Bueno sí, estamos hartos del escenario político de este país. ¿Qué hacemos, además de mirar memes, en este lío?
Por Victoria Stéfano
Hoy no les pienso hablar en lenguaje inclusivo. Tampoco voy a hacer observaciones de género. De hecho, voy a ser abiertamente machista en mis metáforas durante todo este texto.
Y es que no me interesa hablarle hoy a ese público que un poco ya me agotó. Quiero hablarle a esa gente que es como soy cuando nadie me está exigiendo corrección política. Esa gente que llegó a mitad de año y que ya se gastó por adelantado el aguinaldo, si es que con suerte tiene trabajo registrado, no como el 40% de los argentines.
Esa gente que va por la vida, como vos y como yo, manteniendo hijos de puta y a sus hijos, y a sus nietos, si es que todavía hay mundo para que lo vivan esos pendejos de mierda que van a ser los reptilianos forros que van a dominar el mundo con sus supermarkets, en el metaverso de Google y Disney Corp., en el que vamos a vivir todos, cuando vos, yo, Gachi, Pachi y estos dos pelotudos seamos unos decrépitos rancios viviendo los efectos secundarios de super pupilas, disfunción genital y calvicie permanente del sinfín de vacunas que tenemos en la sangre justito ahora.
Pero no quiero irme de tema. Quiero hablarles de eso que me revienta de bronca, que me da una ansiedad permanente, que se siente en la boca del estómago y es una mezcla de ganas de salir a quemar gomas y de decir “a ver correte, pelotudo, que lo resuelvo yo”.
De lo que quiero hablarles es de eso que nos provoca la acidez crónica que compartimos como nación y que es, en definitiva, la política de mierda.
Saluden al tío que se va
Todos nos enteramos el sábado 2 de julio a la tardecita de la chotada del pelado Guzmán yéndose al carajo y lavándose las manos de este bardito al que llamamos Estado argentino. Vimos una catarata de memes al respecto, pero ni eso hizo que se nos seque el agua que nos chorreó en el perineo por saber que otra vez nos encontramos frente a un tremendo desmanejo en materia de gobernabilidad en este país.
Y es que estamos hablando de un desbarajuste económico inversamente proporcional a lo felices que fuimos en 2012, durante la era dorada del desarrollo económico Nac&Pop. Al mismo tiempo, vivimos una crisis de representatividad catastrófica donde TikTok promete definir las elecciones de 2023 y todo el país es manejado por una familia disfuncional y de mierda, por un mamerto que sigue insistiendo en que puede resolver todo solo, la real KEMUJER que es efectivamente la que sí resuelve las cosas y la abuela que lo llama al pajerto de mierda para decirle que la bruji está enojada, que hay que hablar con ella, que arreglen las cosas, que los nenes la pasan mal.
Y acá nos tenés a los nenes: pelotudeando en redes sociales, cagándonos de risa de nuestra propia Modern Family nacional para no caer en el pánico demencial de saquear absolutamente todo, en un frenesí como los que le dan a mi perro Raviol cuando no lo paseo y destroza la casa.
Es que simplemente no puedo pensar al país por fuera de ese esquema. Es como cuando tu mamá se casa con un imbécil que no sirve para mierda y que ella tampoco quiere. Pero que, bueno, por guardar las formas y que vos tengas de referencia algún tipo de meta respecto a relacionarte con otros sostiene ese circo constantemente al borde del incendio, como manda la heterosexualidad tradicional.
Y yo no voy a decir que el presidente es un tarado machirulo que no se corre porque se le juega la pose de onvre político y se le encoje un poquito el pitito de la masculinidad más rancia que conocemos. Pero si ustedes lo piensan, yo lo pienso, porque a mi público me debo.
Pero claro, hay en el medio de todo esto un factor fundamental de la crisis psiquiátrica a la que nos están empujando, que es el rol de las comunicadoras y los comunicadores. Pero no te preocupes man, no voy a seguir escribiendo en lenguaje inclusivo porque me aburre a mí también, así que quedate.
