sabremos si ese tiempo llegará. Kulfas fue despedido en un enésimo capítulo de la interna del gobierno nacional. La enumeración abruma: ida y vuelta para atrás en Vicentín, achicamiento de la gestión de la pandemia al AMBA, dejando al interior al arbitrio de los gobiernos de turno, las vacunaciones irregulares, la foto de la fiesta en Olivos, idas y vueltas con la segmentación de tarifas, la interminable sucesión de críticas a cielo abierto de funcionarios de La Cámpora, mojándole la oreja al presidente y jugando a que se puede ser gobierno y a la vez resguardo trascendente de la pureza de la ousía kirchnerista, los interminables off the record salidos desde una comunicación de gobierno descontrolada, la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura de bancada en Diputados y la ruptura de bloque en el voto al acuerdo con el FMI.
Los pormenores del intríngulis de ayer son conocidos. Resta indicar: nunca un off the record, como tal, puede ser un mensaje de Whatsapp. Un mensaje escrito y digital es rastreable y reproducible, todo lo opuesto a una versión de Palacio. Una más, el volumen de la acusación: no es dardo, es misil. ¿Dimensionaron desde el Ministerio de la Producción que están diciendo que hubo una licitación amañada con Techint?
La derrota electoral de 2021 dejó desnuda la falta de mecanismos para organizar las tensiones internas. Acaso no haya posibilidad de que siquiera existan mecanismos tales. Lo cierto es que el gobierno nacional mira 2023 como si estuviera perdido, pese a que logró renegociar la deuda externa privada y con el FMI, controlar el dólar y bajar notablemente la desocupación.
La oposición come pochoclo. Próceres de la reposera y la falta de acción gubernamental tienen toda la justificación del mundo para decir públicamente "pónganse a laburar". De hecho, las propias bases del peronismo, de todo tipo y color, hacen públicos reclamos del mismo tipo. "Dejen de boludear", sería la frase, que el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, sintetizó en "Ganen o mueran". Como dijimos: es la política, no la economía, estúpidos.
El gobierno no logró conciliar –la experiencia del siglo XX muestra que es imposible hacerlo– los dos programas que intentaron convivir en su interior. En verdad, uno es el que estaba efectivamente implementado, pero parece con sus días contados. El otro es el que puja por volver, poniendo condiciones desde las segundas y terceras líneas de la gestión, y generando un combo de contradicciones y zancadillas administrativas insoportable.
Quien crea que la salida de Kulfas y la llegada de Daniel Scioli es una prenda de unidad, se equivoca. Quizá sea hora de entender que la unidad electoral del peronismo no puede convertirse luego unidad de gestión y gobierno, al menos si se pretende generar orden y transformación. Con Menem, con Duhalde, con los Kirchner, esa unidad de gestión vino precedida de una traición, un parricidio o las dos cosas juntas. El Frente de Todos es un una novedad en la historia política del peronismo, un Golem que se lo está devorando y lo está dejando a la puertas de un hecho inédito: perder una reelección. Ahora, el gobierno sufre y seguirá sufriendo las tensiones de la convivencia de todo el caleidoscopio peronista, dejando expuestos sus engranajes continuamente.