Fue vecinalista, trabajó en la salud pública y peleó por las leyes de identidad de género, de educación sexual integral y de cupo laboral. El legado de Alejandra Ironici ya es parte de la memoria de Santa Fe.
Alejandra Ironici marcha con un cartel que dice “Paren de matarnos”. Debajo de la leyenda, la palma de una mano color rojo sangre. A los costados, la bandera celeste, rosa y blanca que representa el orgullo trans.
La foto pudo haber sido tomada en 2015 durante la primera oleada del Ni Una Menos, o en 2018 en el debate por la educación sexual integral, o en 2020 mientras se discutía la ley de cupo laboral trans. Es una foto atemporal. Alejandra Ironici siempre militó las causas de ampliación de derechos.
El lunes 22 de agosto de 2022 la ciudad de Santa Fe amaneció con una noticia desoladora: Alejandra había sido asesinada por su pareja, un hombre de 32 años que quedó detenido ese mismo día.
La noticia causó estupor y movilizó a miles de personas en reclamo de justicia. En la marcha hacia Tribunales y en cada publicación de la militancia y de las organizaciones de la diversidad, apareció una coincidencia que todos y todas remarcaron: Alejandra Ironici fue una luchadora incansable que dedicó su vida a pelear por los derechos de un colectivo relegado, la comunidad trans, cuya expectativa de vida en nuestro país no supera los 45 años.
Como señala Ileana Manucci, durante la masiva movilización del lunes 22 el sentimiento predominante fue la orfandad: “Esa sensación de desprotección, de que una figura aglutinante y que traccionaba muchas de las luchas del colectivo transfeminista en nuestra ciudad y en la provincia, ya no está”.
El legado que deja Alejandra, sin embargo, es un legado de lucha, de activismo, de militancia y organización. Como tantas otras que abrazaron las causas de las minorías, supo construir en forma colectiva junto a los sectores que, desde hace décadas, dan pelea por los más vulnerados. Ese legado es una memoria activa de nuestro tiempo y ahora nos toca a todos nosotros y a todas nosotras honrarlo y mantenerlo vivo.
En primera persona
La última entrevista que Alejandra Ironici le concedió a Pausa, en marzo de este año, fue por el ascenso de los espacios de derecha que cimentan su construcción en discursos de odio y de exclusión, con referentes antiderechos como Javier Milei y Amalia Granata a la cabeza.
“Lo que nos llama la atención a toda la comunidad travesti-trans es que inciten a la sociedad a que nos odie más de lo que ya nos odia. Las cosas no han cambiado. Nosotras seguimos siendo las que nos ayudamos entre compañeras, las que seguimos bregando por las necesidades de la que es adulta mayor, de las infancias. Somos una generación que peleó 70 años por derechos y si les decimos hoy a nuestras infancias ‘miren, no les vamos a poder dejar nada para que puedan soñar’, entonces nosotras mismas estamos cerrando nuestra ampliación de derechos”, reflexionaba Alejandra en ese momento.
En aquella entrevista, Ironici abordó los temas de fondo que afectan al colectivo: “Yo soy una sobreviviente, una resiliente. Sobreviví a un montón de adversidades. Y tuve un montón de oportunidades que otras compañeras no tuvieron. Pero porque no me quedé. Porque me metía, esperaba, me sentaba, corría bajo la lluvia para pelear mi identidad. Rodé mucho. No tenía dónde vivir, porque no tenía un trabajo”.
“Hay un núcleo duro que hay que cambiar. Para dejarle un futuro mejor a las infancias. Yo soy la que más anhelo que todos estos años de militancia, de lucha, dejen sus frutos a las nuevas generaciones. Yo invertí mi vida. No me importa. Pero siento que a veces me cansa todo”.
Involucrarse en las decisiones
Alejandra Ironici fue una pieza clave del movimiento de la diversidad y muy pronto se dio cuenta de que, además de la lucha en la calle, de las marchas, de las acciones para visibilizar los reclamos de cientos y de miles que no son escuchados por nadie, también debía intervenir en forma activa en los lugares donde se toman las decisiones.
“Creo que debemos empezar a ocupar espacios de toma de decisiones, si no las cosas nunca van a cambiar”, sostuvo en una entrevista con Pausa en mayo de 2015.
Alejandra se metió a fondo en la cosa pública. En 2013 fue elegida presidenta de la vecinal de Barranquitas: “Lo primero es involucrarse y trabajar juntos. Esa fue una de las razones por las cuales decidí meterme en esto, algo había que hacer y no podíamos esperar que las cosas vengan de arriba, hay que acercarse y proponer, es algo que yo siempre le pido a los vecinos y que no es fácil, porque la gente está muy descreída de la política y por eso no le ve el sentido a luchar por estas cosas, pero si no trabajamos en forma conjunta, es muy difícil que algo cambie”.
Fue activista full time, vecinalista, trabajó en el hospital Iturraspe, dio pelea por la ley de identidad de género, por la educación sexual integral y por el cupo laboral trans. Consiguió el primer DNI trans del país gestionado por vía administrativa, un hito que fue reconocido a nivel nacional. Participó de la Mesa Ni Una Menos, marchó contra los femicidios y contra los crímenes de odio. Todo lo hizo desde una convicción profunda que siempre puso sobre la mesa: “Yo no elijo. Una lo siente y lo vive. Y esto lo sentís a muy temprana edad”.
Sonia Tessa remarcó con claridad que Alejandra Ironici fue víctima de transfemicidio, un crimen de odio que requiere ser nombrado. Otras y otros miles cargarán ahora el cartel de “Paren de matarnos” con los colores del orgullo trans. Alejandra seguirá presente en las luchas, en cada marcha, hasta que se garantice cada derecho, hasta que terminen para siempre los crímenes de odio.