Mientras papá dice que venimos creciendo de manera sostenida de una forma que no nos pasa hace como diez años y mamá orienta el futuro de toda la casa mientras ordena la mugre del patio, la vecina putera de enfrente viene y te dice que tu papá es una verga, que no tiene trabajo y que en cualquier momento se quedan sin plata y vos vas a terminar rasqueteando chicles abajo de las mesas de algún bar para al menos poder masticar algo.
Y ahí entrás en tensión. No sabés qué hacer. Si prostituirte, agarrar tus cuatro pesos de ahorro y llevártelos a probar suerte viviendo con tu tía, la conchuda esa que tiene el marido que nadie sabe de qué trabaja, pero tienen alta casa y un auto copado. O quedarte en tu casa con las chapas en la B y preguntarle al idiota que te hizo sin querer qué mierda está pasando y cómo ayudar a que no se vaya todo a la mword. Ah, se rescataba ahora.
Bueno, la vecina putera son los medios. La tía conchuda es el extranjero no hispanohablante y el resto de las cosas no necesitan que se las explique. Y estamos todos frente a esa decisión. Podemos repetir el discursito medio pelo o ver qué hacemos desde cada lugar que ocupamos en este desastre.
Ahora hay ministra de Economía. Lo que pedimos durante dos años, que era menos olor a huevo en el gabinete, se hizo un poquito realidad. Claro que la putera de enfrente te va a decir que no se lava los dientes y que se viste horrible, con ropa con flores de crochet, que a mí también me parecen espantosas.
Pero lejos de querer saber –solamente– cuál es su carta natal, quiero saber qué mword va a hacer con la economía de este país, qué va a hacer con la administración de esta casa de padres progres disfuncionales.
Barajar de nuevo
Todo este juego se ha desdibujado a una velocidad y con una naturalidad que es aturdidora. Es necesario volver a una filosofía política de los grandes hechos y trascender a la naturaleza chimentera de toda información. La degradación de todas las formas de comunicación a un puterío nacional enorme daña muy fuertemente a las figuras institucionales y todas las representaciones sociales que formamos al respecto.
Pero ¿cómo retomamos ese camino de claridad y transparencia en un país donde todo el periodismo parece ser una horda de señores de kiosco sacando conclusiones en base a la ropa, los dientes o el sol la luna y el ascendente de quienes definen el presente y el futuro de 45 millones de personas?
Supongo que, al igual que a los zánganos usureros de los supermercados, hay que dejar de comprarles hasta que cuenten lo que de verdad es importante. Si hay un efecto sumamente dañino que ha tenido la aplicación de la psicología emocional a la forma en que producimos contenidos es que importa mucho más que te indigne y los compartas a que sea algo real e importante. Eso dejaría de pasar si no fuéramos bombardeados constantemente con noticias de mierda, en esos poquitos horarios en los que el sostenimiento asfixiante del monotributo nos deja scrollear un rato alguna red social.
Recomiendo fuertemente ponerse a seguir cuentas de gatitos, como para creer un rato que esas bestias peludas devenidas en microdeidades hogareñas nos van a salvar permanentemente de esta estafa que es el presente en el que no tenemos terrenos, ni ollas Essen, ni aportes jubilatorios, pero sí gatitos, gatitos preciosos, tatuajes horrendos, cortes y tinturas de pelo mal hechas y un montón de traumas infantiles producto de haber nacido y crecido en los 90, expuestos a todas las producciones de Cris Morena de los 2000 y haber sobrevivido a un aislamiento de casi un año del que todos nos estamos haciendo los pelotudos, pero que nos marcó para siempre.
Entre tanto también tenemos la responsabilidad de devolverle la austeridad a la política. Yo sé que la seriedad no vende y no convence, pero por eso también hay que formar a todos los comemocos desde otro lugar, desde uno donde aprendan que lo que ven en TikTok es un montaje, no es real.
Que ese ser pelado canchero con la sonrisa gigante que ven en redes no es más que el jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que educa a niños en containers y privatiza espacios verdes para beneficiar a empresas constructoras de sus amigos. Y que la vieja copada con el pelo de hongo es en realidad una nefasta política que le recortó jubilaciones a los viejos, empujándolos a la mayor de las miserias que vimos en nuestra historia. Y que todos esos que dicen que son libertarios están más cerca de entrar en una escuela y tirotear inocentes cualquier mañana antes de poder gobernar un país.